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—¡La próxima vez que tomes como rehén a la madre de la heredera del consorcio de seguridad más influyente de una potencia mundial me gustaría saberlo antes! —reprochó la voz del pakhan, en un ruso áspero, descendiendo por las escaleras rumbo a los...

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—¡La próxima vez que tomes como rehén a la madre de la heredera del consorcio de seguridad más influyente de una potencia mundial me gustaría saberlo antes! —reprochó la voz del pakhan, en un ruso áspero, descendiendo por las escaleras rumbo a los calabozos para verificar el estado de su nuevo trofeo de guerra.

Alexey, tras oírlo acercarse, detuvo de momento su intención de fuga y retomó sigiloso su escondite. El viejo venía acompañado de Boris Kozlov.

—Sí, señor —consintió el más joven, consternado por su descuido, que bien podría haberle costado la operación completa.

¿Cómo pudo ser tan estúpido? Su hambre de venganza por el Halcón, y su afán por destruirlo, ganaban tanto terreno que comenzaban a cegarlo, a no permitirle pensar con claridad.

—Es una suerte que la mujer se sintiese traicionada y me entregase a Sokol listo para exportación. ¡Una que no tengo que agradecerte! —insistió Vladimir tajante.

—Le aseguro que no se repetirá, señor —dijo Kozlov, y recibió de su jefe una venia cautelosa en respuesta—. Todo está preparado para partir al amanecer. En San Petersburgo cuentan las horas para ver morir al traidor.

—¡Y así será! —se regodeó Novikov satisfecho—. Después de este día, nadie se atreverá a desafiar a la Pauk jamás. Ese ingrato de Sokol será un ejemplo indeleble de lo que le pasará a cualquiera que ose traicionarme.

Alexey, escondido debajo de las escaleras, respiraba superficialmente para evitar ser detectado. Conocía bien la agudeza de Kozlov y la de su maestro quien, a pesar del declive de la edad, conservaba sus instintos incólumes.

Apretó el mango de su arma entre los dedos, que temblaban ligeramente por la influencia que la droga tenía todavía en su sistema. No importaba. Así le costase la vida, no desaprovecharía la oportunidad de acabar con el viejo y ponerle un cierre a la historia con sus seres queridos a salvo.

—No lo dudo, señor —estuvo Boris de acuerdo y se dispuso a continuar revisando con su jefe los pormenores para la partida del equipo rumbo a Rusia, pero un ruido casi imperceptible de metal contra metal llamó su atención, era Alexey poniendo el dedo en el gatillo. Kozlov, con la mirada afilada, barrió su entorno en un fragmento de segundo y se percató de que Iván y Sergei no estaban por ninguna parte—. ¡Atrás! —gritó en alerta entonces empujando a Novikov contra la pared y cubriéndolo con su cuerpo.

La bala de Alexey salió del cañón desde abajo y rozó en su trayectoria el alerón de la oreja del pakhan, tiñendo su camisa en rojo, pero, gracias a la pronta respuesta del de la máscara, fue a dar al techo de la primera planta.

—¡Maldita sea! —vociferó el viejo descompuesto, mientras era empujado escaleras arriba por su jefe de seguridad, que ya abría fuego contra los peldaños bajo sus pies con su propia arma.

REDEMPTIO © (Pronto en Papel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora