Consejo: Otra vez de mi para mí
Expectativa: Altas, obvio soy el mejora dando consejos.
Contras: No lo se. Soy perfecto.
El primer día conmigo, nos despertamos tarde, disfrutando de una mañana tranquila sin presiones. Preparé un desayuno especial: panqueques esponjosos con frutas frescas, miel y un café recién hecho. La cocina se llenó de risas y charlas despreocupadas mientras cocinábamos juntos. Checo, siempre atento y amable, se ofreció a ayudarme, y su sonrisa al probar el desayuno hizo que todo el esfuerzo valiera la pena.
Pasamos el día explorando Mónaco, visitando lugares que ambos disfrutábamos. Caminamos por el puerto, admirando los lujosos yates y el vibrante ambiente. Fuimos a un pequeño café junto al mar, donde compartimos un almuerzo ligero y charlamos sobre nuestras vidas fuera de la pista. Las conversaciones eran naturales y relajadas, y sentía que cada palabra nos acercaba más.
Por la tarde, decidí llevar a Checo a una de mis actividades favoritas: una caminata por el campo cercano a Mónaco. Mientras caminábamos por senderos rodeados de naturaleza, el aire fresco y el silencio roto solo por el canto de los pájaros nos ofreció un respiro del bullicio de la ciudad. Hablamos sobre nuestros planes vacacionales, y me encontré compartiendo más de mí mismo de lo que solía hacerlo. Checo, a su vez, se abrió más, y pude ver una parte de él que rara vez mostraba.
Para la cena, preparé una comida especial: pasta casera con una salsa rica y cremosa que había aprendido a hacer de mi abuela. La velada fue tranquila y cálida. Encendí algunas velas y pusimos música suave, creando un ambiente íntimo que me permitió disfrutar cada momento con Checo. Durante la cena, intercambiamos historias y anécdotas, y su risa contagiosa iluminó la habitación.
Al día siguiente, planeé una visita a un spa local para un día de relajación. Había reservado masajes y tratamientos faciales para ambos, y la experiencia resultó ser la perfecta manera de desconectar del estrés de la temporada. Mientras estábamos en la sala de relajación, Checo se mostró agradecido y relajado, y pude ver que el tiempo que pasábamos juntos estaba teniendo un impacto positivo en él.
En la noche, organizamos una sesión de películas en casa. Hicimos palomitas de maíz, preparé algunas golosinas y elegimos una selección de películas que ambos disfrutábamos. Nos acurrucamos en el sofá, y mientras la película se desarrollaba, me aseguré de que Checo estuviera cómodo y bien cuidado. La forma en que se reía de las escenas cómicas y se aferraba al cojín me mostró cuánto estaba disfrutando el momento.
A medida que pasaban los días, me aseguré de que cada experiencia fuera lo más agradable posible para Checo. Desde pequeñas sorpresas, como dejarle notas cariñosas en lugares inesperados, hasta crear momentos especiales solo para nosotros, me esforzaba en cada detalle para hacerle sentir querido y valorado.
Finalmente, en la última noche antes de que Checo partiera hacia México, preparé una cena especial en la terraza con vistas al mar. Decoré con luces suaves y flores frescas, creando una atmósfera mágica. Durante la cena, nos miramos a los ojos y compartimos nuestras esperanzas para el futuro, sabiendo que este tiempo juntos había sido algo especial y significativo para ambos.
La luz de la luna caía suavemente sobre nosotros, creando una atmósfera mágica que parecía reflejar todo lo que sentía en mi corazón. Checo, de pie frente a mí, era la imagen perfecta en ese escenario nocturno, con su rostro iluminado de manera etérea, casi como si los astros hubieran conspirado para que este momento fuera aún más especial.
Mientras lo miraba, mi corazón empezó a acelerar a un ritmo frenético, casi como si intentara sincronizarse con la intensidad del momento. Checo era demasiado perfecto, desde la forma en que la luz jugaba con sus rasgos hasta la manera en que su presencia me envolvía completamente.
—¿Quieres bailar? —propuse de repente, sin pensar mucho en lo que decía. La oferta salió espontáneamente, como una expresión sincera de mi deseo de estar aún más cerca de él.
Checo levantó una ceja y rió suavemente.
—No hay música —dijo, con un tono juguetón y ligero.
—No la necesitamos —respondí con una sonrisa, extendiendo mi mano hacia él, esperando que la tomara. La oferta era tan genuina como mi deseo de estar cerca de él.
Después de un momento de duda, Checo tomó mi mano y, sin decir palabra, comenzamos a bailar al ritmo de nuestros corazones acelerados. No había una melodía externa, solo el suave susurro del viento y el latido constante de nuestras emociones. Me perdí en sus ojos, esos que parecían brillar aún más bajo la luz lunar. La conexión entre nosotros era palpable, como si el mundo entero se hubiera desvanecido, dejándonos solos en nuestra burbuja de felicidad y vulnerabilidad.
Mi impulso fue acercarme más, casi como si mi corazón tuviera su propio idioma. La proximidad era embriagadora, y sentí el calor de su cuerpo contra el mío. Me atreví a hacer un movimiento audaz.
—Max, ¿qué haces? —preguntó Checo, su voz temblando ligeramente, mostrando un rastro de nerviosismo.
—Recuerdas que te dije que me gustaba alguien —respondí, tratando de mantener la calma, aunque la tensión y el deseo estaban a flor de piel.
—Sí, recuerdo que dijiste que tenía novio —Checo bajó la mirada, y su ritmo de baile se desaceleró, deteniéndose por completo.
—¿Y aún lo tiene? —pregunté, con una mezcla de esperanza y ansiedad en mi voz.
—No lo sé —Checo se alejó un paso, desviando la mirada hacia otro lado. Su actitud era confusa, y podía sentir la distancia creciente entre nosotros. — Deberías preguntárselo.
—De acuerdo —suspiré con valentía, decidido a seguir adelante con lo que sentía—. ¿Aún tienes novio, Checo?
—¿Qué? —Checo preguntó, su sorpresa evidente en el tono de su voz.
—Yo nunca he tenido novio desde que me fui de México, y ¿por qué me lo preguntas? Deberías preguntarle a la persona que te gusta, no a mí —Checo miró hacia otro lado, tratando de ocultar sus propias emociones.
—Eso es lo que hago —me acerqué, con mi corazón latiendo desbocado—. Tú eres la persona que me gusta, Checo.
El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Checo me miró, y en sus ojos vi una mezcla de sorpresa y algo que me hizo sentir esperanzado. La confusión en su rostro se disipó lentamente, dando paso a una sonrisa que iluminó la noche.
—¿En serio? —preguntó, su voz cargada de incredulidad y emoción.
—Sí, en serio —confirmé, sintiendo una oleada de alivio y felicidad.
Checo se rió, una risa genuina y contagiosa que resonó en el aire.
—Esto es sorprendente —dijo, todavía sonriendo—. Pensé que no te gustaba. ¿Desde hace cuánto tiempo te gustó?
—Desde antes que fueras mi compañero —confesé, sintiendo una mezcla de vergüenza y liberación. Checo me dio un golpe amistoso en el pecho, sin mucha fuerza, pero lleno de cariño.
—Entonces, ¿por qué perdimos tanto tiempo? —me preguntó, con una mirada que combinaba curiosidad y afecto.
—Eso quiere decir que... —mi corazón estaba a punto de estallar de emoción.
—Tú también me gustaste desde hace tiempo —Checo admitió, su voz suave y llena de sinceridad.
Ese momento de revelación fue un giro inesperado pero bienvenido en nuestra historia. El miedo y la duda que había estado cargando se desvanecieron, reemplazados por un nuevo comienzo lleno de posibilidades y esperanzas compartidas.
Efectividad: 1000000000000%
Consejo Aprobado ✅
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Guía para enamorar a Checo Pérez || Chestappen
FanficDónde el tímido neerlandés intenta de todo para conquistar a Sergio Pérez con los consejos de sus amigos.