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Ariana se quedó en silencio en aquella habitación después de que Bastian la dejara sola soltando su cuello y llevándose su último aliento. Acarició su cuello aun sintiendo el agarre de aquel hombre tan dominante. Después de esa declaración su cerebro no pudo procesar una respuesta, ni mucho menos una negativa contundente. La poca cordura exclamó —no, ni loca—. Pero sus labios quedaron sellados.

Observó de nuevo el teléfono, no tenía sus cosas por ningún lago, tal vez quedaron tiradas sus pertenencias en aquella calle, tampoco sabía que día era o que diferencia de horario había con New York. Su madre podría ponerse como loca si no sabían de su paradero, perdería su trabajo de nuevo, sus amigas pegarían carteles por todo Manhattan con la peor foto. Creían que huyó por culpa de Enrique, que se volvió una desquiciada sin futuro y sin vida. Golpeó su cabeza con cambas manos, no podía estar pensando eso, tenía que concentrarse en el ahora, había sido raptada, llevada al otro lado del mundo para... recordó la última frase de Bastian y su piel se erizó, era posible que él cumpliera esa promesa, porque había sonado a una. 

La puerta se abrió asustándola, de nuevo era Bianca con una sonrisa en sus labios y con una bandeja que parecía sacada de un cuento. Dos copas se dejaban ver, una con rodajas de limón con agua y otra parecía jugo de naranja, lo demás eran dos platos uno con pan y queso, el otro con frutos rojos perfectamente cortados, alineados con elegancia.

—Bueno. —dijo intentando hablar claro para ella, tocó su estómago cuando dejó la charola sobre el pequeño comedor cercano a uno de los ventanales, era su manera de decirle que tenía que comer algo y más si regresó lo poco que tenía. Ariana estaba un poco arisca, pero aquello se miraba tan apetecible.

—Gracias.

Se acercó tomó asiento y comenzó primero por el agua de rodajas de limón para asentar el estómago. Fue refrescante, cerró los ojos, complacida. Bianca esperaba atenta, Ariana volvió a mover la cabeza en agradecimiento, la mujer parecía ser muy feliz porque no dejaba de sonreír. Se giró sobre sus pies y caminó hasta una puerta en un costado, abrió sacando algunas toallas y una bata para después de bañarse. Ariana comía con cierta prisa observándola mientras metía aquellas cosas en el baño.

Realmente necesitaba tomar una ducha, limpiar su cuerpo, olió su uniforme con disimulo. Bianca regresó a la alcoba, inclinó la cabeza y se fue dejándola sola. Ariana masticaba un pedazo de pan y queso mientras en su rostro se dibujaba todas las dudas que tenía. Tal vez después de tomar un baño relajante sería capaz de pensar con claridad.

Pasaron unas horas en lo que comió y se aventuró a meterse bajo la regadera. Al salir se percató que no tenía nada que ponerse, volver a usar el uniforme sería peor, se sentiría sucia de nuevo. Tomó la bata de seda y envolvió perfectamente intentando que nada se saliera de su lugar. Buscaría a Bianca para qué le prestará algo si es que lograba comunicarse con la mujer de la sonrisa impecable. Maldijo cuando se dio cuenta de que la charola ya no estaba, eso quería decir que entró mientras se bañaba.

Era de noche, meditó si salir de esa habitación era una buena idea, pero estaba abrumada de simplemente esperar, no sabía exactamente qué, sin embargo parecía una agonía. Salió al pasillo, la puerta estaba sin seguro, recordó que técnicamente no estaba secuestrada, solamente en un país diferente, sin dinero, sin pasaporte y sin hablar el mismo idioma. Para ella era igual o peor su condición. Tal vez tenía que dar gracias que no estaba amarrada. El pasillo era enorme, un segundo piso decorado con suma elegancia, algunas puertas que daban a más habitaciones, se encontró con las escaleras y bajó poco a poco esperando escuchar algo. Pero era un silencio total.

Comenzó a sentirse alerta, con miedo, angustiada. Caminó descalza por lo que parecía el vestíbulo, miró la entrada principal y se dirigió rápidamente, de igual manera la perilla permanecía sin seguro y era libre de salir. Pero qué haría fuera sola. Volvió a cerrar, estaba en una jaula sin rejas. Siguió buscando en cada rincón hasta dar con la cocina que igualmente era una soledad total.

En los Brazos de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora