La música hacia vibrar el lugar, pero el cuerpo de Ariana vibraba por aquel hombre que la sostenía contra la barra y sobre aquella silla. Alejó sus labios, temerosa, lo miró a los ojos, pero la mirada de Bastian era indescriptible, había oscuridad, la observaba taciturno, podía sentir su respiración sobre sus labios. La vergüenza comenzaba a golpear en el subconsciente de ella.
Cabía la posibilidad de que él no deseara besarla y en ningún momento lo pensó. Aflojó su agarré en su cuello viéndose insegura. Pero Arman tenía otros planes, con ambas manos la empotró contra la barra sin dejar la silla. Acercó sus labios a su oído...
—Piénsalo muy bien Ari... una vez que te tenga, no te podrás escapar de mí. —habló tan cerca lo suficiente para que pudiera escucharlo, su cuerpo reaccionó solo. Contrajo su cuerpo aferrando sus piernas que sin pensarlo estaban abarcando el cuerpo de Bastian.
Las luces de neón danzaban por el espacio como rayos y la gente bailaba sin prestar atención a su alrededor, todos estaban metidos en sus propios problemas. La cabeza de Ariana iba a mil por hora después de escuchar aquellas palabras acompañadas de una caricia certera en su muslo interno y su nuca. La presión del cuerpo de Bastian la dejaba sin aliento pudiendo sentir la dureza de su centro tan cerca de ella.
Habían pasado años desde la última vez que se sintió así, consumida en su propio deseo, con la piel lista a sus caricias y un cosquilleo que la obligaba a cerrar las piernas. La respiración se entrecortaba y las palabras no salían de sus labios. ¿Qué tenía ese hombre para ponerla así?
Era jodidamente perfecto visualmente, pero nada se comparaba con su carácter dominante. Y ella estaba dispuesta a aceptar esa invitación que no era clara o no quería creer. Bastian juntó su rostro acariciando su mejilla con su barba que raspó y la obligó a cerrar los ojos, mordió su labio, apretó las manos en puño, estaba loca y caliente, ardía por él.
La tomó de la barbilla atrayéndola a su rostro, la seguía mirando de la misma forma, estudiándola. El pecho de Ariana subía y bajaba. Se había equivocado por seis años, que diferencia podía haber en ese momento si cometía un error más. Ya uno le costó muy caro... besó de nuevo esos labios que la esperaban aceptando el trato. Chupó el labio inferior de Arman y jugó con su lengua delicadamente sobre el grosor invitándolo.
Bastian contrajo la mirada antes de tomar esos labios rosas como suyos, afianzó el agarre en su barbilla y poseyó esa delicada piel enrojeciéndolos por su tacto, por el juego de sus bocas y sus lenguas que no daban piedad a ninguno. Ariana estaba necesitada de olvidar y Bastian no recordaba la última vez que besó por primera vez antes de follar. Sin embargo sabía perfectamente que Ariana era de las que había que besar primero y romper con sus tabús poco a poco.
Tampoco era un sacrificio besar esos tersos labios, saborear ese néctar que encendía su deseo y su miembro. Tenía que hacer algo antes de perder la razón en medio de ese lugar. La cercanía de su cuerpo, su cintura pequeña, sus largas piernas aferradas y sus pechos rozando sus pectorales, contenía sus manos que buscaban llegar a rincones donde la hicieran gemir. Sin embargo algunos empujones y gritos dieron por terminado aquel beso.
Shaina logró escabullirse para buscar a Ariana cuando la vio bajar de la barra, Camila seguía lidiando con su ruso y Leticia estaba muy entretenida besándose con un hombre sin miramientos en la pista de baile.
Abrió los ojos como plato y la boca con demasía al encontrarla besándose con un hombre, pero no cualquier hombre, era el adonis, la perfección. Estaba pasmada viendo aquel encuentro que no sabía que hacer, lo primero que pasó por su cabeza fue que Leticia no viera eso por nada del mundo. Y segundo –Que bien besa ese hombre— ladeo la cabeza para seguir mirando. Sonrió por su prima, él era mil veces mejor que el muppet.
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En los Brazos de la Bestia
Misteri / Thriller¨Despertó su curiosidad, como una presa a su depredador¨ Ariana perdida en su dolor buscaría acabar con ello, cegada por el momento, recién plantada en el altar huiría para entonces encontrar el lugar perfecto para cumplir su cometido. Las cosas no...