5. Besos

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Cuatro horas más tarde me había tranquilizado lo suficiente como para volver a casa. Ya no me quedaban lágrimas ni angustia ni nada, estaba otra vez vacía.

Lloviznaba y empezaba a estar calada. Después de todo no llevaba chaqueta y la sudadera con capucha no me serviría de nada si la lluvia decidía volverse más intensa.
Me subí a la moto con el casco y me puse rumbo a casa.

No me importaba el frío sino la sensación de libertad que sentía subida en la moto de mi hermano.
Yo no tenía aún 18, los cumpliría en diciembre así que no tenía coche ni carnet. Pero mi madre me animó a sacarme el carnet de moto el año que cumplí los 16. Ella quería que yo fuese independiente y esa noche se lo agradecí aunque meses atrás, cuando ella se marchó había dejado de coger la moto.

En cierto modo, su marcha me afectó y me hizo volver a perder partes de mí que ya había recuperado con el duelo.
Al llegar a enfilar mi calle pasé enfrente de la de Jack y vi su coche aparcado delante y la luz de su habitación encendida.
No me detuve, más bien aceleré hasta llegar a casa. Dejé la moto en el garaje y me fui quitando las prendas húmedas para dejarlas en la lavadora.

Como casi siempre, estaba sola en casa, así que me detuve en la cocina aún en ropa interior para coger un botellín de agua y la caja de galletas. Cuando estaba subiendo las escaleras oí que alguien llamaba a la puerta de casa suavemente.
No tenía intención de abrir a nadie a esas horas y en esas condiciones, por lo que me dirigí escaleras arriba a mi habitación sin encender la luz para no ser descubierta.
Al dejar las cosas en mi cama me sobresaltó una llamada entrante, era de Jack:

- ¿Hola? - respondí sorprendida. A ver, no eran horas y además no estaba acostumbrada a que Jack mantuviese contacto conmigo por teléfono, al menos no desde hacía mucho tiempo.

- Ábreme la puerta, estoy abajo. - dijo casi susurrando.

Sorprendida, me puse una camiseta cualquiera que me cubría bastante y fui a abrir la puerta.

- ¿Qué haces aquí a estas horas? ¿Ha pasado algo? - le dije sorprendida.

- ¿Estás sola? - asentí con la cabeza - Pues déjame entrar.

En realidad no estaba pidiendo permiso, más bien me estaba informando y apartándome un poco con el brazo fue directo hacia mi habitación. Cerré la puerta y lo seguí sorprendida.
No entendía lo que estaba sucediendo, pero Jack parecía un poco molesto. Se sentó en la silla de mi escritorio y yo en la cama y empezó a hablar.

-Te he visto pasar con la scooter de Sean. Me dijiste que no saldrías hoy. ¿De dónde venías? - me preguntó con un tono y una mirada que no sabía descifrar. Parecía enfadado, pero a la vez me hablaba con tranquilidad.

- De la cala - respondí con cara de interrogación, a donde pretendía llegar...

- No puedes decirle a todo el mundo que no sales, coger la scooter de noche lloviendo e irte a una cala que está desierta tu sola sin que nadie, absolutamente nadie, sepa que estás ahí - prosiguió tranquilo pero evidentemente molesto.

- ¿Perdona? No te estoy siguiendo - ahora yo también estaba molesta y nuestra charla dejó de ser cordial.

- Joder Lia, es que no ves que es peligroso ir con la moto por la carretera mojada, sola y de noche. Es que no ves que podría pasarte cualquier cosa. - dijo Jack empezando a alzar la voz.

- Hace cuatro horas... cuando salí no llovía y he tenido cuidado. No soy tonta - respondí alzando también la voz.

- ¿Cuatro horas has estado en la cala? ¿Sola? - Jack se levantó y empezó a dar vueltas por mi habitación, tocándose el pelo nervioso - ¿sola?

- Que sí, sola ¿Qué demonios te pasa?

-  ¿No te das cuenta de que cualquiera podría haberte hecho de todo? O ¿de qué te podría haber pasado cualquier cosa y nadie se habría enterado hasta mañana? - dijo frunciendo el ceño y cogiéndome por la muñeca para captar mi atención y que le mirase fijamente a los ojos.

No sabía muy bien cómo reaccionar a aquello. Mi parte racional, la que debía dominarme sabía perfectamente que aquello estaba fuera de lugar. Jack no era mi padre, ni mi hermano y mucho menos mi novio, así que no le debía ninguna explicación. O se las podía dar todas gritando hasta desgarrar mi garganta.

Pero, por otra parte, ese era Jack, el Jack de verdad, ese que había permanecido encerrado ahogándose en un mar de indiferencia durante demasiado tiempo. Acabábamos de intercambiar más palabras que en los últimos dos años. Al menos palabras sinceras, no solo cordiales.

Y luego estaba lo otro, me tenía agarrada por la muñeca, no me hacía daño, él nunca me lo haría, al físico me refiero... Y tenía esos ojos más profundos que el mar que había estado contemplando durante cuatro horas, fijos en mí. Esos ojos que me hacían sentir cosas aunque yo creía estar muerta por dentro.

Sentí un impulso, porque esa noche se trataba de cometer actos irracionales y me solté de su agarre. Me puse de puntillas y manteniendo fija su mirada lo cogí del cuello y lo besé.

Fue un instante, Jack parpadeó sorprendido, me agarró de la cintura y me devolvió el beso con desesperación, me empujó suavemente y nos dejó caer en el colchón apoyándose con un brazo.

El beso se volvió intenso, abrimos los labios y nuestras lenguas se encontraron.
Distaba mucho de nuestro primer beso, ese que nos dimos a escondidas, ese piquito inocente que me confundió por encima de todas las cosas...
Este era intenso, profundo, desesperado. Estrechamos nuestros cuerpos cada vez más, nos restregamos. Una de sus manos me subió la camiseta...

Pero entonces se separó de mí bruscamente y se levantó.

- Lo siento, esto no está bien. Lo siento - dijo nervioso y con gesto apenado.

- Vive un poco Jack. No puedes controlarlo todo. - no sé que pretendía soltando esas palabras, pero desde luego no el efecto que produjeron.

- No eres solo una distracción para mí. Esto no está bien. - se alejó y cuando ya estaba saliendo por la puerta de mi habitación se giró y me dijo. - Haz el favor de asegurarte de que alguien sabe donde estás. No cojas la moto si llueve y al menos cuéntale a Cami que vas a salir.

- Jack espera...

Pero la puerta principal ya se había cerrado dejándome con la palabra en la boca. Y puede que fuese lo mejor porque yo también sabía que aquello no tenía sentido.
Había sido solo un impulso, pero me acababa de dar cuenta de que algo había cambiado, de que volvía a ver Jack de otra manera y no estaba dispuesta a sentir cosas otra vez, por él no, en ese sentido no.

Destellos de aguamarina y mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora