21- Anillo de Esmeraldas

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En la vida solo hay dos momentos verdaderamente importantes que marcan una diferencia, el día que naces y el en que mueres, pero eso es una mentira, hay uno más, uno del que nadie habla por qué tienen miedo y creen que al no mencionarlo no se hará realidad

jamás creí que lo experimentaría, pero algo en mi pecho, en lo profundo de mi corazón me advertía de ello, el escalofrío al caminar descalzo por el frío suelo solo lo confirmo.

Todo estaba oscuro y frío, eso me asustó.

Seguí las instrucciones que maxim me dio para llegar a la sala de juntas donde Román se encontraba, cada paso era una tortura quería correr para llegar más rápido

La necesidad latente de estar a su lado me oprimía el pecho, me consumía una fuerte ansiedad que me revolvía el estómago, apresure el paso, todo estaba obscuro no había luz en ningún lado, apenas podía ver el camino y muebles a los costados del gran pasillo, una pequeña cantidad de luz entraba por la grandes ventanas permitiéndome ver lo necesario para no tropezar o chocar, me abrace a mí mismo tratando de encontrar calor en mis propios brazos pero conforme avanzaba el frío empeoraba, la luz de la luna dejo de ser hermosa como cuando ilumino el rostro de Román, ahora me parecía siniestra y aterradora, camine incluso más rápido de lo que ya lo estaba haciendo, no me importaban las heridas aún frescas en mi cuerpo.

Continúe un largo rato hasta que me detuve en seco cuando vi un cuerpo sin vida al pie de las escaleras, tenía heridas de bala en todo el cuerpo, tenía un uniforme de seguridad, era uno de los guardias de los socios de Román.

Algo no andaba bien.

Subí las escaleras lo más rápido que pude, la desesperación me consumió, cada escalón era una tortura quería ir más rápido pero no podía, las heridas en mis piernas y brazos comenzaron a sangrar por el esfuerzo físico que estaba haciendo, ardía, pero no me importo, seguí avanzando, antes de llegar al tercer piso el olor de la muerte llego a mí, en cuanto subí el último escalón ví la sangre, había cuerpos apilados cubriendo los pasillos, todos tenían heridas de bala, eran los guardias de los socios, todo el suelo estaba lleno de casquillos, sus chalecos antibalas estaban repletos de marcas, los habían acribillado algunos incluso aún tenían las armas en sus fundas no tuvieron tiempo de actuar, los tomaron por sorpresa.
apenas di un paso la sangre cubrió las suelas descalzas de mis pies.

Aún estaba caliente.

Camine rápido atravesado el mar de cadáveres todos estaban esparcidos por el gran pasillo, al fondo estaban las puertas rojas

Román estaba ahí.

con forme avanzaba los hombres eran menos, había menos pilas de cadáveres solo quedaban pocos, sentía que entre más avanzaba más lejos de las puertas estaba, Román estaría bien era muy fuerte, era un hombre duro podía con lo que sea que se le pusiera enfrente, él no podía morir era incapaz de hacerlo incluso si le habían disparado el estaría bien, pero aun sabiendo todo eso, corrí a él con temor, mis piernas temblaban mire las puertas rojas estaban hasta el fondo del gran pasillo, parecía que se estaban burlando de mi entre más rápido corría parecía que se alejaban a un más, mi corazón latía sin control, mi frente sudaba igual que las palmas de mis manos, solo podía ver las puertas, quería llegar, quería verlo y asegurarme que estaba bien.
estaba tan concentrado en llegar lo más rápido que podía, que no ví el cuerpo de un hombre Enmedio del pasillo, me tropecé y caí encima suyo, aún estaba caliente, me quité de encima suyo de inmediato ni siquiera ví su rostro.

-Ayúdame- un gemido adolorido salió de sus labios entre abiertos, me puse en pie alejándome de él, trato de tomarme del brazo con las últimas fuerzas que le quedaban, pero no deje que me tocara.
-Ayud- suplico entrecortado, su voz estaba rasposa, me aleje de él sin siquiera míralo, ya era hombre muerto, no podía hacer nada para ayudarlo.

Con Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora