Querido cerebro,
Suerte que te tengo a ti para poner un poco de orden porque cuando me dejo guiar exclusivamente por el de abajo, siempre hay algo que sale mal.
He cometido el error más grande de toda mi vida. Soy consciente de que para alguien que está a punto de cumplir los dieciocho sonaría un poco dramático, pero para mí no lo es. Siento que esto es grave, muy grave. He traspasado el cartel de "sendero peligroso", he leído todas las advertencias que me ibas lanzando por el camino, pero el tonto de más abajo, mi corazón, ha cruzado de cabeza y ahora no puedo hacer nada para remediarlo. Estoy hundiéndome en sus arenas movedizas, dinamitando el amor más bonito y más puro que he sentido jamás, día tras día.
Sean lleva días preguntándome qué me pasa. Creo que él también se ha dado cuenta de que llevo un tiempo fingiendo que todo está bien. Le quiero y eso es puro y real, pero ahora mismo no creo que eso sea lo más intenso que soy capaz de sentir por una persona.
Me sentía mal, me martirizaba por dentro. No entendía el porqué de esta inquietud. Llevaba días sin dormir y ayer metí la pata hasta el fondo. Era la fiesta de Halloween. A Sean nunca le han encantado las fiestas. Es súper sociable, pero siempre dice que prefiere que tengamos un plan más tranquilo los dos solos. Y eso era precisamente lo último que tenía en mente. Sí, supongo que había empezado a evitar nuestros momentos a solas. Soy la peor novia del mundo. No es que no quisiera estar con él, me daba miedo que me viera por dentro y se diera cuenta de lo podrida que estoy.
Insistí bastante hasta conseguir que aceptara ir a la fiesta que organizan cada año los alumnos de último curso de nuestro instituto. Sean vendría más tarde con el resto de compañeros del equipo pero Roi, al seguir lesionado, se había ofrecido a acompañarme. Me pasó a buscar por casa. Me había disfrazado de enfermera sexy, muy típico, lo sé, pero era sencillo y me sentaba fenomenal. Decidí darle un toque más canalla así que me puse medias de rejilla agujereadas, me manché un poco la mini bata con tinta roja y tomé prestada la liga de encaje de la boda de mi madre.
En cuanto abrí la puerta, noté cómo Roi era incapaz de apartar la mirada de mis muslos, de mis labios, de mi escote. Nunca antes me había mirado así, con ese ansia. Debí haberle parado los pies desde el primer momento, pero me sentía tan sexy, tan orgullosa de ejercer esa especie de poder mental, que todo se me fue de las manos.
Tan pronto como llegamos nos dirigimos hacia la barra para alcanzar un par de bebidas. Nos sumimos en una especie de competición para intentar quitarnos la incomodidad que sentíamos el uno hacia el otro, así que empezamos a terminar las copas más deprisa de lo normal y a servirnos una tras otra.
En media hora ya estaba bastante perjudicada. Dejamos de beber y nos pusimos a bailar. Cada vez más cerca, cada vez con más intimidad. Hasta que no pude soportarlo: salí al patio trasero para tomar aire. No había nadie más. Roi me alcanzó para preocuparse por mi estado y sin saber cómo, ni porqué, lo besé. Fue un beso intenso, hambriento y adictivo. Me separé para disculparme, pero al alcanzar sus ojos, Roi me devolvió el beso con más fuerza. Lo empujé con todas mis fuerzas para apartarlo de mí.
No le dejé hablar, me alejé de él tanto como pude y me dediqué a esquivarlo el resto de la noche. Cuando por fin llegó Sean, no fui capaz de mirarlo a los ojos. Aguanté una media hora, pero luego le dije que había bebido demasiado y que quería marcharme a casa. Mi intención era llamar un Uber y dejar que Sean se divirtiera con sus amigos. Sin embargo, insistió en acompañarme a casa como el buen novio que era y, tras el beso más casto que le había dado jamás, se marchó y se me partió el corazón.
Sé que no hay vuelta atrás, sé que debo confesarle lo que siento a pesar de que eso le vaya a romper el corazón, lo que he hecho a pesar de que vaya a perderlo para siempre. Voy a perder su amor, su amistad y no solo eso: le arrebataré también a su mejor amigo, a su primo. Porque cualquiera puede cometer un error, puede tener un desliz, pero eso no ha sido lo que ha pasado hoy. Hoy le hemos traicionado, los dos, las dos personas en las que más confía, las que más le quieren...
Roi no ha dejado de llamarme desde ayer, pero tampoco soy capaz de hablar con él. Siento que me estoy escondiendo pero en realidad sé que estoy armándome de valor para descubrir a la persona miserable que habita en mí, para salir de las sombras y dar la cara.
Te quiero ricitos. Sé que lo he estropeado todo, pero también sé que nunca he dejado de quererte.
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Destellos de aguamarina y miel
RomanceAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...