XVIII

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Después de esa larguísima conversación con su primo, y verlo jugar un rato; el pequeño Ryan en su mente volvió a atormentarle por dos semanas seguidas más, teniendo cómo único consuelo que, al menos ya sabía cómo es que el, aparentemente, más sano de sus primos logró conseguir a quien le iba causar una crisis nerviosa a su hermano por no poder encontrarle.

Sólo faltaba buscar la forma de quitarse ese remordimiento sin morir en el intento. El pequeño Ryan de su mente sostenía un letrero con una idea que resultaba suicida, o problemática si era menos dramático; que era poner las manos en el fuego por el moreno y convencer a su hermano de que fuera menos severo con quien lo había llamado payaso en su primer encuentro.

Si no se ganaba una bala entre ceja y ceja por siquiera pensar en eso, debía considerarlo cómo un buen augurio, ¿No? Sólo debía encontrar la forma de que sus palabras no se transformaran en balas que irían en su contra poco después; hablar nunca fue su fuerte, y lo sabe; sería absurdo siquiera pensar que era un buen hablador o era bien hablado.

Siempre ocultaba su acento pero bastaba un poco de estrés o alcohol para que saliera a flote sin problemas, no decía mucho y no pensaba demasiado, que siguiera vivo no era un milagro; era cómo decía su abuela; 'Bicho malo nunca muere'; que era una versión un poco menos común de la tan conocida frase; sólo que su abuela siempre enfatizaba la otra parte 'Y si muere, ni falta hace'. A veces la decía mirando a su hija, y otras veces la decía mirándolo a él.

Nunca le dio importancia, tal vez tuvo que hacerlo, pero era demasiado tarde ya; y le gustaría ser optimista y aferrarse a la extraña idea que, al ser una forma viviente de ese refrán, tendría nuevamente la suerte de salir no tan jodido de esa situación.

Pero es que se trataba de Sergey, su hermano, a quien había visto reventarle la cara a un sujeto más temprano esa noche, durante su turno, Dios sabrá porque demonios lo hizo pero el tipo estaba hecho una fiera y se había desquitado con ese pobre diablo que se le cruzó.

¿Cómo coño le hacía para plantársele en frente y pedir que se suavice con Ryan? Buena pregunta, lo mejor capaz era mantener su boca sellada y disfrutar de su aparente estabilidad... Había vivido antes de conocer a Ryan y después de conocerle... Sólo que, sus mejores años fueron junto a él.

Maldita sea.

—Oye, ¿Estás muy ocupado? —preguntó, cruzado de brazos, esa noche en particular Sergey le había dicho que montara guardia en la oficina.

—Llevabas demasiado rato callado, pensé que tenía a alguien más metido aquí —respondió su hermano sin verle, cómo siempre ajustando cuentas en su laptop y cuaderno.

—Sólo responde, ¿Puedes prestarme atención o no? —intentó no sonar demasiado irritado, pero es que lo estaba.

—Te estoy respondiendo, eso significa que tienes mi atención —rebatió casi burlón su hermano, aún sin mirarle a la cara—. No te sientas mal, pero estoy seguro que no tienes nada tan importante qué decirme que amerite toda mi atención.

—Agh, en serio eres un puto dolor de culo a veces —bufó —. Por algo los muchachos me prefieren antes que a ti —dijo, sonando casual; Sergey cómo única respuesta se arqueó de hombros con lo que parecía ser una sonrisa minúscula en la cara—. Cómo sea, quería hablar de Ryan.

Y con eso bastó para que todo ambiente ameno se volviera un tóxico y que su hermano despegara los ojos de la pantalla.

—¿Qué quieres hablar de él? —preguntó tajante, cruzando sus manos sobre el escritorio y mirándole sin ningún tipo de emoción en la mirada.

Genial, ya lo había hecho entrar en modo cálculo trigonométrico; aunque bueno, no era momento de retractarse.

—Sólo estaba pensando en qué estás siendo demasiado duro, ¿No y qué habías dicho que querías tener una buena relación con él? —cuestionó, ignorando el aura asesina que emanaba de su hermano ante la mención del millonario narizón.

222Donde viven las historias. Descúbrelo ahora