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La casa nueva tenía tres habitaciones, un lindo jardín y vista al muelle desde el salón

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La casa nueva tenía tres habitaciones, un lindo jardín y vista al muelle desde el salón. Tras encontrar el cuerpo de Karla dentro, y con el recuerdo de Martha pululando por ahí, Belén no estaba dispuesta a volver a la vieja casa de Alexey y, dado que contaba con el dinero suficiente para comprar una a su gusto, o más bien al gusto de Mila, Aurora Lombardo, ahora más conocida como «la abuela», les recomendó una agente inmobiliaria de su confianza para emprender esa aventura.

Alexey, por su parte, se hallaba en negación; cerrado a cualquier posibilidad de que Belén usase el dinero de su herencia, sin que él contase con la liquidez necesaria como para colaborar, por lo menos, con la mitad, y sentirse digno así de habitarla; pero no parecía tener voz o voto en ese asunto.

Decidió entonces poner su vieja casa en venta y esta, de forma casi milagrosa, no tardó más de diez días en salir del mercado, por lo que pudo cancelar la hipoteca y abonar el saldo, bastante menor a la parte que le correspondería pagar de la casa nueva, a escondidas en la cuenta personal de Belén.

Ella montó un berrinche cuando se percató, alegando que ese dinero debía destinarse a Mila, para que hiciese lo que le viniese en gana cuando se graduase. Un viaje a Europa de mochilera o el año sabático de juerga interminable que ella no pudo tener, por ejemplo.

Como fuere, se estaban mudando, y había algo en lo que Alexey sí podía colaborar en ese trance: usando sus dotes de manitas para instalar lámparas, electrodomésticos y aparatos que estaba seguro no usarían nunca, pero que Belén se había empeñado en traer a casa tras sus paseos demenciales por los grandes almacenes con sucursal en Nusquam.

Nada muy costoso u opulento, solo chatarra en su opinión, como el jodido nuevo altavoz inteligente con el que el ruso había pasado media mañana envuelto en una riña que casi termina en violencia, solo para sentirse estúpido después.

La noche ya estaba entrando. Mila había ido a dormir a casa de la abuela con Capitán Meón, porque Bel estuvo todo el día preocupada de que respirasen el olor a pintura fresca, con lo que Alexey estuvo de acuerdo, al menos por parte de Mila, pues después de que el equipo de Protek Global rescatase al gato, sin un solo rasguño, de entre escombros y muertos en la vieja fábrica, comenzaba a sospechar que el «bicho distópico», como Belén le decía, era inmortal.

Se tomó un momento para descansar antes de instalar el soporte para el televisor del salón, todavía le quedaba mucho trabajo por delante. Se secó la frente con el dorso de la mano, tomó un sorbo de esa extraña bebida con limón, menta y pepino que Belén había preparado para los dos y se recostó contra el reborde del ventanal de cara al muelle, su camiseta blanca estaba ahora gris por el sudor y el ajetreo, y sus músculos rígidos y doloridos por el trabajo forzoso.

—He esperado a que estuviésemos solos para entregarte esto, llegó esta tarde en el correo —le susurró ella al oído, sorprendiéndolo, le arrebató el vaso, bebió un sorbo de él, lo puso sobre el reborde y le entregó a cambio un sobre lacrado como «República Federativa de Nueva Roma».

REDEMPTIO © (Pronto en Papel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora