Nerviosismo

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Iván caminaba distraídamente por las calles de Buenos Aires, pensando en sus planes para el día. De repente, alguien chocó contra él, sacándolo de sus pensamientos.

-perdón, venía muy distraída- escuchó decir a una voz familiar.

Al levantar la mirada, Iván sintió que el mundo se detenía. Era Emma, la chica que había ocupado sus pensamientos durante tanto tiempo. Pero ¿cómo era posible? Se suponía que ella estaba en Los Ángeles. La confusión se apoderó de él, mezclándose con una avalancha de emociones: sorpresa, alegría, nerviosismo.

Su corazón comenzó a latir con fuerza. Emma estaba allí, frente a él, tan hermosa como la recordaba. Por un momento, Iván se quedó sin palabras, luchando por procesar lo que estaba sucediendo.

-¿Iván?- preguntó Emma, con una emoción evidente en su voz.

El nerviosismo de Iván alcanzó su punto máximo. ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía decir? Su mente se nubló por la ansiedad y la sorpresa. En un intento desesperado por ganar tiempo y calmar sus nervios, las palabras salieron de su boca antes de que pudiera pensarlas:

-perdón ¿nos conocemos?- dijo, inmediatamente arrepintiéndose de sus palabras.

Vio la confusión y el dolor cruzar el rostro de Emma, y se sintió terrible. Quería explicarse, decirle que por supuesto que la recordaba, que había pensado en ella todos los días. Pero antes de que pudiera corregir su error, escuchó una voz a lo lejos.

-amor, te estaba esperando- llamó Catalina a Iván.

Iván se quedó paralizado, atrapado entre dos mundos. Por un lado, Emma, el pasado que nunca había podido olvidar. Por el otro, su presente, la vida que había construido en su ausencia. La culpa y la confusión lo abrumaron, mientras veía a Emma procesar la situación, la duda reflejada en sus ojos.

Quería decir algo, explicarse, pero las palabras se negaban a salir. Se sentía dividido, confundido y, sobre todo, culpable por haber causado esa expresión de dolor en el rostro de Emma. ¿Cómo había llegado a esta situación? ¿Y qué debía hacer ahora?

El tiempo parecía haberse detenido en esa esquina de Buenos Aires. Iván, paralizado entre Emma y la voz que lo llamaba, sentía que el suelo se abría bajo sus pies. El rostro de Emma, una mezcla de confusión y dolor, lo atormentaba.

Emma dio un paso atrás, sus ojos llenándose de lágrimas. -yo... lo siento, me equivoqué de persona- dijo, su voz apenas un susurro.

Iván quería gritar, explicarle todo, decirle que no se había equivocado, que él era un cobarde. Pero las palabras se negaban a salir.

Emma se fue dejando a Iván con Catalina, quién seguía llamándolo. 

Iván se quedó allí, con el corazón destrozado y la mente en caos. Su acompañante le hablaba, pero él no podía escucharla. Solo podía pensar en Emma, en lo que acababa de perder, quizás para siempre.

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