Epílogo

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12 años después

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12 años después...

La vida era buena, ¡la vida era una puta pasada!, pero con Belén de nueve meses, por primera vez y a los cuarenta, y una hija de diecisiete en flirteos con un idiota, Alexey, de vez en cuando, se veía tentado a resucitar al mafioso que llevaba dentro.

Ahora, como cada domingo, al mejor «estilo Lombardo», esperaba que el almuerzo familiar se sirviese en el jardín, en tanto se preparaba para conocer al «novio» de la chiquilla en la celebración de esa noche, pensando en cómo haría para que no se notase demasiado su recientemente resurgido instinto homicida.

¿Por qué demonios Mila tenía un novio, si parecía que apenas ayer había aprendido a limpiarse la nariz?

—Entonces, nos confirmaron que es un varón. ¡Esa nueva ecografía holográfica prenatal patentada por la Corporación Thánatos es una maravilla! —rezaba Bel, acariciando su panza prominente, en tanto, acomodadas ambas en un par de poltronas junto a la piscina, le relataba a su madre su reciente visita al obstetra—. Se llamará Nikolái. Ya sabes, por Niki, a ella le habría gustado —dijo sensible.

—Nikolái Zverev. ¡Me gusta! —aprobó Aurora—, pero es increíble que me hayas hecho esperar tanto por otro nieto —recriminó, agitando apasionada el abanico. Hacía 40° a la sombra—. No quiero ni imaginar cómo de triste habría sido mi vida estos años si no hubiese tenido a mi Mila —dramatizó—. ¡Todas mis amigas ya tienen varios nietos!

Alexey, desde su silla en el comedor del jardín, bebió un sorbo de agua de pepino. Una sonrisa se le formó en los labios que, a juego con las canas furtivas que ya pintaban sus sienes, le dibujó algunas líneas de expresión alrededor de los ojos. Aurora había tratado siempre a Ludmila como a una nieta de sangre, una consentida, además, y a él mismo como al hijo varón que nunca tuvo. ¿Acaso su suegra imaginaba lo agradecido que estaba por ello?

—Te olvidas de Rogelio, el hijo de Alfonso —le recordó—. También te quiere como a una abuela.

—¡Ro es una delicia! —estuvo Aurora de acuerdo—, pero apenas puedo verlo una vez al año. Ese muchacho, Alfonsito, debería mudarse de vuelta a Nueva Roma con la familia. Por cierto, ¿te disculpaste con él por no poder viajar este año? —dijo después para Belén.

—¡Sí, mamá! —aseguró la aludida y señaló su vientre—. Aunque era de esperarse que Foncho entendiera que no puedo montarme en un avión rumbo a Bélgica con casi nueve meses de embarazo—. Además, si él regresase a vivir a Nueva Roma, ¿quién dirigiría la filial belga de Protek Global?

—¡Yo podría! —bromeó Pedro Ventura de entrada en los jardines, traía en las manos un documento impreso para que Belén lo firmase—. Es el contrato de concesión de servicios para Nusquam que Antón Thánatos pidió —explicó entregándoselo.

—¡Tú no irás a ningún lado que no sea tu oficina contigua a la mía, amigo! En especial ahora, que estoy a punto de convertirme en un biberón ambulante —le advirtió Bel tras firmarlo. Pedro rio—. ¡Papel impreso!, ¡qué cosa extraña! —observó después.

—Así lo exige la Corporación Thánatos, jefa, ¡nada de archivos digitales! —explicó Ventura—. Todos parecen un poco locos en esa familia.

—Locos no, sospechosos —intervino el ruso—. Tener documentos físicos les facilita la destrucción de evidencia cuando es necesaria, y los protege contra ataques cibernéticos. ¡Algo ocultan los Thánatos!

—¡Todos ocultan algo para ti, Lyosha! —soltó Belén divertida, se puso en pie con dificultad y le plantó un beso en la boca a su marido—. Estás trabajando incluso mientras duermes —dijo—. ¿Podrías dejar de hacerlo solo por hoy que es tu cumpleaños?

Niet! —soltó Zverev disimulando una sonrisa, le dio un tirón cariñoso para acomodarla en sus rodillas y le acarició el vientre—. ¡Todos ocultan algo! —susurró para su hijo.

—¡Miren lo que trajo el correo! —gritó entonces Mila desde la mampara del jardín. Traía aupado al pequeño Rogelio de cuatro años. Alfonso y Emma, la esposa de este, la acompañaban.

—¡Alfonsito! —chilló Aurora Lombardo y se apuró a estrecharlo entre los brazos, siendo correspondida en el acto—. ¡No esperaba verte hasta la semana que viene!

—Lo sé, tía —concordó él contento—, pero nos dimos cuenta de que no veníamos a Nusquam desde el funeral de mi padre hace tres años. No queremos que Rogelio perciba Nueva Roma como un país extranjero, así que Emma y yo decidimos que lo mejor sería venir a casa a celebrar con la familia esta noche. ¡Feliz cumpleaños, hermano! —dijo después para Alexey, que se puso de pie para recibir su abrazo.

—¡Gracias, compañero! —correspondió el ruso.

—¡Estupendo! —intervino Belén, que abrazó a Emma y besó a Alfonso en la mejilla—. Mandaré a preparar las habitaciones de huéspedes, ¡tienen que quedarse con nosotros! Tendremos cena, baile y bebida esta noche. También conoceremos al novio de Mila... dicen que es un bombón —añadió pícara.

—¡Mamá! —protestó la adolescente.

—¡Eso lo tengo que ver! —consideró Alfonso divertido y levantó una ceja para Alexey, que carraspeó incómodo, saludó a Emma con una venia y le revolvió el pelo a Rogelio. El chiquillo arrugó la nariz para su tío y rio—. ¡¿Qué pasa, Pedro?! —inquirió sardónico después—. ¿Ya pronto vendrás a trabajar conmigo?

—¡Sobre mi cadáver! —lo amenazó Belén con un índice orgulloso—. ¡Búscate tu propio asistente «todo terreno»! Si te lo llevas, ¿quién diablos crees que se quedará a cargo del Consorcio en mis viajes familiares de cumpleaños?

Todos se sentaban ya alrededor de la mesa en el comedor del jardín para entonces, en tanto los entrantes comenzaban a ser repartidos.

Alexey suspiró, miró a Belén, esa mujer a quien adoraba, y que le había cambiado la vida; a Mila acariciándole el vientre y cuchicheándole tonterías a su hermano; a Aurora Lombardo, a quien veía como a una madre, sumergida en la conversación con una sonrisa; y a todos los demás, que ahora no solo consideraba sus amigos, sino su familia.

Sí. La vida era buena. Las segundas oportunidades existen.

 Las segundas oportunidades existen

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REDEMPTIO © (Pronto en Papel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora