Tras eso, regresaron a la habitación, un poco menos tensos y siendo recibidos por Angello quien ya había terminado de leer la nueva versión del contrato y antes de que alguno de los dos pudiera decir algo, el loco ese se les adelantó.
—Lo he leído un par de veces, y considero que es idóneo firmar —habló, dirigiéndose más que todo a Ryan, pero con un tono que parecía ser dirigido a él, se le notaba a kilómetros que estaba inquieto por alguna razón. Prefirió ignorarlo, si Ryan accedía, ya podría quedar en paz con esa parte de su vida.
Ya luego pensaría la forma de visitar a Ryan y que no fuera mientras era extorsionado por su hermano, tal vez en plan unas vacaciones, o un viaje a la playa. Nada que tuviera que ver con una red familiar mafiosa o deudas millonarias casi imposibles de pagar.
Posterior a las palabras de Angello, Ryan sin pensarlo demasiado, con una confianza ciega firmó la parte que le correspondía. Y le entregó con una sonrisa esa hoja que le condenaba.
Se sintió culpable de una forma u otra. Se despidieron con un abrazo, así cómo se reencontraron.
Y él tomó rumbo a la casa de su hermano, claro, pidiendo un aventón aprobado previamente por éste ¿El de turno? Por supuesto que fue Druan, que no podía tener demasiada suerte seguida.
Su primo llegó con una moto de un rojo escandaloso que de solo verla ya sentía que le debía dinero.
—Mira, ¿Y tú pretendes que yo vaya contigo ahí? —no es que fuera pequeña, es que no confiaba en ir en una moto con alguien con tendencias suicidas.
—¿Tienes alguna otra idea? —le cuestionó el de pelo blanco con una sonrisa.
—Pues claro —y le entregó la carpeta a su primo—. Saludas a Sergey de mi parte —esas palabras fueron suficientes para borrarle la sonrisa del rostro a su primo.
—En serio que eres un aburrido a veces —le regañó, tomando de mala gana la carpeta—. Aunque sería una pena si se me perdiera en el camino, ya sabes, es difícil manejar esta belleza y tener cuidado que no se vuelen algunos papeles.
—¿Conducirás a una velocidad prudente si me monto?
—Por supuesto que no.
—Mierda —farfulló, nunca fue fanático de las motos, tal vez porque más de una vez casi era atropellado por una cuando era niño—. Mira, cómo te pongas de creativo, tendremos problemas —advirtió, aunque sabía que sus palabras caían en oídos sordos. Se montó con algo de torpeza cómo habría de esperarse de alguien que en su vida se había montado más de cuatro veces en una de esas cosas.
—Póngase el casco, su majestad —le dijo su primo extendiéndole uno—. Además, tenía rato sin hablar contigo, servirá para ponernos al día —escuchó cómo volvía a encender esa cosa y él ni se había terminado de poner el casco—. Todo el tiempo es Andru esto, Andru aquello, yo también soy divertido.
—Andru no va en un ataúd con ruedas con ganas de matarse todo el tiempo —le recriminó a la par que al fin se terminaba de acomodar en esa moto, respiró profundo, el problema no era el vehículo, sino el conductor.
—Porque es un aburrido, y aún así, cada oportunidad que tienes te lo llevas de paseo, no me parece justo —seguía quejándose por aquello, finalmente arrancando y yendo, sorpresivamente a una velocidad prudente; claro, que él tenía los cojones en la garganta porque su primo era simplemente impredecible.
—Te la mantienes ocupado, sino estás en un tiroteo, estás cogiendo con alguien en algún lado, y por cierto, usa condón, cabrón. El chancro no duele pero es peligroso —advirtió.
—Sí, sí, no me des sermones de eso cuando en nuestra familia el herpes es nuestra enfermedad emblema —se burló el otro cómo respuesta.
[...]
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222
RomanceCualquiera con sentido común sabe que las acciones tienen consecuencias, pero ¿Quién puede medir qué tan graves serán dichas consecuencias? Después de haber hecho cosas horribles, Segundo se encuentra en lo más bajo de su vida, y ahora debe volverse...