Estábamos de vuelta en el coche. Habíamos pasado la mañana juntos, acompañándonos, disfrutando de los silencios compartidos.
Desde el día en que aprendí a hablar, nunca dejé de hacerlo. Sean siempre me decía que parecía una gallina que no dejaba de cacarear.
-Bla, bla, bla... Siempre estás hablando. Aprende de Jackie, a él parece que le tengamos que sacar las palabras a la fuerza. Tú, en cambio, no puedes cerrar la boca durante más de cinco segundos seguidos.
-Si puedo, mírame - le respondía desafiante.
-Lia, te va a explotar la cabeza - me decía con una carcajada.
Luego se abalanzaba sobre mí, me rodeaba con los brazos para que no pudiese escapar y me hacía cosquillas sin parar, hasta que terminaba llorando de la risa.
Sin embargo, hacía tiempo que había aprendido a guardar mis pensamientos bajo llave, sin compartirlos con nadie. Sobre todo en presencia de Jack. Imaginaba que para él el equilibrio se encontraba en el silencio.
-¿Te apetece comer algo? Hoy el entrenador nos ha convocado más tarde y no quiero volver a casa - me dijo, sacándome de mi estado de ensoñación.
-Sí, mi padre no llegará hasta esta noche y mi madre se quedará en casa de mi tía Agnes - respondí.
-Vaya, hace mucho tiempo que no veo a tu madre, ¿Cómo está?
-Y yo. No tengo ni idea - dije, restándole importancia a la distancia palpable que existía entre nosotras.
-De acuerdo, pues vamos a por un par de hamburguesas - me dijo Jack, enarcando una ceja en expectativa de cuál sería mi respuesta.
-¿Qué te parece si vamos a buscar comida, vamos a mi casa y vemos una peli? Tu eliges la comida y yo la peli - propuse, esbozando una sonrisa burlona.
-Sí, está bien. Pero a ver qué película me pones, que te conozco... - respondió, asintiendo ligeramente con la cabeza.
Llegamos a casa tras recoger las hamburguesas. Jack había estado muy divertido durante todo el camino y seguía bromeando. Yo fui la primera en atravesar el umbral, pero lo hice mirándole a él, riendo aún de la tontería que acababa de soltar sobre la vecina fisgona de al lado, que nos había estado espiando desde aparcamos.
De pronto noté como se sobresaltaba y, en cuestión de segundos, dejó la comida en el suelo, me agarró del brazo y me colocó detrás de su cuerpo en actitud protectora.
-Shhh - me susurró, señalando con los ojos el interior del comedor.
Miré asomándome desde detrás de su hombro. Estaba todo patas arriba; no como si hubiesen entrado a robar, sino más bien como si alguien hubiese pasado el día tirado por el suelo de mi casa y no se hubiese molestado en recoger. Entonces, lo aparté con suavidad.
-No pasa nada Jack, seguro que es Roi. El año pasado hizo lo mismo. ¿Roi? - le llamé acercándome a la escalera para subir al primer piso.
Jack tiró de mi brazo con suavidad, entró en la casa y cerró la puerta.
-De acuerdo Lia, pero irás detrás de mí. ¿Roi? - dijo, endureciendo la mandíbula.
Le seguí. Miramos en mi habitación pero estaba vacía. Lo mismo ocurrió en la de mis padres y, seguimos hasta la de Sean. Allí estaba, acurrucado en su cama, rodeado de fotos, de recuerdos. Se había quedado dormido entre sollozos.
Le hice un gesto a Jack para que nos dejase solos y me acerqué. Me senté a su lado y le susurré.
-Roi, ¿estas bien? Estaré abajo con Jack; hemos traído comida y luego veremos una peli, ¿Te apuntas?
Roi abrió los ojos; noté la tristeza en su mirada y asintió. Me adelanté, dándole espacio para que se recompusiera.
Tardó diez minutos en bajar. Servimos la comida y la compartimos sin apenas articular palabra. Jack había dejado de estar relajado y Roi estaba un poco ausente. Yo me sentía en medio. Conteniendo lo que pensaba una vez más. Me habría gustado aprovechar la ocasión para hacerle preguntas a Roi acerca de ese día, pero él estaba devastado y yo sabía que no estaba preparado para hablar de ello. También habría podido intentado aliviar la tensión descubriendo el motivo de la animadversión de Jack hacía mi primo. Sin embargo, la que no estaba preparada para interrogar a Jack era yo. Prefería permanecer en la cuerda sin arriesgarme a caer, aún sabiendo que eso me impedía avanzar.
Poco a poco, cuando ya estábamos intentando elegir el film, el ambiente se fue relajando. Se habían compinchado en mi contra y no me iban a dejar poner nada tranquilo, intrigante o incluso romántico. El debate entre acción, terror o aventuras les pertenecía y yo no tenía ni voz ni voto. No me importó demasiado; aunque fingí estar molesta, me alegraba ver cómo éramos capaces de interactuar a la sombra de lo que un día fuimos.
Jack y yo compartimos el sofá de tres plazas, mientras que Roi se había acomodado en la butaca de mi padre. Aguanté media película, pero luego empezaron a pesarme los párpados. Roi roncaba. Jack tiró de mí hasta apoyar mi cabeza en su pecho, me besó en la sien y me tapó con una manta.
Lo siguiente que recuerdo es que la puerta se abrió con un crujido leve, y el sonido de los pasos de mi padre resonó en el pasillo mientras entraba.
No fuí la única en notarlo, porque los tres recobramos la compostura de golpe.
-Hola chicos. Me alegro de que estéis aquí los tres juntos. Han cambiado la hora de la ceremonia de mañana. Este año será por la mañana temprano, así no interferirá en el partido y terminará antes. No os molesteis, estoy cansado; el viaje ha sido largo. Voy a echarme un rato. Seguid con lo vuestro - nos dijo, mirándonos a los tres con cariño.
Mi padre, sin pretenderlo, pues había intentado ser lo más comprensivo posible, había roto el refugio que habíamos creado entre los tres, y esa calma que nos envolvía se había desvanecido. Todo volvió a ser raro e incómodo entre los tres. Jack fue el primero en romper el silencio:
-Bueno, me marcho. Tengo que pasar por casa antes de ir al entrenamiento. Lia, te escribo después para quedar para mañana. Puedo recogerte y podemos ir juntos - dijo - Tú también puedes, Roi; puedo recogerte a ti también si lo prefieres.
Roi asintió con la cabeza, pero no hizo ademán de marcharse, así que acompañé a Jack hasta la puerta. Al abrirla noté que el tiempo había cambiado y el frío empezaba a amenazar.
-Gracias, Jack - le dije, dándole un abrazo.
-Gracias a ti idiota - dijo con cariño - No sabes cuanto me alegro de haber pasado contido el día de hoy. He llegado a olvidar por momentos que era su cumpleaños.
Me devolvió el abrazo, tan fuerte que me levantó del suelo. Luego me besó la mejilla y se alejó.
Cerré la puerta suspirando y una voz muy molesta dijo detrás mío:
-Ya estabais tardando en encontraros bajo toda esa mierda que arrastramos - dijo Roi.
Sonreí divertida, no por sus palabras, pero si por como las había pronunciado, haciendo gestos dramáticos como si estuviese interpretando Romeo y Julieta.
-No sabes de qué hablas, es Jack - le respondí, quitándole importancia.
-Yo esto ya lo viví, pequeña - dijo mientras se despedía atravesando el umbral de la puerto - Hasta mañana.
ESTÁS LEYENDO
Destellos de aguamarina y miel
RomanceAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...