El casero efectivamente lo recibió, un poco nervioso, pero lo recibió; con una cordialidad que rosaba en lo enfermizo, alabando en cada instante que tuviera a su familia. Y él simplemente caminó en silencio a su lado, sentía que la había cagado con Sergey—No, definitivamente la había cagado con su hermano.
Suspiró, más que frustrado.
—S-sus cosas ya están dentro, el señor Ivanov se encargó de traerlas por usted —declaró el viejo al borde un infarto, momento, ¿Sus cosas? Él no tenía nada a su nombre más allá que la poca ropa que le dio Jhon mientras estuvo viviendo con él por un par de días—. Me despido, si eso es todo, no dude en llamarme si necesita algo, ¿Ok?
Él sólo le hizo un gesto para que se largara y lo dejara solo de una buena vez por todas con sus pensamientos y desgracias. El complejo era pequeño pero a la vez espacioso, los apartamentos no eran claustrofóbicos, y las paredes no eran tan delgadas. Sin embargo, resultaba pequeño porque realmente no habían tantos apartamentos, si habían diez en total era mucho, se acercaba más a un motel por lo pequeño que a otra cosa.
Tal vez fue uno en el pasado y simplemente lo modificaron lo suficiente para que pasara a ser conjunto residencial. Se dio el lujo de caminar por su nuevo hogar, totalmente limpio y en orden; estaban las cosas básicas para vivir y no podía estar más contento.
No quedaba demasiado lejos del casino, así que podía irse caminando sin mucho problema. Y estaba seguro que había visto un gimnasio durante el camino; sólo faltaría una tienda y estaría completo.
Le llenaba de cierto remordimiento que todo el rato que estuvo con Druan, Sergey se la pasó buscando un buen sitio para él, que cumpliese con todo y más de lo que había pedido; le gustaría excusarse y decir que había sido grosero porque estaba cansado.
Pero sabía que había dicho la verdad en ese momento, ¿Volver a tocar fondo para volver a levantarse? Estaba cansado de eso, toda su vida había sido ese maldito ciclo, y repetirlo una vez más le aterraba. Necesitaba cambiar, de una forma u otra.
Había una cantidad limitada de veces que uno se podía equivocar, y él ya había llegado a ese límite.
[...]
Habían pasado tres noches desde la ultima vez que habló con Sergey, y es que el tiempo no le rendía, debía estar en varios sitios a la vez, y estar al tanto de cualquier aviso, además que realmente no podía moverse de lugar hasta que fuera hora de las rotaciones.
Hasta que finalmente encontró un hueco en el que colarse para poder hablar con su hermano, lo encontró cómo siempre en esa oficina.
—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? —le preguntó éste apenas entró a la dichosa oficina, eso sí, sin apartar la mirada ni del cuaderno ni de la laptop. Alternaba su mirada entre ambos objetos.
—Vengo a disculparme —admitió.
—¿Renuncias tan rápido así? Las renuncias las recibo con dos semanas de aviso —advirtió el canoso aún sin verle.
—Eso no, de hecho, no tengo quejas del trabajo —mintió, pero eso no importaba—. Pido perdón por lo que dije esa noche, tal vez finalmente te estabas abriendo conmigo y yo lo arruiné por tener mi cabeza demasiado enterrada en mi culo; pero es que estaba muerto del cansancio —dijo todo de golpe al sentirse falto de tiempo, aunque su hermano fuera su jefe, no quería cagarla tan pronto en los inicios de su nueva estabilidad.
—Ah, eso —Sergey finalmente apartó la mirada de la laptop—. Simplemente supuse que me lo merecía, a fin de cuentas, no he sido el hermano más cariñoso contigo, y esperar que me trataras con cariño así de la nada era estúpido.
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222
RomanceCualquiera con sentido común sabe que las acciones tienen consecuencias, pero ¿Quién puede medir qué tan graves serán dichas consecuencias? Después de haber hecho cosas horribles, Segundo se encuentra en lo más bajo de su vida, y ahora debe volverse...