👑Capítulo 37: Azrael el Arcángel 👑

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En el cielo

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En el cielo

**Narrador omnisciente:**

En el brillante firmamento del cielo, un Arcángel de imponente figura caminaba con pasos firmes hacia una reunión con la Serafín Mayor. Sus alas negras se extendían con majestuosidad, contrastando con su pálida piel. Su cabello oscuro caía en ondas suaves, y vestía un traje negro adornado con detalles dorados, que combinaban con sus botas y la enorme guadaña dorada que sostenía con una calma aterradora. Era **Azrael**, el Ángel de la Muerte, uno de los siete Arcángeles que servían al Todopoderoso.

Los nombres de sus hermanos resonaban en su mente como ecos del pasado: **Miguel, Uriel, Leliel, Gabriel, Joel, Lerot y Cassius**. Sin embargo, Azrael, a menudo solitario, llevaba consigo el peso de un destino único. Él fue la última plaga de Egipto, enviado por su padre para acabar con aquellos que no llevaban la marca de la sangre del cordero en sus puertas. Esa noche, tal como narraba la Biblia, Azrael mató a los primogénitos egipcios, incluyendo al hijo del faraón Aarón. Una historia de horror para algunos, pero para Azrael, era simplemente cumplir la voluntad de su padre.

Mientras caminaba por los resplandecientes pasillos celestiales, Azrael reflexionaba sobre la reciente muerte de **Adán**, el líder de los exorcistas, durante el último exterminio. Para él, esa muerte era una traición al cielo. ¿Cómo podían los exorcistas actuar sin la aprobación del Padre? ¿Qué derecho tenían a decidir sobre las almas sin consultarlo?

Su padre, el Todopoderoso, no estaba al tanto de todo lo sucedido en el Infierno, ni siquiera Jesús. Pero **Sera**, la Serafín Mayor, sabía lo que había ocurrido. Había ocultado ciertos hechos, sabiendo que tanto Lucifer como los demonios aún tenían la posibilidad de redimirse. **Sir Pentious**, el amigo de la hija de Lucifer, **Charlie**, había logrado redimirse, sacrificándose por el hotel y sus amigos en la batalla contra Adán y sus exorcistas. Ahora vivía en el cielo, tras haber sido redimido por ese sacrificio. La batalla, por su parte, había terminado con **Niffty**, la pequeña cíclope, matando a Adán.

Pero ahora, la atención de Azrael estaba en lo que Sera tenía que decirle. Aunque era devoto solo a su padre, estaba dispuesto a escuchar. Sin embargo, él no actuaba sin antes consultar al Todopoderoso, y si decidía hacerlo, sería bajo sus propios términos.

Al entrar en la gran sala de la reunión, la luz celestial bañaba todo con un brillo suave y calmante. Sera lo esperaba, su aura dorada brillando con la pureza y autoridad que solo un Serafín podía poseer. Ella lo miró, reconociendo la tensión en el aire.

**Azrael** se detuvo frente a ella, su expresión fría pero expectante.

**Azrael**: —Muy bien, Sera —dijo con su voz profunda, cada palabra cargada de poder—. ¿Qué tienes que decirme, Serafín Mayor?

Sera lo observó con calma, sabiendo que no era fácil pedirle un favor a Azrael, y mucho menos a alguien que solo respondía ante el Todopoderoso. Aún así, había algo que debía solicitar, algo que necesitaba ser corregido.

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