|¿Un error?|

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Charlie regresó a su departamento agotada. Había sido un día largo; los niños de la escuela no solo eran hiperactivos, sino que se habían empeñado en burlarse de ella. Pero Charlie no se dejaría vencer tan fácilmente, aunque su paciencia estuviera al borde. Se desplomó en el sofá, suspirando profundamente mientras observaba el apartamento.

-¿Alastor?- llamó en un tono cansado, esperando alguna respuesta. Se quitó los zapatos con un gesto pesado y esperó un momento más. El silencio era abrumador. Sin señales de él, Charlie se levantó, arrastrando los pies descalzos por el suelo frío. Revisó cada rincón del departamento: la cocina, su habitación, incluso el baño. Nada.

"Ya ha pasado todo un día...", pensó preocupada. ¿Dónde podría estar? La inquietud se fue colando en su pecho, mezclándose con la soledad que ella siempre evitaba reconocer. Finalmente, se dejó caer en su cama, mirando al techo. No solían dormir juntos; después de todo, su compromiso era una farsa. Sin embargo, la simple presencia de Alastor en el departamento le ofrecía un extraño consuelo, como si su mera existencia disipara parte del vacío en su vida.



Alastor caminaba a duras penas por las calles oscuras de regreso al apartamento. Su traje estaba desgarrado y manchado de sangre, y aunque su magia vudú era poderosa, el cansancio le había pasado factura. Sentía cada herida, cada golpe que había recibido. Subió las escaleras con esfuerzo, tambaleándose al llegar a la puerta.

Al entrar, el lugar estaba completamente oscuro, pero antes de poder moverse más, una luz se encendió abruptamente. Charlie estaba de pie en el umbral, con los brazos cruzados y una mirada que mezclaba preocupación y enojo.

-¡Alastor!- empezó a decir con furia, pero su expresión cambió al ver el estado en el que él estaba. -¿Qué te pasó?- preguntó con voz quebrada. -¿Dónde estuviste todo el día y por qué vienes... así?-

Alastor la miró, pero no tenía fuerzas ni ánimos para discutir. Su sombra, siempre inquieta, imitaba su agotamiento moviéndose con pesadez detrás de él.

-Eso no te incumbe...- respondió con un tono frío, aunque su voz denotaba agotamiento.

-¿Cómo que no me incumbe?- Charlie apretó los puños, su voz reflejando tanto enojo como angustia. -¡Estuve todo el día sin saber nada de ti sabiendo que hay un asesino suelto! ¿Crees que no importa?-

-Solo somos prometidos falsos, Charlie- Alastor dejó caer la máscara de su habitual tono encantador, revelando cansancio en cada palabra. -Tenemos vidas separadas...-

Antes de que pudiera terminar, notó la expresión de Charlie. Sus ojos estaban vidriosos, conteniendo lágrimas que no quería dejar salir. Su cuerpo temblaba ligeramente mientras se abrazaba a sí misma.

-Claro, entiendo...- replicó con sarcasmo, aunque su voz se quebraba. -Te vas un día entero sin decir nada, me dejas preocupada, pero supongo que eso no importa, ¿verdad?-

Alastor cerró los ojos un segundo, intentando no caer al suelo en ese instante.

-Charlie, solo quiero dormir...- dijo, caminando lentamente hacia el sofá, cada paso más pesado que el anterior.

Ella lo observó con los labios apretados, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza crecer en su pecho. Alastor no la miró ni una vez, solo se dejó caer en el sofá como un peso muerto. Con un gesto brusco, Charlie apagó la luz, dejando el apartamento en penumbras. Sin decir nada más, se fue corriendo a su habitación. Apenas cerró la puerta, su fortaleza se desmoronó y cayó de rodillas, llorando en silencio contra la madera.

Mi falso prometido -Charlastor-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora