VII

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—Toma un par de estas, si no baja la inflamación, haremos un estudio más detallado después —dijo la enfermera con tono monótono, dándole un simple par de analgésicos —. Te daría para todo lo demás, pero no es tan urgente cómo tu pene, ¿O sí?

—Sobreviviré con esto, gracias —forzó una sonrisa antes de tomarse las pastillas sin agua —supongo que ya me puedo vestir e ir.

—Puedes quedarte aquí la noche, así si no aguantas el dolor, me avisas —sugirió ella—. Recuerda que tienen prohibido salir de las cabañas después de las ocho.

—Ah cierto —fue lo único que se le ocurrió decir mientras se subía los pantalones y se encaminaba hacia alguna de las camillas; sólo esperando no quedar sufriendo por esa mierda.

El bastardo que lo había provocado tenía buena parte de la cara llena de gasas y estaba durmiendo en otra camilla, hubo un momento en el que despertó y fue para insultarle en ese idioma extraño, le gritó e insultó hasta que el dolor le ganó y tuvo que cerrar el hocico y quedarse quieto.

Dos de tres, la tercera sería la definitiva para que ese bicho entendiera de una buena vez por todas quién mandaba. Optó por asumir que Alexei dejaría las cosas así y que no tendría la fuerza para pelear con él en el único sitio seguro de ese maldito lugar; se acostó y no tardó demasiado en quedarse dormido. Su cuerpo estaba tan magullado y cansado que de forma irónica se le hizo cómoda esa camilla.

No supo cuánto durmió, sólo supo que despertó en algún punto de la madrugada, todavía estaba oscuro; y lo que lo despertó fueron los susurros a su lado; giró la cabeza sin mucha mente y se percató que Alexei estaba hablando, irritado por su tono de voz, con alguien y ya la había visto suficientes veces para reconocer la pequeña figura.

Estaba hablando con Katiuska.

—Hay gente intentando dormir aquí —dijo, frustrado, Alexei le respondió algo; capaz un insulto pero le restó importancia. Le parecía más interesante pensar sobre cómo Katiuska sabía hablar ese idioma tan raro.

—Tienes un oído sensible, 222—declaró ella, con un tono burlón—. Estaba hablando con Alexei sobre la magnífica pelea que ustedes tuvieron.

—¿Qué idioma habla este vergo? —lo señaló con desdén, si iban a seguir hablando no iba a poder dormir y cansado cómo estaba, no tenía ganas de pelear.

—Francés; hice un curso mientras estudiaba —explicó la rubia aunque a él le podía importar menos todo eso.

—¿Acaso le dijiste que me golpeara para desquitarte por lo que te dije? —quiso saber después de un rato en silencio, aguantando las malas miradas de su otro primo.

—No, no soy cómo tú —él simplemente enarcó una ceja cómo respuesta—. Eso es algo que tú harías —no sabía qué tipo de insulto le estaba dando pero definitivamente lo estaba insultando; y luego de eso ella siguió hablando entusiasta con su primo. Capaz y le estaba haciendo preguntas raras, cómo a todos los demás.

—Venga, no te la des de superior cuando me dijiste que torturarías al tipo que te violó hasta que te pidiera que lo mataras —rebatió, ya molesto y sin ningún tipo de sueño encima—. Tú eres igual de vengativa que yo.

—Yo jamás dije que no fuera vengativa —contestó de regreso, haciéndole una seña a Alexei para que se mantuviera en el sitio, ¿En serio ese imbécil iba a ponerse a pelear allí mismo con él? Con dos cojones—. Sólo dije que no soy una cobarde.

Y con tres cojones ella lo llamaba cobarde de frente.

—Sólo andas así de altiva porque tienes a ese monte de carne al lado —dijo, levantándose de la camilla, el frio del piso la saludó los pies—. Muy bien, ya que estamos aquí, ¿Por qué no te vengas? Venga, dime que haría una persona tan valiente cómo tú a un cobarde cómo yo —la retó, acercándose un poco más, ella simplemente lo miró sin moverse siquiera.

222Donde viven las historias. Descúbrelo ahora