Amelia
Había pasado una semana desde la fiesta de la discordia y Cami seguía sin hablar con Marc.
¡Qué irónico, ¿verdad?! Ahora que Jack y yo habíamos decidido que no nos importaba que la gente supiera que teníamos algo y que, por fin, disfrutábamos de estar juntos, nuestros amigos nos obligaban a mantenernos separados.
No pretendíamos ser egoístas; la situación era comprensible cuando comenzó la semana. Sin embargo, el cabreo de Cami se estaba alargando más de lo habitual, mucho más, y eso nos preocupaba a los tres.
Tanto Jack como yo habíamos intentado hablar con ella para suavizar la situación. El pobre Marc estaba desesperado y ya no sabía qué más hacer para ganarse su perdón. Pero Cami seguía furiosa, decía que se había sentido humillada, "como un pedazo de carne" o "el premio para el gallo más fuerte del corral".
Entendía su punto de vista; creía que había podido pararle los pies a Tom, sin más, y se quejaba de que, al intervenir, Marc le había quitado la oportunidad de defenderse.
No obstante, conocía a Tom. Cuando estuvo saliendo con Cami, la trató muy mal, llegando a hacer con ella lo que quería, sin respetarla ni valorarla. Tardó mucho en abrir los ojos para darse cuenta de que no podía seguir con un chico que abusaba de ella psicológicamente y que la engañaba con otras. Era una relación muy tóxica. Dudo que él hubiera dejado de manosearla si Marc no hubiese intervenido; pero podría haberlo asustado simplemente, sin necesidad de llegar a las manos, ya que Marc era más alto y más fuerte que él.
-Otra vez viernes. ¿Qué quieres hacer este fin de semana mi guerrera? - le pregunté a Cami con sorna. -¿De verdad sigues queriendo ignorar al pobre Marc? A estas alturas ya debe haber aprendido la lección...
-Desde que estás con tu dios de mirada aguamarina, no tardas nada en ponerte de parte de los chicos. Antes eras más leal.
-Venga ya, Cami, sabes que eso no es cierto. Soy tu amiga justamente porque te digo la verdad, no lo que quieres oír. Al menos deberías darle la oportunidad de explicarse.
-Sí, ya, ya. Lo pensaré durante el fin de semana porque no voy a estar aquí, Mañana iré a ver a mi abuela y he decidido que no regresaré hasta el domingo. Creo que me vendrá bien poner un poco de distancia.
-Me abandonas todo el fin de semana. - hice ojos de cachorrito abandonado.
-Venga, tontita, que así tendrás tiempo para hacer cosas cochinas con Jack - me dio una palmada en el trasero y se giró para entrar en clase, dejándome sin darme tiempo a replicar. Al darme la vuelta, vi aparecer a Marc y a Jack, de ahí la desaparición instantánea de Cami.
Jack se acercó, me rodeó los hombros para acercarme a él y me besó en la mejilla. Me separé un poco, avergonzada, porque una cosa era que la gente supiera que teníamos una relación y otra, que les hiciéramos partícipes con muestras de afecto en mitad de los pasillos del instituto. Él me rodeó de nuevo y, notando cómo me había ruborizado, me guiñó el ojo con su sonrisa socarrona.
-Hoy, después del entrenamiento, me iré a casa a cenar con mis padres, es el cumpleaños de mi padre. Ya sé que es la peor proposición del planeta dadas las circunstancias, pero ¿te apetece venir? Tu padre también estará y tus tíos. Roi me dijo que no pero a mi madre le encantará que vengas.
Asentí tímidamente. No me entusiasmaba la idea, pero me sentía un poco en la obligación de asistir, sobre todo porque mi padre también iría.
-¿Te paso a buscar cuando termine? A eso de las 20:30. Me apetece ver cómo te peleas con tu armario porque no encuentras nada adecuado que ponerte para ir a casa de tus suegros... - esto último lo susurró en mi oído, el muy pícaro. Yo lo aparté de golpe.
-Idiota - le respondí, mordiéndome el labio inferior.
Nuestra relación estaba cambiando y empezaba a parecerse a cualquier relación de dos personas de nuestra edad. Jack estaba de buen humor y continuamente estaba bromeando y haciendo insinuaciones. Era tan guapo. Cada vez que me atravesaban esos ojos, me derretía y sentía cómo crecía la necesidad de estar con él, cómo me sacudía con su contacto...
-Yo también vendré, no tengo planes y no quiero quedarme en casa toda la noche. Nate tampoco está así que os toca aguantarme. -Irrumpió Marc devolviendonos a la realidad con semblante triste y desamparado.
-Claro, te paso a buscar para ir a entrenar y luego te vienes conmigo a recoger a Lia. Cuando vayamos a su casa a dormir te acercaremos a la tuya.
-Gracias tíos - respondió, rodeándonos a los dos por los hombros.
Nos habíamos transformado en un trío y me estaba empezando a acostumbrar. En el fondo Marc me daba un poco de pena. Lo estaba pasando mal y se arrepentía de haber llegado tan lejos.
Ese fin de semana los chicos tenían un partido importante. Iban terceros en la clasificación y debían jugar contra los segundos. Si la cosa iba bien, podían llegar a adelantarles antes de que terminase la primera vuelta. El entrenador estaba más pesado de lo normal. Esa semana había ampliado el horario de los entrenamientos porque decía que quería que perfeccionaran el tiro y todo aquello de lo que estuviesen cojeando. Así que, una vez finalizado el entrenamiento conjunto, se quedaban una hora más haciendo ejercicios individuales de tecnificación.
En toda la semana prácticamente no había visto a Jack fuera del instituto, lo que me había dado tiempo extra para estudiar, pero mi problema no estaba siendo el tiempo sino la concentración. No paraba de pensar en él, en sus labios, sus caricias, sus susurros y en sus ojos. Sabía que eran imaginaciones mías, pero el color de sus ojos había cambiado. Las miradas oscuras que reflejaban tormentas en el océano eran cada vez más escasas, dejando paso a otras nuevas, más parecidas a las de su yo anterior, pero teñidas de deseo. Playas tropicales con sabor a sal y a arena...
Estaba perdiendo la cabeza. Mi cuerpo reaccionaba cada vez más a su contacto. Se me erizaba la piel cuando me acariciaba. Me tensaba y mi bajo vientre me daba sacudidas. Cuando me hablaba no podía dejar de mirar esos labios y nos imaginaba en esa playa, revolcándonos, solos y con poca ropa, cerca, muy cerca, saboreándonos...
Cuando terminaron las clases, me fui a casa dando un paseo. El tiempo nos había dado una tregua esa semana y la temperatura había subido considerablemente. Estábamos cerca de las vacaciones de Navidad así que, no podíamos deshacernos de las bufandas y los abrigos, pero sentir el calor del sol en las mejillas era muy reconfortante. Me hacía sentir bien.
Cuando llegué a casa me encontré una figura sentada en las escaleras del porche: era Roi. No supe interpretar muy bien lo que expresaba su mirada, pero algo me alertó, un sexto sentido.
-Hola Roi. Cuántos días sin verte, ¿qué tal andas? -le pregunté con cariño.
-No muy bien peque. ¿Me dejas entrar?
-Sí, claro, ven -le invité a seguirme dentro, mientras abría la puerta principal.
Se sentó en el sofá. Me ofrecí a prepararnos un té y, mientras ponía el agua a hervir lo observaba desde la cocina. Me dio mala espina, estaba inquieto. Resoplaba nervioso y movía las manos sin cesar: se acariciaba los muslos, luego agachaba la cabeza y se las pasaba por el pelo, la cara. Hasta que empezó a sollozar.
Dejé lo que estaba haciendo y me acerqué de inmediato para abrazarlo pero me apartó de un empujón que me dejó sentada a su lado. No me hizo daño pero me sorprendió.
-Roi, ¿qué pasa?
-La he cagado, la he cagado otra vez, Lia -respondió con lágrimas en los ojos.
-Vamos, ven aquí, no hay nada que no podamos solucionar- le hice señas con los brazos invitándole a que dejase de alejarse de mí para poder abrazarlo.
Por fin se acercó, derrotado. Sabía que no iba a contarme lo que sucedía y que probablemente estaría relacionado con las drogas. Aún así, me rompía el corazón verlo tan destrozado y en ese momento lo supe: Roi no iba a recuperarse nunca, del mismo modo que Josephine, la madre de Jack. Por mucho que el mundo siguiese girando y que el resto intentáramos no perecer en el intento de encontrar nuestro camino, el de ellos estaba truncado y nada ni nadie sería capaz jamás de repararlo, de recoger los pedacitos que quedaban de ellos y recomponerlos.
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Destellos de aguamarina y miel
RomanceAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...