Jack
Por fin se había terminado el martirio. Me dolían los brazos de tanto practicar tiro. Me consideraba un buen lanzador. A pesar de mi altura era ágil y muy rápido con el balón. No era tan bueno generando juego como algunos de mis compañeros, pero en un uno contra uno era implacable. Jugaba de alero y por eso debía practicar mi efectividad lanzando a canasta, pero lo que el entrenador pretendía no era asegurar la victoria del fin de semana; era torturarnos.
Fuimos hacia el vestuario, entre risas por las chorradas que soltaban algunos del equipo. Cogí el teléfono para comprobar la hora e hice una mueca de desaprobación cuando vi la notificación del mensaje parpadeante y lo abrí para leerlo: era Willow.
Desde que Amelia y yo estábamos bien nos habíamos visto poco. Willow era una buena chica, pero a veces demasiado intensa. Parecía que me idolatraba cuando yo no sentía nada parecido por ella. Por eso, el año pasado ya le había dejado claro que entre nosotros no iba a pasar nada más, que éramos amigos y que podía contar conmigo si me necesitaba, pero que eso era todo lo que obtendría de mí. No se había marchado a la universidad porque su abuela estaba muy enferma y decía que quería permanecer a su lado todo el tiempo posible. Aunque en realidad, disimuladamente, procuraba no estar mucho en casa y yo lo había notado. Me daba miedo pensar que el verdadero motivo pudiese ser un "nosotros" que para mí nunca existió.
Llevaba un par de semanas escribiéndome sin parar. La había visitado en tres ocasiones porqué decía que estaba mal y me necesitaba, pero cuando la veía, no parecía estar mal en absoluto. La situación estaba empezando a superarme. Me gustaba ser amigo de mis pocos amigos, ser leal e intentar estar ahí para ellos, pero empezaba a sentir que Willow abusaba de mi confianza.
Nuestra relación -si se le puede llamar relación- comenzó antes de morir mi hermana. Nos besamos en un par de fiestas; era atractiva y, siendo sinceros, era lo único que buscaba en ese momento. El mundo parecía desvanecerse cuando estábamos juntos, bailando. Willow siempre sonreía, pero detrás de esa sonrisa había una intensidad que nunca supe cómo manejar.
Tras la muerte de Grace, ella insistió mucho en sacarme de casa y finalmente lo logró. Creía que podríamos tener algo especial, pero nada más lejos de la realidad. Estuvimos un tiempo liados hasta que al final me di cuenta de que aquello no me llenaba. No la veía de ese modo.
Era como si pensara que podía salvarme de mi propio dolor, pero su necesidad empezó a sentirse como una carga. Al principio se lo tomó un poco mal y yo decidí darle espacio.
No tardó demasiado en volver a acercarse a mí con el pretexto de que quería que mantuviésemos nuestra amistad. Me sentía un poco hipócrita al respecto; nunca antes habíamos sido amigos, sin embargo, fue tan insistente que acepté. Todo fue bastante bien hasta que empecé a arreglar las cosas con Lia. Tenía la sensación de que no entendía mi relación con ella y de que no pensaba respetarla.
-¿Qué te pasa Jack? Parece que vayas a desintegrar el teléfono de la rabia -se rió Marc.
-Es Willow...
-¿Otra vez? Te lo dije, está obsesionada contigo y ahora empiezas a darte cuenta. Déjame ver, ¿qué dice?
-Aparta - le respondí alejando mi teléfono de él-. Lo de siempre, que necesita que nos veamos, bla bla bla.
-Ignórala, solo así pillará el mensaje.
-Joder, no. Hablaré con ella. Le diré que es mejor que sigamos cada uno por su lado. Pero hoy no es el día.
Otro mensaje entrante me sobresaltó. Pero esta vez no era Willow.
-¿Qué coño?- pregunté confundido
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Destellos de aguamarina y miel
عاطفيةAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...