Ariana observaba la caja sobre la mesa mientras caminaba de un lado a otro haciéndose miles de preguntas, buscó su celular y entró al navegador, tecleo el nombre de Arman Bastian en el buscador, ahora qué sabia su nombre, tenía que saber quién era él. En que lío se había metido inconscientemente, pero como iba ella a saber que lo volvería a ver y sobre todo que le mandaría una caja a su domicilio. Mordió una de sus uñas mientras las páginas aparecían; sin embargo, no había ninguna red social, esperaba encontrar tal vez un perfil.
Solo había link de noticias donde su nombre aparecía, leyó claramente donde decía que era abogado, entonces pensó que Leticia debía conocerlo. Ella podía sacarla de dudas, pero tendría que contarle de donde lo conocía y por qué, eso la regreso al principio, no quería que nadie supiera de su actuar tan penoso de ese día donde creyó encontrar una salida, había sido una bruta, cada vez que lo recordaba llegaba un tic nervioso obligándola a cerrar los ojos.
Encontró la página del bufete de abogados al que pertenecía y rodeo los ojos al leer perfectamente Bastian y asociados. Sin duda era un hombre muy poderoso, al igual que misterioso. Miró el teléfono de las oficinas y la dirección. Podía regresar el regalo con una nota, pero que pondría en ella...
No, gracias. Creo que hay un malentendido...
Y si era ella la que estaba malinterpretando las cosas, pero quien carajos regalaría una muñeca con una nota así a una desconocida. O quien en su sano juicio buscaría la dirección de esa desconocida, debía ser un loco en potencia.
—Basta, Ariana. Lo que tienes que hacer es dejarlo pasa. — se dijo en voz alta aventando el celular al sillón. Sin embargo, de nuevo la mirada de aquel hombre regresó a su mente perturbándola —. Debería regresarle el regalo personalmente y así dejar claro que... — comenzó un monólogo —. Que hay un malentendido.
Pero no sería más loca ella al buscarlo. Se sentó en el sillón moviendo las piernas con insistencia. Tenía que regresar esa caja antes que todas hicieran preguntas y tuviera que aceptar lo que pasó. Shaina sería la más demandante en saber la verdad, era un milagro que su madre no le haya contado nada a su tía, tal vez intentando omitir el pésimo momento que se une a una hija plantada en el altar.
Tomó de nuevo el celular desbloqueándolo para leer la dirección del bufete, tal vez podría dejárselo a una secretaria en el caso de que no diera con él. La idea pareció perfecta en su cabeza, así sería clara de que no tiene ningún interés de seguir cruzando sus vidas, apenas y podía sobrevivir a lo de Enrique para lidiar con un desquiciado.
El despacho quedaba justamente en el centro de la ciudad, en una de las zonas más caras. Fue una decisión de momento acelerada o movida por algo que ella misma no podía descifrar de momento. Se alistó con cierto cuidado intentando tener su mejor cara después de una noche de juerga que la tenía sintiéndose destruida. Agarró los lentes de sol más grandes y veinte minutos después salía de su departamento con la caja entre las manos repitiéndose en la cabeza lo que iba a hacer.
Entrar, dejar, correr...
Parecía el plan perfecto, se lo repitió mientras ingresaba al taxi, porque si tomaba un autobús seguramente se arrepentiría, en cambio, pagando una cuota más cara cumpliría con su cometido. Ideas que en la mente de Ariana cuadraba perfectamente. Le dejó una nota a Shaina asegurándole que iría por unas compras, inventándole que había salido a comprar tampones, pero ni siquiera le tocaba en esas fechas, fue el pretexto más tonto.
Todo el camino movió la pierna inquieta, diciéndose en su cabeza lo que haría. Al llegar al edificio esa opresión se volvió más grande. Se bajó del taxi después de pagar, era uno de los rascacielos más imponente de la ciudad con ventanas templadas. Realmente era su destino, dudó. Caminó un par de pasos hacia la entrada y dio tres hacia atrás.
—Basta, Ariana, entregas y te vas. — afirmó para ella misma en voz alta, acomodó su bolso en su hombro.
La recepción era inmaculada en tonos grises, en el centro una señorita al teléfono indicaba a donde debía ir cada uno de los presentes. Tomó un gran respiro cuando su turno llegó y la mujer colgó.
—Bienvenida a Bastian y asociados, ¿qué puedo hacer por usted?
—Traigo... traigo un paquete para el señor Arman Bastian — tartamudeo
—¿Procedencia? — dijo la mujer tecleando en su computador.
—¿Perdón? — inquirió
—De dónde es el paquete, para añadirlo al listado... — señaló la pantalla como si fuera lo más obvio, la había confundido tal vez con un servicio de paquetería, pero Ariana no llevaba ningún uniforme, claramente no era una trabajadora.
—Más bien señorita... — habló en voz baja acercándose a ella —. El paquete me lo envió el señor Bastian, solo quiero regresárselo —susurró levemente y como avanzaba la voz se perdía. La mujer la miraba como si tuviera un tercer ojo alzando una ceja, observó la caja en el mostrador.
—Arman Bastian le envió un regalo... —afirmó
—Parece... — murmuró de nuevo.
—Y usted lo quiere regresar — dijo con ironía. Ariana afirmó con la cabeza. —¿Estás loca? — inquirió algo sorprendida y Ariana se quedó peor. Marcó un número y alzó el teléfono... —Sí, una señorita viene a entregar un paquete al licenciado Bastian. Aja, si aquí está frente a mí... no, no es una paquetería, es un regalo que él le envió —declaró y Ariana comenzó a sentirse pequeñita por el tono de voz que utilizó.
—Solo quiero dejarlo... — habló rápidamente Ariana, pero ella simplemente alzó la mano para que esperara, parecía que alguien hablaba del otro lado. Debía correr, dejar el paquete y huir como si hubiera robado algo.
—Piso 59— colgó la llamada dirigiéndose a ella.
—¿Qué?
—En el piso 59 le recibirán el paquete.
—Puedo dejarlo aquí... yo solo...
—No estoy autorizada para recibir ese tipo de paquetería señorita, esto es un caso diferente. —señaló hacia el elevador.
Viéndose sin opción caminó hacia el ascensor, podía salir corriendo y dejar eso en el olvido. Sin embargo, había hecho el viaje, pagado el taxi que le cobró bastante caro. Suspiró presionando el botón. La puerta se cerró y tecleó el número del piso, sintió el cambio en él moviendo de aquella estructura metálica, su corazón comenzó a latir rápidamente. Apretaba la caja que intentó dejar como la recibió con el lazo atado en un moño. Por cada número que pasaba se decía que estaba loca y tonta.
Las puertas se abrieron dando paso a un espacio gigantesco, una oficina minimalista con unos ventanales que dejaban ver la ciudad en todo su esplendor. Dio un paso y buscó de un lado a otro esperando encontrarse con la secretaria o alguien, pero no había nadie, tampoco deseaba moverse más en ese espacio. Observó el escritorio de cristal pulcro, resplandeciente acompañado de una silla de cuero negro. Regresó a su plan inicial, —dejar y correr—. Se acercó rápidamente y colocó la caja en el medio con cuidado.
Dio un paso atrás lentamente como si no deseara ser escuchada, dio otro más antes de girarse rápidamente, pero al hacerlo se estampó contra un cuerpo perfectamente vestido de traje.
—¡Perdón! — exclamó alejándose y agachando la cabeza avergonzada. —Solo dejaba esta caja, ya me voy... —alzó el rostro, abrió la boca con demasía al percatarse de quién era. Bastian la miraba con las manos dentro de sus bolsillos. Estaba en su oficina y su mente comenzó a divagar, tenía que salir de ahí, pero no podía dejar de verlo.
Él alzó una de sus manos, Ariana estaba petrificada mandando señales a sus piernas para que se movieran, corriera, hiciera algún maldito movimiento, pero simplemente miró el movimiento de su mano, el recorrido desde el bolsillo de su pantalón hasta milímetros de su rostro. Se detuvo cerca de su barbilla.
—Dime entonces...— posó su dedo índice en su barbilla, cerrando su boca manteniendo una ligera presión. Alzó su rostro hasta que su cuello se tensará y sus miradas se fijarán entre ellas. —Mis pecados serán perdonados, Ari...— su lengua saboreo el diminutivo de su nombre y su piel se erizó inmediatamente al escucharlo, ¿quién era ese hombre realmente?
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En los Brazos de la Bestia
Mistério / Suspense¨Despertó su curiosidad, como una presa a su depredador¨ Ariana perdida en su dolor buscaría acabar con ello, cegada por el momento, recién plantada en el altar huiría para entonces encontrar el lugar perfecto para cumplir su cometido. Las cosas no...