El día del deporte terminó igual que había comenzado; de manera extraña. A pesar de que Nate se había marchado a casa, el equipo de los chicos fue el claro vencedor en la categoría de baloncesto.
Nosotros terminamos sin pena ni gloria. Drew tenía la nariz rota, así que se retiró de la competición, dejándonos sin opciones de ganar el resto de los partidos.
Tan solo habían pasado cinco días desde que decidí alejarme de Jack. Olvidar lo que sea que estábamos sintiendo e intentar pasar página. Sus rechazos me dolían demasiado; no entendía qué era lo que le frenaba tanto, porque ambos éramos víctimas de los juegos macabros del destino. Los dos habíamos perdido demasiado en el camino y sentía que precisamente eso debía unirnos.
Si bien es cierto que cada uno debe superar las tragedias a su manera y aprender a lidiar con los fantasmas que lo atormentan, no dejaba de asombrarme cuán diferente podía llegar a ser nuestra manera de afrontar la misma desgracia.
Sin embargo, por más que me esforzaba en ser paciente con él, por más que intentaba no presionarlo para que volviera a mí como antes, no lograba que Jack dejara de huir, de esconderse. A veces, incluso sentía cómo se escurría y se me escapaba de las manos, perdiéndolo pedazo a pedazo, con la sensación asfixiante de que nunca lo recuperaría.
Llevaba alrededor de dos horas dando vueltas en la cama cuando sonó la primera alarma. La apagué con poco entusiasmo y me levanté para darme una ducha antes de dirigirme al instituto.
Estaba muy nerviosa, dado que sabía lo que se me venía encima. Iba ser un día duro y, tras este, otro aún peor. Igual que sucedió el año anterior, el primer aniversario...
Hay quienes podrían pensar que tras el primero, el resto son solo un paseo, pero no es cierto. Nunca te acostumbras a revivir las fechas señaladas notando su ausencia. En esos días clave, vuelves a sentir una punzada en el corazón, se te encoge el estómago y tu mente pasea, sin tu permiso, por todos esos recuerdos que almacena de las mejores vivencias que compartisteis en esos días señalados.
Grace habría cumplido 21, la hermosa Grace. Y ahí estaban, las primeras lágrimas asomando cautelosas. Esa vez pude contenerlas.
Aún era temprano. Y pensé que podía dar un paso más, tender un puente distinto entre nosotros, uno que no estuviese relacionado con nuestra "tensión". Así que salí de casa y me dirigí a la de Jack.
Su coche estaba aparcado delante por lo que imaginé que no había salido todavía. No obstante, no tuve el valor de llamar a la puerta. Me daba pánico cruzarme con el señor o la señora Miller. Así que, me senté en las escaleras del porche, esperando a que fuese él el que abriese la puerta para dirigirse a clase.
Pasaron diez minutos y la puerta se abrió. Pero no era Jack. Era el señor Miller. Me quedé petrificada, no sabía que debía decirle. Así que me levanté y le dí un abrazo:
-Buenos días Ben - le dije.
-Buenos días Amelia, gracias por venir a buscar a Jack. Está a punto de bajar. Josephine hoy- suspiró antes de proseguir - está en la cama.
-De acuerdo, le esperaré aquí - respondí, sonriendo tímidamente.
El señor Miller se marchó y, en ese preciso instante, se abrió de nuevo la puerta:
-¿Lia? - dijo Jack, sorprendido.
-Hola, me he levantado temprano y pensé que quizás te apetecía compañía de camino al Instituto.
-Si, claro, ¿vamos? - me señaló su coche con la cabeza invitándome a acompañarlo.
Me senté en el asiento del copiloto. Podía ver que Jack estaba tenso. Aunque mostraba amabilidad y aparentaba serenidad, por dentro no debía estar sintiendo lo mismo.
Arrancó el coche y en cuanto nos incorporamos a la calle que llevaba al instituto me di cuenta de que íbamos en dirección contraria. Lo miré y sin apartar la mirada de la carretera me dijo:
-No pensaba ir a clase hoy, pero si quieres puedo llevarte.
-No, no claro. Me parece bien, si quieres te acompaño - respondí mordiéndome el labio .
-Perfecto, pues vamos.
Pasaron veinte minutos hasta que me di cuenta de que la primera parada era el cementerio. Me estremecí. No me había imaginado que me llevaría allí. Sin embargo, respiré hondo y bajé del coche.
La tumba de Grace estaba al lado de la de Sean. Nuestros padres, amigos de toda la vida que nos habían criado prácticamente juntos, no dudaron en que era la mejor opción.Tenían la idea romántica de que así estarían juntos y no se sentirían solos mientras nos esperaban.
Yo, en cambio, estaba convencida de que ellos no estaban allí, de que nunca lo estuvieron. Y a pesar de que entendía que para la mayoría era imprescindible tener un lugar al que acudir para honrarlos, llorarlos, recordarlos, no tenía ni la más remota idea de lo que Jack opinaba al respecto. Así que me limité a acompañarlo en silencio.
Llevaba una bolsa que había sacado del maletero. Me impactó un poco estar frente a sus lápidas, leyendo sus nombres y los epitafios. En ese momento vi como Jack sacaba dos ramos de flores. Sustituyó las que estaban marchitas por dos preciosos ramos repletos de flores de colores y de vida. Que ironia.
-Mamá quiere que sus lápidas se vean limpias por si alguien viene estos días. Pero ella no es capaz de venir, hoy no. Viene al menos una vez al mes. Y yo solo vengo hoy - me explicó Jack mientras yo asentía con la cabeza.
La segunda parada fue Cala Turquesa. Acudir allí empezaba a parecer una costumbre para nosotros. Jack sacó una toalla de la bolsa y se sentó, cediéndome la mitad del sitio, y yo hice lo mismo. Aunque hacía un poco de viento, el sol era agradable.
Ya habíamos sacado los abrigos del armario, pero los usábamos sobre todo de noche. Durante el día, aún se podía sobrevivir con tan solo una cazadora. El mar estaba un poco agitado y las gaviotas parecían nerviosas. Cerré los ojos y me dejé contagiar de la respiración pausada de Jack, permaneciendo así durante un par de horas. Estirados al sol, paseando, tirando piedras al agua intentando que saltasen y sin hablar. Simplemente haciéndonos compañía.
En el último de nuestros paseos, el que debía llevarnos de regreso al coche, Jack entrelazó sus dedos con los míos y fue agradable. Sentía lo cerca que estábamos el uno del otro, lo unidos estábamos en el silencio. Nuestros silencios.
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Destellos de aguamarina y miel
RomanceAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...