Era viernes, sin apenas pestañear había superado la primera semana de clase y el día transcurrió sin sobresaltos.
Al llegar a casa me llamó la atención la maleta de mi padre en el Hall.
Tan pronto como oyó la puerta vino a mi encuentro y me saludó con una sonrisa cariñosa me dijo:
Amelia cariño, pasaré el fin de semana fuera. Tengo una reunión mañana a primera hora en Milán y luego unos clientes nos han organizado una cena. Como no tengo que estar en la oficina hasta el martes aprovecharemos para visitar un poco la ciudad.
- ¡Papá! ¿Ella también va? - le pregunté con un tono un poco impertinente.
- Eh sí cariño, ya sabes que es parte del equipo. No te preocupes por nada, he acordado con Nana que te deje comida para estos tres días y confío en que puedo irme tranquilo. ¿Verdad?
- Si, claro. Seré una buena chica.
Dos horas más tarde Cami llamaba a la puerta para instalarse al menos hasta el domingo.
Nate, un compañero de equipo de Mark y de Jack, celebraba una fiesta en su casa para dar comienzo a la temporada de baloncesto.
Le había dicho a Cami que no pretendía ir y que pensaba disfrutar de tener toda la casa para mí sola. Pero ella no solo había ignorado mis excusas sino que me rogó que la acompañara y decidió que yo iba a ser su coartada para poder disfrutar de la fiesta sin un toque de queda más propio de una niña de 12 años que de una de 17.
Sus padres eran de los que afectados por la desgracia acontecida años atrás en el pueblo se habían vuelto extremadamente protectores con mi amiga y su hora de llegada era muy muy temprano.
Y ahí estábamos: maquillándonos con un poco de rímel, colorete y un sutil brillo de labios. Cami se había dejado su melena lisa y rojiza suelta. Le llegaba hasta casi la cintura. Tenía un pelo brillante y sedoso y unos ojos verdes desafiando a su tez pálida.
Yo, en cambio, tenía los ojos color miel y me había recogido un poco el pelo aunque se me escapaban, como siempre, algunos de mis castaños rizos rebeldes. Aunque también tenía una tez pálida como la suya, ese verano me había bronceado bastante gracias a las vacaciones con papá en las playas paradisíacas de Formentera, y todavía conservaba un buen color.
A juego con su mini vestido gris, Cami llevaba unas sandalias de cuña de los más favorecedoras. Mientras que yo había optado por la comodidad de mis leggings negros ajustados, con mis converse blancas y una camiseta blanca rasgada, con un escote tímido, pero que dejaba entrever parte de mis costillas a través de los agujeros de la tela. Sinceramente, no es que esperase que se me acercara ningún chico esa noche y tampoco tenía previsto cerrar la fiesta...
- ¡Lista! Marc y tu amigo del alma nos esperan abajo. - dijo Cami con demasiado entusiasmo.
Llegamos a la fiesta y enseguida nos ofrecieron bebida. Tanto ella como yo optamos por vodka con lima mientras que los chicos empezaron con una cerveza.
La fiesta parecía animada, sonaban nuestras canciones favoritas del verano y enseguida nos fuimos a bailar. Se nos unieron Devi y Gus, compañeros de clase, y estuvimos bastante rato bailando los cuatro.
Tras acabarme el segundo cubata, Cami y Marc habían desaparecido hacía un rato. Devi y Gus habían dejado de bailar y ahora estaban bromeando acerca de los chicos que intentaban flirtear con él. Y entonces empecé a sentir bastante agobio y calor así que les dije que iba a tomar el aire.
Salí por la puerta corredera que del comedor conducía al jardín que a su vez estaba conectado con el jardín delantero y el acceso a la casa.
Había un grupo de chicos fuera, pero me senté en la escalera, alejada de ellos, y poco a poco el fresco se iba apoderando de mi cuerpo logrando calmarme un poco.
ESTÁS LEYENDO
Destellos de aguamarina y miel
RomansAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...