|Nice try mother-in-law|

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Era una tarde cálida y tranquila. El sol empezaba a descender, tiñendo el cielo de tonos anaranjados mientras Charlie salía agotada de la escuela donde trabajaba como profesora. 

Su mente estaba enfocada en todo lo que aún tenía que hacer para preparar su falso matrimonio con Alastor. Sus pasos eran lentos y su mirada distraída hasta que, a lo lejos, algo captó su atención.

Alastor la esperaba en la acera opuesta, con un ramo de flores en las manos. Charlie parpadeó, confundida. Aquello no era parte del plan. ¿Flores? ¿Para qué? Si todo lo que hacían era una farsa, ¿por qué esas muestras de afecto que parecían tan reales?

Sin poder evitarlo, su corazón latió un poco más rápido. Cruzó la calle con pasos nerviosos, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

—¿Flores? —dijo Charlie con una mezcla de sorpresa y alegría cuando llegó frente a él, sin poder ocultar su confusión—. Alastor, esto... esto no era necesario. Ya sabes, lo de nosotros no es... —Su voz se apagó mientras lo miraba. Los nervios hicieron que su tono vacilara, aunque en su interior sentía una calidez inesperada.

Alastor la miró, sus ojos serenos y su típica expresión indescifrable en su rostro, pero había algo diferente, un brillo en su mirada que hizo que Charlie se sintiera aún más desconcertada.

—Lo sé, querida —dijo él, extendiéndole las flores con una elegancia que solo él podía manejar—. Pero incluso en un matrimonio falso, las apariencias deben cuidarse, ¿no? Y... —sus ojos se suavizaron por un breve instante—. A veces las flores pueden decir lo que las palabras no pueden.

Charlie tomó las flores, sintiendo cómo su corazón se agitaba más de lo que quería admitir. Era cierto, su matrimonio era una farsa, pero las palabras de Alastor resonaban de una manera inesperada dentro de ella. 

Algo, muy dentro de sus corazones, estaba cambiando. Y aunque ambos eran demasiado orgullosos para reconocerlo abiertamente, las señales eran cada vez más claras.

—Gracias... —murmuró ella, con una sonrisa tímida. Mientras sostenía las flores, sus dedos rozaron las de Alastor, y ambos compartieron una mirada que parecía decir más de lo que cualquiera de ellos estaba dispuesto a admitir.

El trayecto hacia su casa fue relajado, pero cargado de esa tensión silenciosa que había crecido entre ellos. A pesar del cansancio que ambos sentían, esa conexión implícita los hacía olvidar la fatiga, aunque ninguno decía nada al respecto. Simplemente caminaban juntos, codo a codo, disfrutando del mutuo silencio.

Cuando finalmente llegaron a casa, ambos se desplomaron en el sofá, exhaustos. La sala estaba iluminada por la suave luz del atardecer que entraba por las ventanas, y el sonido del exterior parecía lejano, casi inexistente. Charlie y Alastor se miraron, sonriendo con complicidad.

—No sé qué es más agotador, las clases o este falso compromiso —bromeó Charlie, mirando el ramo de flores sobre la mesa, y luego las manos de Alastor, sus dedos entrelazados sobre su regazo.

Alastor soltó una suave risa, algo raro en él. Su expresión permanecía relajada, sus ojos fijos en ella.

—Probablemente ambos... pero, debo decir, estamos haciendo un excelente trabajo —respondió él, con una sonrisa apenas perceptible en sus labios.

Por un momento, solo se miraron. Sus miradas eran suaves, y aunque sabían que todo era parte del teatro que estaban llevando a cabo, la intimidad que compartían en esos momentos resultaba real.

Justo cuando Charlie iba a decir algo más, el sonido de la puerta abriéndose abruptamente interrumpió el momento. Ambos se voltearon rápidamente, sorprendidos. Charlie frunció el ceño cuando vio a su madre, Lilith, entrar acompañada de su padre Lucifer y los pequeños Jesús y Juan, quienes corrieron emocionados hacia ellos.

Mi falso prometido -Charlastor-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora