Diario de Grace: segunda parte

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Querido cerebro,

Hoy estaba buscando tonterías en Google, como tantas otras veces, cuando me preocupa algo suelo hacerlo, solo que esta vez lo que me preocupa somos nosotros.

Según el gran maestro de los motores de búsqueda de Internet, cuando una relación alcanza los dos años los niveles de felicidad se estabilizan provocando una disminución de las endorfinas y muchas parejas se rompen.

Pero estoy convencida de que nosotros no nos encontramos en esa tesitura. A día de hoy, no diría que somos la pareja del año, pero eso no es lo que se puede apreciar desde el exterior. Nosotros no discutimos, nos queremos infinito, y Sean es el mejor novio del mundo. El chico al que todas anhelan, y que solo tiene ojos para mí, el que besa el suelo que piso y que me pone a mil en solo un segundo.

Tiene esa mirada tan directa y sincera que hace que te sientas desnuda cuando te atraviesa. Y esa sonrisa. Pero lo que más me enloquece, no es solo su físico perfecto y atlético, sino su personalidad. Es tan arrolladora, tiene tanto carisma que se nota su presencia sin necesidad de mirarlo siquiera, porque sabes que está ahí. Es perfecto, y es mío.

Llevo tantos años enamorada de Sean que no podría indicar el momento exacto en el que sucedió. Simplemente tenía claro que era el chico de mis sueños y que sería el hombre de mi vida. Sí, lo tenía claro. Porque ahora mismo ya no sé lo que tengo claro y lo que no.

¿Qué me está pasando? Sé que estoy enamorada de él pero últimamente no pienso solo en él y estoy hecha un lío...

Me siento culpable y desagradecida porqué él es mi todo y parece que yo lo esté empezando a olvidar.

Es la primera vez, desde que mi cabeza da vueltas y vueltas con esto, que lo externalizo de algún modo. No lo he hecho hasta ahora porque estoy aterrorizada y pensaba que se trataba solo de un impulso, de una rallada momentánea. Sentía que si lo dejaba salir se magnificaría y por eso he intentado ahogar este sentimiento con todas mis fuerzas. El sentimiento que me perturba y que me nace hacia otra persona que no es Sean. Pero ya no puedo más, necesito confesarlo, aunque sea solo escribiendo estas líneas...

Roi y yo siempre hemos sido amigos y nunca jamás nos habíamos visto como algo más. Somos como hermanos, lo compartimos todo, nos queremos y nos reímos con sus payasadas, pero, ¿eso es todo? Últimamente algo ha cambiado. Lo empecé a sospechar con pequeños detalles: miradas más profundas que antes, silencios que se antojaban incómodos entre nosotros...

El otro día estábamos en casa haciendo un trabajo del instituto. Estábamos solo Roi y yo. Sean estaba entrenando y vendría más tarde, pero Roi estaba lesionado. En un momento dado, se me cayeron los folios al suelo y ambos nos agachamos para recogerlos. Su mano rozó la mía y sentí algo, nos miramos y fue la confirmación de que él también lo había sentido. Era deseo. Puro deseo.

¡Madre mía! Pero ¿por qué? Me repugna solo pensar en que podamos cruzar algún límite. Pero está claro que algo sentí, que algo sentimos.

Tengo que conseguir quitármelo de la cabeza. Debo matar de raíz estos pensamientos y volver a centrarme. Por Sean, por Roi y por mí. Porque no solo se trata de nosotros dos.

Estaría dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de evitarle ese sufrimiento a Sean. Cualquier cosa...


Destellos de aguamarina y mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora