Ariana observaba fijamente los ojos de Bastian mientras la sostenía con rudeza de la barbilla, ese azul era imperioso como las olas del mar más bravío. Y el mar le daba miedo. Temblaba como una hoja después de haber sentido aquella descarga de energía que llevaba por nombre orgasmo. Estaba abrumada, sedienta, con un ardor que poco a poco iba apagándose para volverse una herida tan pequeñita como cortarse con un papel.
Bastian no respiraba, bufaba como un toro listo para salir a su primera faena. Su pecho subía y bajada, tan impaciente, tan imparable. Sin embargo hubo un destello en la mirada de Ariana que opacó su sentir rápidamente. Sus ojos se cristalizaban y claramente no estaba bien. La primera duda fue que la había lastimado, pero ciertamente la dejó tomar el ritmo. Entonces, entendía menos. Arman no quería cruzar una línea que sabía bien lo mantenía en una zona perfecta. Se maldijo por tener que detener todo aquello. Soltó bruscamente el rostro de Ariana.
—Vístete... — fue lo único que salió de sus labios antes de abandonar esa habitación.
Abrió de par en par aquellas puertas que lo dirigían al pasillo, Bianca esperaba con el rostro mirando el suelo y sus manos presentes delante su vestido. No hubo necesidad de mencionar alguna palabra, la mujer entró rápidamente a ayudar a Ariana.
Bastian siguió por aquel pasillo malhumorado y con una erección palpitando con descaro, recordándole que no desahogó ni un ápice de su excitación. Entró con hastío a su despacho para buscar una copa que apagara el fuego en su interior. Había una rabia imposible de aplacar, se sentía como el peor día de verano bajo los rayos del sol.
Tomó la primera botella sin leer etiqueta y sirvió sin miramientos, pasó el primer trago de golpe, el segundo, el tercero y en el cuarto simplemente bebió directamente de la botella. La lanzó contra la pared al terminar el trago. Miró otra botella que destapó con una sola mano, recorrió su escritorio antes de dejarse caer en la silla de cuero, estaba a media luz, la poca que la luna le permitía.
¿Qué carajo pensó cuando trajo a esa mujer a su vida?, nunca había creído en las casualidades, el que ella estuviera en el mismo lugar que él la noche que esa herida en su hombro fue hecha lo tomó como la oportunidad que necesitaba. Solo hubo una diferencia de tiempos, ella abandonó aquel lugar dando paso a los que buscaban acabar con él. Y solamente pudo pensar en venganza desde ese día, surgiendo poco a poco los detalles para cumplirla.
Lo que jamás cruzó por su cabeza era traerla ahí, pero la premura de Alessio solo aceleró sus pasos y sin un maldito control que seguir estaba reinventando las cosas. Precipitando todos sus planes. Se sentía patético con una erección que no bajaba, no podía olvidar el descaro con el que se movía ella, observó su mano precisamente los dedos que la llenaron de todo ese placer y juraría que aún podía sentir la estreches de Ariana. Pero había algo que no soportaba, esa maldita mirada, esa inocencia. Golpeó el escritorio duramente con una de sus manos.
Sin embargo tenía que continuar, debía cegarla, tomarla por completo como un eclipse a la luna, abarcar tanto que no exista nada más. Su celular sonó, precisamente lo había dejado debajo de algunos papeles olvidados desde que Ariana abandonó la casa, intentó tener la mente entretenida, pero solo podía pensar en las miles de formas que tomaría su cuerpo. Hubo algo en esa conversación que sin duda disfrutó y fue ese fuego en su mirada. Algo que juraría que él aborrecerá, y más si de esos labios carnosos proclama su nombre. Su celular volvió a sonar y tuvo que atender. La diferencia horaria solo le hacía pensar que era algo que debía ser urgente.
—Habla... — contestó.
—Alessio está en Florencia, ha decidido asistir al evento de los Bianchi. Repentinamente ha tomado un avión y me informa que no hizo escala en Apuglia.
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En los Brazos de la Bestia
Misteri / Thriller¨Despertó su curiosidad, como una presa a su depredador¨ Ariana perdida en su dolor buscaría acabar con ello, cegada por el momento, recién plantada en el altar huiría para entonces encontrar el lugar perfecto para cumplir su cometido. Las cosas no...