Más Allá Del Mar

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En una isla perdida en el vasto océano del Grand Line, un niño de cabello negro y sonrisa interminable corría por los campos, desafiando a los mares y al viento. Luffy, aún joven e inocente, soñaba con convertirse en el Rey de los Piratas. Junto a él, un niño más serio, de ojos grises penetrantes y una mirada astuta, lo observaba desde la distancia. Law no entendía cómo alguien podía ser tan imprudente, tan… fascinante.

Luffy, como siempre, tropezó y cayó de cara al suelo, rascándose las rodillas en el proceso. Law, con un suspiro, se acercó al niño torpe. Desde que se conocían, siempre había sido así: Luffy avanzando sin pensar en las consecuencias, y Law cuidando de él, sin quejarse.

—Luffy, ya te he dicho que tengas cuidado —bufó Law mientras se arrodillaba junto a él, sus pequeñas manos ya brillando con el leve resplandor de su habilidad médica. Lentamente, comenzó a curar los rasguños de Luffy, sintiendo cómo su poder Omega fluía, como siempre, con la intención de protegerlo.

Luffy lo observaba con admiración, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y algo más que aún no comprendía.

—¡Gracias, Law! —dijo Luffy con esa sonrisa contagiosa que hacía que el corazón de Law latiera un poco más rápido de lo habitual—. ¡Eres increíble!

Los años pasaron, y ambos crecieron. Luffy se volvió más fuerte, más decidido, con su espíritu Alfa mostrando signos más claros de su innegable fuerza. Mientras tanto, Law comenzaba a aceptar su naturaleza Omega, aunque con un toque de rebeldía. Sabía que su poder de curación era una ventaja en el mar, pero también sabía que lo hacía más vulnerable. Su cuerpo reaccionaba de manera distinta a la cercanía de Luffy, pero jamás se lo mostraría. No quería ser débil, no ante él.

Años después...

Era una noche oscura, las olas golpeaban con fuerza contra el barco pirata donde ambos se encontraban. Law, ahora el cirujano de la muerte, observaba desde la cubierta cómo Luffy entrenaba sin descanso, bajo la luz de la luna. A pesar de sus intentos por ignorar sus emociones, no podía evitar sentir su corazón acelerarse cada vez que el Alfa se acercaba.

—¡Oi, Law! —gritó Luffy, interrumpiendo los pensamientos del Omega—. ¿Por qué estás tan serio? ¡Ven aquí, entrena conmigo!

Law rodó los ojos, fingiendo desinterés, pero finalmente cedió. Caminó hacia él, su cabello ondeando con el viento, y se paró frente al Alfa.

—Luffy, ¿alguna vez piensas en otra cosa que no sea pelear y comer? —preguntó con una media sonrisa.

Luffy se rió con esa alegría contagiosa.

—¡Pienso en mis nakamas! Y en ti, Law. Siempre pienso en ti.

Las palabras de Luffy, tan sencillas y directas, golpearon el corazón de Law como un latido repentino. Su naturaleza Omega lo empujaba a bajar la mirada, pero su orgullo lo mantenía firme.

—No digas tonterías… —susurró, intentando ocultar el leve rubor que teñía sus mejillas.

Luffy, en su típica forma despreocupada, se acercó más a Law, hasta que ambos estuvieron tan cerca que Law pudo sentir el calor del cuerpo del Alfa irradiando sobre su piel. El olor de Luffy, ese aroma tan único, invadió sus sentidos, y Law sintió una punzada de deseo que intentó contener.

—No es una tontería, Law. Sé que eres un Omega, pero eso no cambia nada. Yo… —Luffy bajó la voz, un tono inusual de seriedad en él—. Yo quiero estar contigo. Siempre.

El corazón de Law dio un vuelco. Luffy era un Alfa, sí, pero uno tan diferente a todos los que había conocido. No había arrogancia ni dominancia en sus palabras, solo una sinceridad que lo desarmaba por completo.

—¿Y si te digo que no puedes protegerme? —replicó Law, desafiándolo, con la voz baja pero temblorosa.

Luffy sonrió, pero esta vez fue una sonrisa más suave, casi tierna.

—Entonces te diría que eso no importa. Tú me has protegido desde que éramos niños, Law. Déjame protegerte a ti también.

Law sintió que sus defensas se quebraban lentamente. Durante años había intentado mantener la distancia, convencido de que ser un Omega lo hacía más débil, de que no podía permitirse depender de nadie. Pero Luffy, con su imprudente honestidad, había logrado lo imposible: hacer que quisiera ceder.

—Eres un idiota, Luffy… —murmuró, sin poder evitar que una lágrima solitaria rodara por su mejilla.

Luffy levantó una mano, limpiando la lágrima con un pulgar, su toque suave, pero decidido.

—Sí, tal vez lo soy. Pero soy tu idiota, si me dejas.

Law lo miró fijamente, encontrando en esos ojos negros una promesa. Y, por primera vez, decidió confiar. Decidió arriesgarse.

—No tienes idea de lo que estás pidiendo… —susurró finalmente, acercándose aún más.

Luffy sonrió, esta vez con una calidez que iluminó la noche.

—Entonces, enséñame, Law.

El Omega se rindió, permitiendo que sus labios se encontraran con los de Luffy en un beso que selló algo más que un destino; selló un futuro juntos, en un mundo donde el mar era inmenso, pero su amor era aún más vasto.

One shots luffy x law Donde viven las historias. Descúbrelo ahora