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Ariana se concentró en medio de la cama con las rodillas pegadas al pecho, sentada, esperando que todo ese frenesí bajará de una buena vez. Pero la imagen de Bastian seguía tan presente que no era capaz de dejarlo pasar. Estaba loca, un pensamiento recurrente que no podía ni un solo momento permitirle la paz que necesitaba para que la claridad retomará su cabeza.

Había sido raptada, eso no tenía otro nombre. Ese hombre fue la primera vez de su mejor amiga, era misterioso, dominante, posesivo, y tenía una oscuridad que lo rodeaba de manera majestuosa. Cosa que tampoco podía explicarse, Bastian no era la clase de hombre con los que convivió alguna vez, si lo comparaba con Enrique era una diferencia abismal de carácter. Provocaba en ella emociones que no conocía, le preocupaba no poder ser capaz de resistirse a él en todos los sentidos. Dejó caer la cabeza hacia atrás golpeando tres veces la cabecera de la cama.

Las siguientes horas pasaron lento y el cansancio la obligó a dormir en algún momento. Cuando volvió a abrir los ojos fue debido a Bianca que interrumpía en la habitación abriendo las ventanas. Rápidamente se incorporó temerosa, ella cerró con seguro, lo podía recordar muy bien.

—Bella mattina (bonita mañana) — exclamó con esa sonrisa natural en sus labios. Ariana entendió lo que había dicho o por lo menos su expresión era fácil de descifrar.

—Buenos días. —saludó bostezando. Se congeló en el acto al reconocer a Bastian en el marco de la puerta. Vestido de traje azul impecable, camisa blanca sin corbata.

—Son las diez de la mañana, te espero para desayunar. — dijo secamente sin tiempo a que ella se negará. Compuso rápidamente la bata en el centro de su pecho, ya que dejaba ver su escote un poco.

—Necesito ropa. — exclamó mirando a Bianca que seguía ahí con las manos al frente y con esa sonrisa que estaba empezando a odiar. —Ropa... — señaló su cuerpo.

—Oh. — pronunció. —capi di abbigliamento (ropa).

Caminó hasta una puerta a lado del baño, la abrió rápidamente señalando que entrará. Ariana se puso de pie acomodándose lo que vestía, entró llevándose una grata sorpresa. Era un closet, se maldijo por no haberse dado cuenta antes. Abrió algunas puertas de madera, había vestidos, la mayoría eran vestidos vaporosos, pero bastantes frescos. Lo primero que pensó fue de quien era esa ropa, sin embargo notó las etiquetas corroborando que eran prendas nuevas. Bianca seguía ahí observándola con atención desde la puerta.

Un vestido de color azul cielo llamó su atención inmediatamente, las mangas eran sumamente delicadas, cortó hasta las rodillas, pero de una tela suave, con botones en el frente.

—Este será. — afirmó. Rebuscó en algunos cajones encontrando ropa íntima delicada y algo provocativa. Vaciló al pensar que Bastian pudo haber elegido eso. Dejó aquellos pensamientos atrás para alistarte, primero tomaría un baño

Las sorpresas no terminaron, ahora en el baño también tenía nuevas cosas, cremas, maquillaje, pinzas para el cabello, peines y un sinfín más que le parecía extraño amanecieran ahí. Era más que obvió que Bastian mandó pedir todo eso para ella.

Tomó una ducha rápida, secó su cuerpo, se cambió y peinó su cabellera dejándola secar al aire. Meditó si debía o no usar las cremas, una botella llamó su atención era un perfumen de peonias que olía exquisito. Maquilló un poco solo para hacerle honor a ese hermoso vestido. Al Salir se topó con Bianca esperando en el pasillo. Aplaudió al verla emocionada, tal vez atinó bien con ese vestido. Caminó detrás de ella, la luz del sol entraba por las ventanas que recorrían ese pasillo.

Se encontró con Bastian leyendo algo en una Tablet, alzó el rostro para verla por un instante antes de regresar a lo que estaba haciendo. Eso fue incómodo para Ariana, no sabía que esperaba, pero sin duda fue algo más, un pensamiento que mandó muy al fondo. Sentía vergüenza de mirarlo directamente cuando Bianca abandonó el lugar. El comedor era tan grande que ambos quedaban justamente en un extremo. Ariana mantuvo la mirada baja, observando sus manos entrelazadas sobre la falda que hacia nudo de tanto que la movía entre sus dedos. Ahí estaba de nuevo ese pensamiento, la imagen del hombre frente a ella a la orilla de la piscina tocándose sin miramientos.

En los Brazos de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora