Se ajustó la camisa una última vez, el reloj caro prestado le pesaba en la muñeca, los zapatos lujosos que no eran de su talla tampoco. Pero allí estaba, luciendo cómo hacía años que no lo hacía; radiante y cómo lo mejor con lo que alguien se podía cruzar.
Ensayó un poco su sonrisa, su primo había hecho un buen trabajo con ese blanqueamiento; además se había podado la barba, luciendo pulcra y simétrica; y sólo por insistencia de Jhon no se tiñó el pelo —y bueno, tampoco es cómo si él mismo tuviese muchas ganas de hacerlo, le gustaba sentir su pelo suave y no tan crespo por los tintes—. Según palabras del gordo era para atraer mejor a esa cazatesoros, que siempre iba tras los viejos con plata.
En su mente se plasmó la imagen de una mujer de no más de veintidós años, con las curvas perfectas, tal vez rubia, ojos claros y piel perfectamente lampiña; así lucían todas las cazatesoros, ¿No? Nunca tuvo suficiente dinero por cuenta propia cómo para atraer una de esas.
—Y recuerda, no importa lo que tengas que hacer para que esa zorra admita que está revolcándose con otros hombres —la rabieta número veinte de la noche de Jhon le interrumpió su sesión de auto-apreciación—. Tienes solamente veinticuatro horas para lograrlo, no perderé más tiempo por tu culpa.
Ganas no le faltaron para callarlo a golpes por la estupidez del asunto, esperó casi un año para llevar a cabo el plan, y ahora nada más le daba veinticuatro horas. Con dos cojones.
Pero al final optó por suspirar con el ceño fruncido, ajustando ese reloj tan pesado. No sabía que le fastidiaba más, si los zapatos, el reloj o los anillos de uso obligatorio patrocinados por su familia mitad culto mitad mafia.
—Ten cuidado con tus palabras —dijo más a modo de consejo que de advertencia mientras se centraba en su reflejo, mierda es que lucía espectacular, lastima que no se sintiera cómo tal.
—Ah, ¿Crees que no he pensado en que te acostarás con ella? —vio la sonrisa amarga de su primo a través del reflejo, bueno eso sí que era una sorpresa—. Y no me importa si lo haces, el fin justifica los medios ¡Es más! —alzó los brazos con un animo extraño—. Creo que es mejor si lo haces, nos ahorramos tiempo.
Él quedó en silencio sin realmente saber qué decir ante eso, nunca antes había conocido a un hombre que estuviese tan contento con la idea que alguien tuviera sexo con su pareja, definitivamente estaba trastornado.
—Piénsalo, es perfecto —insistió ese hombre, él finalmente se giró, no necesitaba que su reflejo fuera arruinado por tener a un loco detrás—. Ya alquilé la habitación del hotel, puse cámaras y microfonos, así que al tener sexo ella no tendrá ni forma ni manera de refutarlo.
—Yo veré qué hago —fue lo único que se le ocurrió responder—. Creo que ya es hora de que me muestres una foto de ella —ante su petición, su primo palideció un poco.
—Te la pasaré por teléfono cuando estés allá —le dijo después de unos segundos—. Tengo el número del teléfono que te presté, así que no tendré problema en enviártela entonces.
—¿Por qué no me la muestras de una vez y listo?
—Probablemente olvides su rostro al llegar, así que al enviártela, la tendrás fresca en la mente —con ese hombre era imposible encontrarle lógica a sus palabras—. Ya estás listo, así que largo ¡El tiempo apremia! —gritó a la par que lo empujaba fuera, con cuidado de no ser visto con él— ¡El taxi llegará en cualquier momento!
Estuvo allí por un rato hasta que el dichoso taxi apareció, se montó sin prisas, El chofer solo confirmó la dirección del sitio y partieron en silencio. En el camino pensó en todas las posibles cosas que podría decirle a una cazatesoros y convencerla de tener sexo con él de buenas a primeras.
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222
RomanceCualquiera con sentido común sabe que las acciones tienen consecuencias, pero ¿Quién puede medir qué tan graves serán dichas consecuencias? Después de haber hecho cosas horribles, Segundo se encuentra en lo más bajo de su vida, y ahora debe volverse...