Sonó la alarma de mi móvil, la tercera. Y eso solo significaba que debía levantarme ya si no quería llegar tarde al instituto.
Era 3 de noviembre y se celebraba el día del deporte, que básicamente consistía en pasar la jornada haciendo actividades y asistiendo a partidos amistosos entre equipos formados por jugadores de distintas clases.
Nuestro instituto destacaba, sobre todo, por tener equipos de baloncesto y de voleibol muy competitivos.
Tradicionalmente, habían surgido buenos jugadores con proyección en las ligas profesionales por eso era importante poder pertenecer a alguno de esos equipos..
Yo llevaba dos años sin practicar ningún deporte, más allá de lo estricto e indispensable para aprobar la asignatura de educación física.
Sin embargo, en el pasado había pertenecido al equipo femenino de voleibol y por eso, me había inscrito en las competiciones mixtas de ese día.
Me serviría para subir nota y, de paso, para mantenerme lo más alejada posible del equipo de Jack.
Cami, que pertenecía al grupo de baile del instituto, también estaría ocupada porque, antes de que se jugasen los partidos de las finales, harían una exhibición y se pasaría todo el día ensayando.
A pesar de haberme levantado con las sábanas pegadas, llegué temprano al instituto.
Ese día, no me crucé con Cami, Marc y Jack de camino al instituto porqué aunque no había cogido la moto, logré salir de casa mucho antes de lo habitual.
Al llegar me dirigí a la cafetería y allí estaba Nate, llevaba las gafas de sol puestas y parecía tener una resaca de mil demonios.
-Parece que alguién no descansó mucho anoche - me burlé.
-Buff, ni me hables, la cabeza me va a explotar - dijo, hundiendo sus manos en el pelo para tratar de recogerlo en una especie de moño de samurai o, como le gustaba decir "moño surfero".
-Como te vea Marc así, me parece que vas a chupar mucho banquillo hoy.
-Ni que lo digas, el capi se lo toma todo muy en serio...-respondió Nate con una mueca de cansancio - ¿y tú qué? ¿ya tienes a punto esos pantaloncitos de voley sexys?
-Pues no los he encontrado, jugaré en pantalón largo - respondí viendo el puchero que se dibujaba en la cara de Marc - En fin, nos vemos luego. Que vayan bien los partidos.
Crucé la cafetería y me dirigí al gimnasio para cambiarme en los vestuarios y dejar la bolsa en la taquilla antes de reunirme con el resto de mi equipo.
No sabía con quién me tocaría jugar. Antes de empezar las competiciones, colgaban en las carteleras los equipos y sus integrantes.
Se suponía que se realizaba un sorteo con todos los que nos habíamos inscrito para decidir la composición de los grupos. Pero todos sabíamos que el sorteo estaba amañado, ya que Marc, Jack y Nate siempre jugaban en el mismo equipo.
Cuando fui a comprobar con quién debía jugar, estaba tan absorta buscando mi nombre en el tablero que, al dar un paso atrás, me choque con un alguién alto y rígido. Me giré para disculparme, alzando la vista, y ahí estaba él:
-Eh! - dije
-Eh! -respondió él.
-Lo siento - dije, retirando la mirada de esos ojos claros pero con destellos de oscuridad.
-No pasa nada -me respondió, sin apartar la vista de mi atuendo.
Todo lo que debía hacer ese día era asistir al instituto, ponerme esos mini pantalones de los que se había burlado Nate minutos antes y mantenerme lo más alejada posible de él, jugando con el resto de mi equipo.
¿Cómo era posible que, en tan solo diez minutos, ya me había tenido que tropezar con él, y en el sentido más literal de la palabra?
Me giré, dispuesta a desaparecer para que me tragara la tierra, sin decir nada más. Entonces Jack me agarró de la muñeca para detenerme, se agacho y me dijo, casi al oído:
-Que vaya bien el día y no te hagas daño - mientras me retiraba un rizo rebelde de la cara.
Me aparté como si me quemara. Mi corazón estaba haciendo volteretas. Tenía la respiración agitada y me estaba ruborizando. La única opción que tenía para mantener mi integridad, era desaparecer. Y así lo hice, sin darle siquiera respuesta alguna.
Pasé los siguientes veinte minutos buscando al resto de integrantes de mi equipo. Los conocía prácticamente a todos, aunque no personalmente; es decir, no había hablado mucho con casi ninguno de ellos pero sabía perfectamente quiénes eran.
Uno de ellos era Drew, el guaperas estrella del equipo masculino. Era alto, tenía una cresta negra y los de color ojos negro azabache. Y también era un gilipollas, salido y engreído.
Nunca nos habíamos llevado demasiado bien, sobre todo porque no podía soportar sus comentarios sexistas y prepotentes. Sin embargo, la mayoría de las chicas discrepaban conmigo, y por eso tenía una legión de seguidoras, de esas que se dejan apuntar el número de teléfono en los pechos. ¡Bleh! ¡Qué asco!
-Amelia Lenders... - dijo el salido, con los ojos tan abiertos que parecían a punto de salirse de las órbitas - Esos pantaloncitos te hacen el culito más respingón. ¿Dónde has dejado a tu guardaespaldas? ¿No me digas que estás solita e indefensa? Si quieres yo también puedo protegerte, como el idiota de Jack...
-Genial Drew, ahora no solo me repugna tu pelo sinó que el sonido de tu voz me está provocando arcadas - respondí con una mueca de asco.
Jugamos el primer partido. No estaba tan oxidada como pensaba y realmente pude hacer buenas aportaciones al equipo y disfruté haciéndolo.
Podría decirse que había tenido buenas sensaciones en nuestra primera victoria sinó fuese por el pesado de Drew que no paraba de sobarme, literalmente, cada vez que tenía oportunidad. No solo lo hacía conmigo, sus víctimas éramos Lisa Camden y yo, aunque ella parecía disfrutarlo.
Como habían terminado las dos primeras rondas y teníamos una hora muerta hasta que se reanudaran los partidos de voleibol, me dirigí hacía el pabellón de baloncesto por el túnel de los vestuarios que los conectaba.
Mi intención al comenzar la jornada era no acercarme para nada, a la pista de baloncesto, pero es que no podía soportar más a Drew. Sus compañeros le reían las gracias y yo empezaba a sentirme intimidada.
Siempre había odiado a ese tipo de chicos; me hacían sentir agobiada y asfixiada a su lado, y solo tenía ganas de golpearlos porque cuanto más me picaban y más les respondía, más les gustaba el juego y más sobrepasaba los límites.
Así que supongo que la alternativa que vi más factible para sentirme segura y estar tranquila era acercarme a las gradas de baloncesto, porque sabía que allí nadie me diría nada y podría respirar.
Pero en cuanto rebasé el vestuario masculino de voleibol, un brazo me agarró fuerte por la cintura y me arrastró hasta meterme en el cuarto de la limpieza. No me dio tiempo a reaccionar ni tampoco a resistirme. Estaba encerrada en una habitación de un metro cuadrado, que apestaba a lejía, a oscuras, y en la que únicamente podía distinguir la sombra de cuerpo masculino, mucho más alto que yo, que permanecía inmobil entre la única salida y yo. Estaba atrapada.
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Destellos de aguamarina y miel
RomanceAmelia intenta mantener el control de su vida y de sus emociones, luchando con todas sus fuerzas para no parecer vulnerable. En su soledad, Jack se muestra distante con todos; es mejor que mostrar su dolor, el vacío y la frustración que lo consumen...