4. Cala Turquesa

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- ¿Pudiste terminar el trabajo de historia del arte? - preguntó Cami haciendo que volviese a la tierra.

- Sí, he estado casi toda la noche despierta, pero al menos no tendré un suspenso... - respondí haciendo una mueca.

- Oh! Siempre con esa modestia... Seguro que el Sr. Bean te pone un excelente. - dijo con tono repelente.

Habían pasado tres semanas desde la dichosa fiesta. Mi tobillo estaba del todo recuperado y mi estado de ánimo se podría decir que también.

Cami empezaba a estar nerviosa porque se acercaba la fiesta de Halloween y además esa era la fecha en la que ella y Marc empezaron a tontear.
Lo recuerdo perfectamente porque se pasó todo el fin de semana hablando de él y de cuanto se le había acercado. Yo no había asistido, pero me lo contó todo con pelos y señales una y otra vez, y al final me sentí como si lo hubiese presenciado.

Jack llevaba dos días sin aparecer por el instituto. Desde aquel abrazo no habíamos hablado más. Cada vez que nos acercábamos un poco la grieta entre nosotros crecía. Era como dar un paso hacia delante y cuatro para atrás.
Me sentía tan extraña... Cuando no lo tenía alrededor lo buscaba con la mirada, necesitaba ubicarlo y asegurarme de que estaba bien, o todo lo bien que estaba en su realidad actual.
Sin embargo, cuando lo tenía muy cerca notaba que me faltaba el aire, sus miradas me ahogaban y solo quería desaparecer.

Como era viernes y Marc tenía entrenamiento y luego cita con mi amiga, sabía que no iría a llevarle los apuntes así que acepté su propuesta de que se los acercase yo misma, no pude negarme.
No era lo que más me apetecía hacer, pero necesitaba comprobar como estaba dos segundos para luego salir corriendo.
Así que al terminar las clases me dirigí hacia su casa sin pensarlo demasiado.

Llamé a la puerta y me abrió su madre, Josephine. Tan pronto como me vio me abrazó. No era un abrazo cariñoso y basta, desde que Grace y Sean murieron cada vez que me dejaba ver en su casa la señora Miller me estrujaba con tanta desesperación que me sentía incapaz de separarme de ella. Sus abrazos podían durar más de dos minutos y los odiaba por lo que me recordaban, pero era incapaz de arrebatarle esos momentos y sabía que una vez superada mi incomodidad inicial, el resto del tiempo que permaneciera en aquella casa sería menos hostil.
Tanto ella como el señor Miller me habían visto crecer, su familia y la nuestra habían celebrado infinidad de festividades juntas y era lo más parecido que tenía a una familia cerca de casa, pero a veces resultaba asfixiante. Yo podía huir y refugiarme en una casa en la que la mayoría del tiempo estaba sola y nadie me recordaba continuamente "eso", en cambio, el pobre Jack vivía en una especie de altar que su madre había construido para su hermana y cada segundo de su existencia en ese hogar debía de rasgarle la herida una y otra vez sin cesar.

Josephine avisó a Jack de que había llegado a su casa y me invitó a que subiera yo misma a su habitación.
Llamé dos veces a la puerta y me dijo que entrase:

- Eh! ¿Cómo va? - le pregunté suavemente.

- Eh! Mejor, me gustaría no haberme saltado el entrenamiento, pero esta tarde me ha vuelto a subir la fiebre. - respondió un poco decaído.

- Bueno, mañana seguro que te encuentras mejor y por suerte este fin de semana no teníais partido. Te he traído los apuntes que me ha pasado Marc.

- Gracias. ¿Cómo va tu tobillo? - dijo amablemente.

- Pues yo creo que ya lo tengo recuperado al 100%, en cuanto te pongas bien te lo demuestro en la cancha.

- Qué va, si tu no te acuerdas ni de cómo se bota la pelota. - Dijo Jack con una sonrisa pícara.

- Bueno, ¡me voy! Si necesitas algo me avisas.

- Ok, ¿No vas a salir hoy? - preguntó Jack mostrando curiosidad.

Destellos de aguamarina y mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora