18. Confesiones

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Amelia

- ¿Crees que los chicos van a llegar muy tarde? Me apetece una tarde de cine y como mañana no hay clase... - anunció Cami.

- No lo sé, pero creo que me apetece más que salgamos a bailar. - dije mientras cogía mi móvil para poner música. - Con esta canción te van a entrar ganas. Es la nueva de Billie, ¿has visto el clip?

-¡No!, déjame verlo - La canción empezó a sonar - "¿You wanna guess the color of my underwear?"¡Apuesto a que Jackie ya sabe de qué color son tus bragas! - gritó Cami mientras levantaba las cejas y hacía movimientos sugerentes.

-Digamos que todavía no estamos en ese punto...

-Venga nena, si se te come con los ojos. Jajaja. Me gusta la canción. Siii, ¡salgamos a mover ese culito!

Marc había venido pronto a recoger a Jack para acompañarlo a buscar su bolsa. Tenía que coger el bus del equipo para dirigirse a la ciudad vecina en la que se disputará el partido que les tocaba jugar ese fin de semana.

Bien entrada la mañana, Cami vino a casa para estudiar un rato juntas, aunque no estábamos muy por la labor. La había estado poniendo al día en relación a los últimos acontecimientos. Parecía que Jack y yo habíamos iniciado algo un tanto impreciso pero tácito.

Era domingo y el día siguiente era festivo, por lo que no teníamos clases. Como mi madre no se quedaría mucho más, me había pedido que saliéramos a comer las dos. Vino a recogerme a eso de las 14h y primero dejamos a Cami en su casa.

Me daba la sensación de que mi madre tenía especial interés en pasar tiempo a solas. No es que no fuese habitual que lo hiciésemos cada vez que venía, pero en esa ocasión se había mostrado más insistente de lo normal.

Me llevó a un restaurante del centro de cocina mediterránea. Nunca antes había estado allí. El local era amplio, la decoración muy minimalista y de temática náutica. Las paredes eran de tonos cálidos, con algunos paneles de madera, decoraciones de barcos y cuadros de faros y de casas de pescadores. No era el típico restaurante pesquero, era moderno. Podría parecer un lugar frío, pero lo cierto es que era muy acogedor y el dueño era un tipo muy agradable. Cuando se acercó el camarero, ambas pedimos una ensalada y un plato de pescaditos para compartir. El restaurante estaba repleto de familias.

Habíamos llegado al postre. Estaba bastante llena pero me apetecía helado. Mi madre, en cambio, se abstuvo de pedir postre y en su lugar se tomó un té.

Ya habíamos tratado todos los temas de rigor: el instituto, el ambiente en casa con papá, mi relación con Cami e incluso me preguntó por Jack. Al parecer, se había percatado de que nuestra relación había cambiado y ahora éramos más cercanos. Se alegró por nosotros. Fue entonces cuando lo soltó:

-Cariño, tengo que contarte una cosa.

-Dime - respondí un tanto sorprendida.

-He conocido a alguien y quería que lo supieras por mi. Todavía es demasiado pronto como para que sea algo serio pero si las cosas nos van bien, puede que llegue a serlo, y si eso sucede prefiero haberte prevenido primero. No quiero que esto te haga sentir mal. No ha sido algo planeado y no tiene nada que ver con tu padre. Quiero decir, que no me fui por él porque todavía no lo conocía. - Mi madre se desató, estaba nerviosa y era evidente que le importaba y que deseaba que yo me lo tomase bien.

-Me alegro por ti, mamá. Quiero que seas feliz y prefiero que estés con alguien que te cuide y que no estés sola - respondí.

Lo sentía de verdad, no era algo que les estuviera diciendo para complacerla. Su cara cambió. Se le elevaron las comisuras de la boca y se le iluminó la mirada. Me abrazó y me susurró:

-Gracias, mi vida. Te quiero.

-Y yo a ti, mamá.

Mamá se levantó y vino hacia mí para abrazarme. Era evidente que era importante para ella y que deseaba mi aprobación. De alguna manera, vi ese acercamiento como una oportunidad para compartir con ella lo que me estaba sucediendo a mí. Volvió a tomar asiento separándose de mí en el momento en el que me trajeron el postre. La conversación prosiguió hasta que decidí que había llegado el momento:

-Yo también tengo algo que contarte - me armé de valor. - Jack y yo hemos hecho las paces.

-Espera, ¿estabais enfadados?

-Bueno, no exactamente. Es complicado. Digamos que nos habíamos distanciado mucho. Pero lo hemos hablado y puede que ahora lleguemos a ser algo más que amigos. - Hice una pequeña pausa para estudiar su reacción y nada. Ni sorpresa, ni desconcierto ni estupefacción. - ¿Me estás entendiendo?

-Si cariño, Jack y tú hace tiempo que dejasteis de ser solo amigos.

-¿Cómo? No, mamá. Eso no es así.

-Nosotros sí lo notamos. Tan solo era cuestión de prestar un poco de atención a vuestras miradas y reacciones.

-Nosotros ¿quiénes?

-Papá, la tía Agnes e incluso los padres de Jack. Lo hablamos en varias ocasiones antes de... - dejó la frase inacabada porque dolía demasiado que sus muertes fuesen el punto de inflexión que servía para contextualizar los hechos acaecidos en nuestras vidas.

-Nos hemos besado, en varias ocasiones - la interrumpí, sabiendo que esta nueva información iba a ser lo suficiente trascendental como para ignorar la referencia anterior.

-Vale - respondió mi madre, invitándome a que siguiese desarrollando la historia.

- Solo eso, nos hemos besado. Y creo que hemos iniciado algo, juntos.

-Me alegro. Espero que os cuidéis el uno al otro. Jack te quiere, mi amor. Pero debes tener un poco de paciencia con él porque, aunque nosotros no seamos el ejemplo más saludable de familia que intenta superar un duelo, Josephine está muy mal y no creo que vaya a mejorar en breve. Jack debe estar sufriendo también, no debe ser fácil vivir allí - Algo acababa de hacer crac en su interior y mi madre tenía los ojos humedecidos.

Estiré la mano para alcanzar la suya. - Lo sé mamá. Anoche se quedó a dormir en casa - entonces bajé la mirada porque esperaba recibir una reprimenda pero en su lugar me respondió:

-Me parece genial que os hagáis compañía, pero recuerda que debéis tomar precauciones.

-¡Mamá! Que te acabo de decir que solo nos hemos besado.

-Lo se. Pero tenlo en cuenta para un futuro no muy lejano. Y hazte respetar. En cuanto a que se quede a dormir en casa, yo no tengo ningún inconveniente. Lo hablaré con tu padre para que entienda las razones que tenéis para pasar tiempo juntos. Sabemos que no le gustará de entrada, pero espero que entre en razón. Si él tampoco va a estar en casa la mayoría de fines de semana, al menos yo estaré más tranquila sabiendo que Jack está contigo. Además, estoy segura de que para él será un alivio poder salir de esa casa.

Parecía que estuviese hablando de la casa de los horrores. Yo sabía perfectamente que la madre de Jack no debía darse cuenta de si pasaba la noche en casa o no. La mayor parte del tiempo se desconectaba de la realidad. Pero hasta ese momento no me había dado cuenta del infierno por el que debía estar pasando Jack en casa. Quizás porque no lo analicé lo suficiente. Fue entonces cuando entendí la frialdad con la que había estado actuando durante todo ese tiempo. Creía que era su modo de enfrentarse al duelo, pero en realidad, lo que estaba haciendo era protegerse porque ser consciente del ambiente que se respiraba en su casa era mucho peor que fingir no sentir nada más que ira.

Ya había decidido que me dejaría llevar, que intentaría pasar el mayor tiempo posible junto a él porque era lo que necesitábamos los dos. Sin embargo, ahora sentía que debía ayudarlo a él más que a mí, que debía protegerlo del infierno que llevaba dos años viviendo y que haría lo que estuviese en mi mano por liberarlo. Estaba dispuesta a quitar el freno y si bien era consciente de que me podría hacer daño nunca llegué a imaginar cuanto.



Destellos de aguamarina y mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora