16. Juntos

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Tan pronto como fueron llegando los demás, todos fuimos ocupando las sillas en la mesa del comedor que había dispuesto mi tía. Yo me senté junto a Roi.

Nos estábamos acostumbrando a reunirnos ese día e intentábamos, a pesar de la tristeza que albergaba en el interior de cada uno, disfrutar al máximo de la compañía que nos brindábamos los unos a los otros.

No era un día para reprocharnos nada. Procurábamos iniciar las conversaciones con sutileza para no tratar ningún tema tabú y a medida que nos dejábamos llevar la familiaridad nos invadía junto con la nostalgia.

La comida transcurrió de forma agradable. Me sentía cómoda compartiendo mesa con mi familia, incluso Roi estaba relajado y feliz interactuando con todos e intercambiando bromas con mi padre, como ocurría en antaño.

Una vez que terminamos la sobremesa, nos trasladamos al salón para seguir charlando. Era ya media tarde y estaba bastante cansada.

Di por hecho que papá se quedaría a pasar la noche en casa, que al menos ese día no volvería al trabajo ni lo usaría como excusa. Pero estaba equivocada.

No quise expresar mi disgusto para no estropear el día, y me lo guardé para mí. Sin embargo, mi cara debió ser un poema porque mamá me sugirió que me quedase a pasar la noche con ella en casa de tía Agnes. Como no me apetecía, le dije que había quedado con Cami y tras despedirme de todos me marché caminando.

De camino a casa consulté los mensajes que tenía. Tras la ceremonia, Cami y Marc se habían ido a pasar el día a la ciudad y regresarían tarde. Aun así, mi amiga se había acordado de mí y me había enviado un mensaje diciéndome que si la necesitaba la llamara y que entonces volvería de inmediato. Le respondí que me quedaría en casa pero que no se preocupara porque estaba bien.

Lo cierto era que no me apetecía tener compañía y tampoco quería arruinarle el plan.

Decidí que me pondría el pijama, prepararía palomitas y haría un maratón de pelis para tener bien entretenido a mi cerebro. De camino a casa, verifiqué si había algún mensaje de Jack pero no tenía ninguno.

Se me hacía raro caminar sola por la calle. Empezaba a atardecer y a refrescar. Las aceras estaban llenas de hojas anaranjadas caídas de los plataneros de sombra y de sus bolas secas. El viento que soplaba era frío y notaba cómo se me enrojecía la punta de la nariz. Me ceñí el abrigo todo lo que pude y subí la solapa del mismo para que me tapase más el cuello. Tendría que haber cogido un pañuelo...

No podía ignorar que me sentía sola. No únicamente en el sentido físico. Me había dolido que mi padre no se hubiese dignado a pasar la noche en casa. Pero, sobre todo, sabía que me sentiría igual de sola aunque estuviera rodeada de personas. Personas con las que no lograba conectar del todo.

Llevaba ya más de dos horas en el sofá y había visto tres capítulos de "Son's of Anarchy", serie que me había recomendado Nate. Y, aunque me gustaba, mi mente seguía divagando, repasando los dos últimos días y preguntándose qué estaría haciendo Jack.

Pausé la serie con el mando de la tele y volví a chequear los mensajes de ese día. Ninguno era suyo, y me dolió un poco.

No es que yo le hubiese escrito, aunque lo deseaba, pero lo echaba de menos. Anhelaba que estuviese a mi lado, sentirlo cerca. Con tan solo eso me conformaba.

No obstante, habían sido dos días duros y no quería presionarlo. Me había dado tantas cosas, habíamos compartido tantos instantes de luz, que me sentía agradecida y sabía que no debía pedirle más. Aún así, lo deseaba.

Conformándome con lo recibido, empecé el cuarto capítulo y, al cabo de media hora más, me quedé dormida.

Estaba soñando con Sean y con Grace. Qué bonita era Grace, se parecía tanto a su hermano. Solo que ella, en vez de tener un aura misteriosa y distante que enganchaba a los chicos como un imán, era dulce y cercana. No hablaba tanto como Roi o mi hermano, eso era la firma de los Lenders, pero cuando lo hacía, parecía tan sensata y segura de sí misma que te cautivaba con su discurso. Era también muy cariñosa y empática.

En el sueño estábamos los tres en la playa, ni rastro de Jack. Era primavera porque hacía calor, pero no era asfixiante. Se reían de cómo les quedaban las gafas de sol. Parecía como si yo estuviese en un segundo plano porque, a pesar de que eran conscientes de que estaba con ellos, no interactuaban conmigo. Era como estar viendo un partido en primera fila. Me sentía tan bien y ellos parecían tan felices. De repente, empezó a llover con furia y corrimos hacia el coche de mi hermano.

Ya en la carretera, llovía y llovía cada vez más. No se veía prácticamente nada.
Me estaba empezando a agobiar. Presentía que algo malo estaba a punto de pasar, que la felicidad que acababa de experimentar se me escapaba de las manos.

No podía verles la cara porque yo estaba en el asiento de atrás pero ya no oía sus risas. Y entonces, las luces de un camión que se dirigía directamente hacia nosotros me cegaron, tan solo podía oír el claxon alertándonos para que nos apartásemos y ¡boom! ¿Había muerto yo también con ellos?

No podía respirar. Oía un sonido de fondo. Era el timbre de casa, alguien estaba llamando. Abrí los ojos sobresaltada y me acerqué a la puerta. Seguía siendo incapaz de respirar. Hice un esfuerzo para abrir la puerta porque, fuese quien fuese, debía ayudarme; estaba empezando a hiperventilar.

Afortundamente, era Jack:

-Eh, Lia. Me preguntaba si me acogerías en tu casa esta noche... Mmm - Jack empezó a hablar de inmediato, parecía que hubiese estado ensayando el discurso, hasta que se percató de que algo no andaba bien - ¡Lia! ¡Lia!, ¿qué te pasa?

-Pesadilla - fue todo lo que pude decir antes de caer al suelo hiperventilando.

Jack entró, cerró la puerta. Y se sentó detrás de mí, levantando mi cabeza hasta apoyarla en su hombro izquierdo. Tiró de mis hombros hacia atrás con delicadeza para dar más de espacio a mis pulmones.

-De acuerdo Lia, sabes cómo hacerlo. Vamos a respirar juntos. Vas a coger aire, llevarlo a tus pulmones y dejarlo ahí por un instante antes de soltarlo. Voy a contar y con cada respiración vas a intentar mantenerlo durante más tiempo. Vamos a allá: respira, uno, dos, suelta. Otra vez: respira, uno, dos, tres, cuatro y suelta...-Poco a poco, el aire fue llegando a mis pulmones para quedarse y fuimos recobrando la normalidad.

-Gracias Jack -le susurré con un hilo de voz.

-Ya sabes: Jack Miller, experto en pesadillas, ataques de pánico... Tendré que empezar a cobrarte por mis servicios. - dijo sonriendo.

-Entonces, tendré que cambiar de especialista, intuyo que serás muy caro.- le respondí, alzándome y tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse, mientras le sacaba la lengua juguetona.

-Ven aquí - dijo tirando de mí contra él para abrazarme - ¿Quieres hablar de la pesadilla?

-No, mejor vamos a dormir...

Tiré de su mano hacia mi habitación y le señalé mi cama, invitándole a dormir conmigo. Jack se quitó el abrigo, las zapatillas, el jersey y los pantalones, y se metió en la cama conmigo.

Me abrazó y no teníamos nada más que decirnos. Ambos sabíamos que esa noche no iba a pasar nada más entre nosotros. Estábamos donde debíamos estar, juntos, y de eso trataba todo ese día: de estar con la única persona en el mundo que me comprendía, que sentía mi dolor porque también era el suyo pero que quería, igual que lo quería yo, avanzar. Juntos.

Destellos de aguamarina y mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora