Caminos Cruzados

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En un pequeño pueblo costero, dos niños vivían justo al lado, pero no podrían ser más diferentes. Trafalgar Law, un niño serio y reservado, siempre con un libro en mano, evitaba a toda costa involucrarse en los juegos y travesuras del lugar. Mientras tanto, Monkey D. Luffy, un torbellino de energía y risas, pasaba sus días correteando por los rincones del pueblo, en busca de aventuras.

Desde que se conocieron, estaba claro que no se llevarían bien.

“¡Oye, Law! ¿Por qué siempre estás leyendo? ¡Vamos a buscar algo divertido que hacer!” gritaba Luffy, corriendo hacia el jardín de Law con su característica sonrisa.

“No me interesa, Luffy. ¿Por qué no dejas de molestarme y buscas a alguien más?” respondía Law, con una voz fría y cortante, sin apartar la vista de su libro.

A pesar de vivir al lado, apenas interactuaban más allá de los inevitables roces. Sus peleas en el patio de recreo eran conocidas por todos los niños del pueblo, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. Sin embargo, cuando ambos tenían 12 años, algo inesperado ocurrió.

“Law, nos mudamos,” dijo Cora-san, el padre adoptivo de Law, una noche después de la cena. “He encontrado un nuevo trabajo en la ciudad, y empezaremos una nueva vida allí.”

Law sintió una mezcla de alivio y tristeza. Aunque no le gustaba admitirlo, parte de él había llegado a acostumbrarse a la presencia de Luffy, a pesar de que apenas lo soportaba.

Al día siguiente, Law se despidió sin mucho alboroto. Luffy, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el suelo, solo pudo murmurar, “Supongo que nos veremos luego, Law.”

“Eso espero,” respondió Law, con la frialdad habitual, pero con una nota de sinceridad que sorprendió a ambos. Sin embargo, ninguno de los dos lo admitió en voz alta.

Los años pasaron, y en el mundo omegaverse, a los 13 años se revelaba la verdadera identidad de cada niño: Alfa, Beta u Omega. Luffy, como era de esperarse, fue identificado como un Alfa. Su naturaleza dominante se había vuelto aún más evidente, pero seguía siendo el mismo joven despreocupado, más interesado en la libertad que en las jerarquías sociales. Por otro lado, Law descubrió que era un Omega, lo que inicialmente le causó un gran conflicto interno. Se negaba a ser definido por ello, y usó esa determinación para fortalecer su carácter.

Pasó mucho tiempo antes de que los caminos de Luffy y Law se cruzaran nuevamente.

Law decidió regresar al pequeño pueblo para asistir a la universidad, y Cora-san le ofreció la casa donde habían vivido antes. No esperaba que nada importante sucediera, pero al llegar, se dio cuenta de que las cosas no serían tan simples.

El primer día que Law volvió, se encontró con Luffy frente a su antigua casa. Era como si nada hubiese cambiado, pero todo era diferente.

“Vaya, mírate,” dijo Luffy, cruzado de brazos y con una sonrisa juguetona en los labios. “Te has vuelto todo un estudioso, ¿eh?”

Law lo observó, sin poder evitar notar cuánto había cambiado Luffy. Ya no era el niño delgado y desgarbado que recordaba, sino un Alfa fuerte, con una presencia magnética que lo hacía destacar. Aun así, no estaba dispuesto a mostrar ninguna debilidad.

“Veo que tú sigues siendo igual de ruidoso y molesto,” replicó Law, intentando mantener la compostura.

Luffy soltó una carcajada. “Siempre tan frío, Law. Me preguntaba si alguna vez te descongelarías.”

Durante los primeros meses, su interacción fue una continuación de la rivalidad infantil, llena de comentarios sarcásticos y miradas desafiantes. Pero algo comenzó a cambiar.

Una tarde, mientras ambos estudiaban en la biblioteca, una tormenta se desató de repente. Sin otra opción, se refugiaron bajo el mismo techo, forzados a compartir el espacio.

“Esto es ridículo,” murmuró Law, mientras observaba cómo la lluvia golpeaba furiosamente las ventanas.

“¿Por qué? Podrías tomártelo como un descanso,” sugirió Luffy, acomodándose en una silla cerca de él. “Siempre estás tan tenso.”

“Quizás porque siempre estás buscándome para molestar,” respondió Law, cerrando su libro con un chasquido.

Luffy lo miró fijamente, y por un momento, la broma habitual se desvaneció de su expresión. “No es que quiera molestarte, Law. Es solo que… bueno, nunca he entendido por qué siempre me has odiado.”

Law se quedó en silencio, sorprendido por la sinceridad en la voz de Luffy. Era la primera vez que el Alfa mostraba algo más allá de su fachada despreocupada. Sin saber cómo responder, Law simplemente volvió a abrir su libro, aunque las palabras en la página parecían carecer de sentido.

Otro día, ambos quedaron atrapados en un pequeño balcón durante una fiesta universitaria, donde la conversación se tornó más personal.

“Recuerdo cuando te fuiste,” dijo Luffy, mirando el horizonte. “Pensé que por fin me libraría de ti, pero… la verdad es que te extrañé.”

Law lo miró sorprendido. “¿Qué estás diciendo? Siempre nos odiamos.”

Luffy se encogió de hombros. “Tal vez. Pero al menos contigo nunca era aburrido.”

Law no supo qué responder, una vez más. Era como si algo se estuviera rompiendo dentro de él, una barrera que había construido desde niño, y que Luffy estaba empezando a atravesar sin siquiera intentarlo.

Conforme avanzaba el año escolar, ambos empezaron a pasar más tiempo juntos, y su hostilidad fue cediendo lugar a una extraña amistad. Sin embargo, debajo de esa amistad, latía algo más, algo que ninguno estaba dispuesto a admitir.

Una noche, después de un largo día de estudio, se encontraron caminando juntos de regreso a casa. El cielo estaba despejado, y las estrellas brillaban con fuerza.

“¿Sabes, Law?” dijo Luffy, rompiendo el silencio. “Tal vez no seas tan molesto como pensé cuando éramos niños.”

Law lo miró de reojo, intentando mantener su fachada indiferente, pero en su interior, algo cálido comenzó a crecer. “Y tal vez tú no seas tan insoportable como creí,” respondió con una ligera sonrisa.

Hubo un silencio entre ambos, uno que no era incómodo, sino lleno de promesas no dichas. Ninguno de los dos sabía qué depararía el futuro, pero en ese momento, bajo el cielo estrellado, entendieron que sus caminos se habían cruzado por una razón.

“Luffy,” comenzó Law, deteniéndose por un momento. “Si te digo algo, ¿prometes no ser un idiota?”

Luffy se detuvo también, sorprendido por el tono serio en la voz de Law. “Lo prometo.”

Law tomó una profunda respiración, sintiendo que su corazón latía con fuerza. “No sé en qué momento, pero… dejé de odiarte. Y creo que… me importas más de lo que debería.”

Luffy lo miró, y en lugar de bromear, simplemente dio un paso adelante y tomó la mano de Law. “No eres el único. No sé cuándo empezó, pero ya no puedo imaginar este lugar sin ti, Law.”

El silencio se hizo profundo, pero esta vez, lleno de entendimiento. Sin más palabras, caminaron juntos hacia la casa, sabiendo que, aunque el futuro era incierto, lo enfrentarían juntos, con los caminos de sus vidas ahora entrelazados más que nunca.

Y en ese cruce de caminos, ambos comprendieron que tal vez, después de todo, nunca se odiaron. Solo estaban destinados a encontrarse, a desafiarse, y a descubrir que, en realidad, siempre se necesitaron más de lo que se atrevieron a admitir.

One shots luffy x law Donde viven las historias. Descúbrelo ahora