Capítulo 7: El dragón es golpeado por el lobo

119 18 11
                                    

Capítulo 7: El dragón es golpeado por el lobo.

“No golpeo mujeres, es una suerte que no lo seas, cosa horrenda”.

El pequeño gran Gold leaves no se cansa de apilar victorias, realmente ha despedido tantas veces a ese hombre de su hábitat que comienza a admirar su gran espíritu de lucha: «Un hueso duro de roer», aunque estos últimos días no lo vio.

El ambiente cambió un poco y supo que ese intruso acecharia en cualquier momento, ¿qué quiere? Quizás deba preguntarselo ahora que estuvo practicando su habla humana con las doncellas, con su escarbadientes en la boca se bajó de su rama de un salto para ir a ver al pobre diablo caer: “¡Vamos, vamos. Anímate a bajar, el dragón te espera!”.

“Humano”, “humano”, le alteraron las almas de las doncellas ocultándose, está vez siente sus intenciones y su gran osadía incrementada, el dragón se preparó gustoso para combatir si debe hacerlo, no importa si tiene el valor de diez hombres, al final es solo un humano.

“Los humanos son lamentables”, tiene ese pensamiento muy firme, son débiles y no poseen sentidos desarrollados, no puede esperar a volver a su forma original.

Si esto fue una obra del viejo sabio entonces solo puede resignarse, atar las hojas y tejerlas entre sí para hacerse una capa emulando sus escamas perdidas, y claro: «desquitar mi ira con el intruso».

Gold leaves no entendía los planes que podía guardar el viejo sabio, pero él es su salvador y lo seguirá como un fiel dragón guardián, el mejor de todos.

“¡Paff!”, ya está aquí, Gold leaves corrió a verlo, hace días que no lo maltrata.

Esa noche él tenía algo diferente en su postura, en su sombra quizás, el dragón iba a arremeter por la espalda y cuando estuvo lista para saltar un aura feroz la paralizó, los ojos del lobo y los colmillos se extendieron hacia ella dejándola con un aire temeroso, en un abrir y cerrar de ojos las almas de las doncellas renunciaron y se escondieron dejando al dragón solo contra el intruso.

«¿No es un humano?», se preguntó con algo a lo que no está acostumbrado el pequeño dragón: miedo.








Saldando cuentas: Cregan Stark.

El joven lo había admitido, ya no hay nada que ocultar, con sus patas pesadas fabricadas para pisar la nieve corrió por entre los árboles tan veloz como solo él puede serlo, hasta que llegó al hueco y no lo dudó más: «el valor es nuestra mayor virtud», cayó dándose con una roca directo en la cara provocando un dolor punzante en su nariz, recuperó su forma humana y tocó con su mano su nariz la cual sangró.

—¡Ah, maldición! —exclamó levantandose, tuvo que poner las patas adelante, no el hocico.

De nuevo parado ante ese paisaje pudo apreciarlo mejor: el agua pura de un lago rodeado por platas y en el centro un gran arciano el cual tiene un rostro gentil, «¿es el viejo sabio del que hablan los escritos?», ahora no parece una historia infantil.

Miró para los costados esperando la confrontación pero está vez el maldito dragón no estaba cerca, lo maldijo tanto, tampoco está la criatura más pequeña que lo echa con violencia siempre que es atrapado, ¿cuántos seres míticos hay allí?

Cregan tampoco lo entendía, no sabe qué hace en un sueño como este y por qué vuelve siempre, cansado de tener sus enfrentamientos con lo que sea que lo ataque.

«Tardaste en salir de tu escondite, ¿verdad?», sonrió con la sombra detrás suyo acrecentandose.

Pronto oyó las pisadas a su espada y giró lentamente, de reojo pudo apreciar a la criatura que lo tenía despertando todas las noches y quedó impactado.

El Dragón que se enamoró del señor del Norte (Cregan Stark) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora