Capítulo 19: Dalton Greyjoy

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Capítulo 19: Dalton Greyjoy.

“Yo puedo darte lo que tu corazón anhela, puedo cumplir cualquier deseo que pueda tener una hermosa muchacha de luz solitaria, soy el dueño de estos mares y lo cuido con mi vida. Si me permites, también seré tu dueño y te cuidaré... Una valiosa gema en mi mano”.

Una noche en su puesto de trabajo donde solo se dedica realmente a recolectar información, el mundo humano es complicado, escuchó acerca de un rey legitimado en un lugar llamado “King's Landing”, su instinto le dijo que no era su destino, así que ni lo intentó.

«Debe ser otro», tiene que serlo, el viejo la envió para resguardar al último descendiente, si está en un puesto de rey entonces ya está resguardado, eso solo quiere decir que ese supuesto rey niño no es a quien busca.

Tiene tres misiones en su mente y en orden: «Resguardar al jinete de dragón, ir por mi esposo y buscar juntos la fuente del norte para desear un anidamiento», no hay otra forma en la que pueda poner huevos, ella quiso aparearse con un macho de otra especie y renunció a sus propias crías, ¡su legado! No puede terminar de este modo.

En la taberna la noche era atareada, las pobres chicas iban de un lado a otro apuradas con bandejas y otras directamente se metían a las habitaciones para atender clientes siendo aún tempano. Mientras tanto, la joven rubia de nombre Sophia se apoyó en una pared con los brazos cruzados en su pecho, observó la luna por la ventana que dio a la playa.

«Tenía razón, no es como las luciérnagas, es mucho más grande», luego otra cosa venosa y gruesa pasó por su cabeza, no puede pensar en la palabra “grande” sin recordar al amigo especial de su esposo. Lo extraña, tanto que solo puede soñar con tenerlo de nuevo sobre su cuerpo mientras arremete con esa gran verga hasta hacerle tener esa sensación que la partirá en dos.

—¡Ey, puta! —llamó un hombre, en su mesa pudo notar a varios tipos ebrios pero en especial a ese tal Lenar quien le guardó mucho rencor luego de haberlo echado.

Sophia dejó caer sus brazos a los costados y caminó hacia la mesa con una expresión sombría, no sabe que significa exactamente “puta”, pero es un insulto sin duda, las palabras nunca importaron, son inventos humanos para comunicarse, sin embargo le encanta tener excusas para golpear ebrios.

—¿Me llamaste? —dijo ella al llegar a la mesa, el tal Lenar apartó la mirada sin querer saber qué haría su amigo.

Este tipo estaba borracho y tenía un aura depravada, tan degenerado que no disimuló en su mirada y hasta hizo un gestó obsceno.

—Te doy tres peniques para que te levantes el vestido —ofreció lanzando las monedas a la mesa, hubo un gran estallido de risas y mofas.

«Metal», no entendía por qué le dan tanta importancia a esas cosas redondas poco relucientes, ella se preparó para darles una real paliza a todos.

—No —respondió severa, arremangó sus mangas lista para la acción.

Desde un costado un hombre de barba tupida observó todo con un brillo en sus macabros ojos, los hombres ahogados habían llegado a la isla. No habló desde una mesa al costado solo observando “el espectaculo”.

—¿No? —el ebrio se rió levantandose y se acercó a la joven quien mantuvo el mentón en lo alto —. ¡¿Quién te crees, perra?! ¡Solo eres una pu... Ah! —Antes que pudiera terminar de insultar, la mano de la rubia viajó rápida en un golpe abierto por el cual pudo pasar sus uñas afiladas por la mitad del rostro del hombre.

El tipo se tocó la cara, su mejilla quedó dividida en dos y con el barrido perdió la punta de la oreja y nariz, aún así las personas no se daban cuenta a su alrededor de lo que ocurría.

—¡Maldita! —gritó el sujeto tirando la silla a un lado para llegar hasta la mujer, tan cerca pero no la intimidó, es más, una risita maligna adornó ese rostro fino.

La mano del ebrio se alzó amenazante, el dragón quiso ver qué tan duro podía pegar un ebrio y no se movió, el impacto nunca llegó una mano detuvo el brazo del ebrio arrojandolo a un costado.

—Ella dijo que no —interrumpió un sujeto vestido de negro y con un cabello largo oscuro, a la chica de inmediato se le vino una imagen a la mente: «¡Él se parece a Cregan! ¡Se parece a mi esposo!», encantada le dio una sonrisa que él respondió gratamente sorprendido.

—¡No te metas, basura Greyjoy! —retó el hombre borracho, quiso volver a abalanzarse sobre la “perra que le deformó la cara”, sin saber que con esas palabras había sellado su fin.

“Blash”, el filo cruzó en un abanico mortal rebanando en limpio la carne y el hueso.

Fue más rápido que el viento, la misma Sophia quedó estática y su sonrisa se desvaneció, miró hacia abajo para hallar la cabeza del ebrio rodando hasta sus pies, retrocedió cohibida para no tocarlo, la mano que pretendía golpearla también cayó junto con lo que quedó del cuerpo.

Hubo un gran alboroto y con ellos muchos salieron corriendo despavoridos del lugar, la rubia quedó petrificada sin poder creer que de verdad alguien fue decapitado delante suyo. Su nuca fue tomada cuando quiso huir del lugar y tuvo de nuevo esa sensación de no poder defenderse: «ese aroma», huele picante, agrio y le daja un sabor salado en la boca, este hombre es una criatura del mar encarnada.

No solo se parece a su esposo, sino que también es como él, la fuerza de estos tipos rivaliza con la suya propia de una manera que no puede soportar.

—Sueltame —pidió una vez llegaron a un rincón apartado, él lo hizo sin problema alguno —. ¿Quién eres? —preguntó girando para enfrentarlo, por su espada corre un líquido rojo que huele a hierro el cual pone tensa al dragón.

Ha golpeado a muchas personas pero esto es nuevo, la sangre y las cabezas separadas del cuerpo, es simplemente impactante.

—¿Yo? —la voz era profunda y algo burlista —. Soy Dalton Greyjoy, capitán de la flota Greyjoy y me su salvador.

«¿Salvador?», ella podía con ese ebrio, si no acabó antes fue por mero aburrimiento. En este momento tiene algo se temor por una criatura marina así que solo asintió y agradeció para intentar escapar antes que tenga que luchar con un hombre como este.

—Espera —La detuvo cortando el paso, Sophia se incomodó por la cercanía, tener a un hombre tan parecido a su esposo tan cerca le provoca una aceleración de latidos que prefiere evitar pues no es su lobo, solo un rostro y cuerpo similar.

—¿Sí? —Quiso apartarlo.

Las siguientes palabras la dejaron helada y no supo cómo responder, sus ojos se agrandaron y tomó al hombre del cuello aunque no lo apretó, más bien amenazó con enterrar su garra dura en la vena vital que lleva sangre a todo el cuerpo, se desangrara en menos de un minuto.

¿Él sabe lo que ella desea? ¿Lo que busca? ¡¿Sabe de su misión?!

—¿Acaso tienes en tu poder al último jinete de dragón?







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Lo que le dijo Dalton fueron las palabras del comienzo del capítulo, quiso ser tipo poeta sin saber que él dragón toma todo literal.

El Dragón que se enamoró del señor del Norte (Cregan Stark) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora