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"Siempre dicen que la tercera es la vencida, con suerte esta carta será igual, por cierto, una respuesta no sería tan mala.

Me atrevo a seguir escribiéndote pues no me has dado negativa, espero que eso esté bien para ti."

Y por la visita de la noche anterior por supuesto, aunque pensó que sería mejor dejar eso como un secreto.

"En la primera me disculpé, la segunda fue mi presentación así que cómo ya lo dije, esta tercera es una humilde petición, hoy anhelo por una respuesta tuya, y así sea un simple te odio o el más elaborado poema yo estaré bien con ello.

Me atrevo a pedirte esto pues mis instintos ganaron a mi razón, y estoy segura de lo que siento al pensar en ti, es recíproco, o al menos espero lo sea.

Espero con el corazón no llegar a molestarte con lo que pido, y si de cualquier manera, al leer esto decides que no quieres responder entonces lo voy a aceptar, cabe recalcar que tampoco será un incentivo para dejar de escribirte, yo continuaré con mi labor hasta el día que no quieras más, así tenga que contarte cada nimiedad de mi vida aquí me tendrás, narrandote cómo viví cada uno de mis días sin ti."

Releyó la carta un par de veces sintiéndose algo abrumada por lo propia que era y claro, por su millón y medio de demostraciones de amor melosas que dejaba en el trazo de cada palabra, porque si, Alaia escribía las cartas a mano, de esa manera sentía que se volvían más íntimas.

"Hoy me pregunto si algún día lograré hacer que me veas de la forma en la que yo te admiro"

Borró eso último, si lo sentía, en definitiva, claro que eso no significaba que no sintiera vergüenza al respecto. Lo volvió a escribir ya que le entró un golpe de valor y terminó por borrarlo una segunda vez, estaba decidido, aún no le diría algo así, ya tendrían tiempo cuando se conocieran en persona.

Volvió a repasar las palabras una vez más, era una carta pequeña, una carta de lo que sentía en ese momento lo que era más que suficiente.

Dobló el papel, lo metió a un bonito sobre rojo y rebuscó entre el millón de estampas que le regalaba su hermana cada que iba a visitarla a casa de sus madres, a esa niña le encantaban todas las cosas lindas y tenía gusto por compartirlas con Alaia. La alfa encontró la estampa de una zanahoria disfrazada de conejo, entendió que era la indicada.

Así, una vez más entregó el sobre a Silvio que era el cartero designado cada vez que iba a la casa de Lea (Que era unas dos o tres veces por semana, algunas veces incluso más), su tarea del día había terminado.

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Tenían una pista, las cámaras habían captado a un hombre con las mismas características que Lea había descrito merodear cerca de la universidad dónde estudiaba.

La omega comenzó a llorar desconsolada al enterarse, como pocas veces, el enterarse de ello significaba que ese monstruo no solo podía seguir con su vida como si nada, es que además tenía pensado volver a atormentar a alguien.

— No lo hemos encontrado aún, en ninguna grabación está su rostro, sabe lo que está haciendo y es cuidadoso, de cualquier manera aumentamos la seguridad en el campus para resguardar la seguridad de los estudiantes y tener más oportunidades de atraparlo, aunque la verdad no estamos seguros todavía de que se trate de la misma persona, podría tratarse solo de una coincidencia. — ¿Coincidencia? Era una gran probabilidad pero no hizo sentir mejor a la omega, significaba que no solo debía temerle a un animal, eran muchos. 

La oficial no quería hacer la pregunta, se sentía como un monstruo pues no podía siquiera imaginar lo que estaba pasando Lea y ahora además tenía que responder a todas esas preguntas tan incómodas, pero si querían atrapar a ese monstruo lo necesitarían. 

— Lea, hasta este momento ¿No has recordado nada más?

Lea ya estaba cansada de tener que repasar esa memoria una y otra vez, algunas veces en el psicologo, otras con la policía y unas veces más solo para atormentarse a sí misma antes de ir a dormir, solo así tal vez podría entender que fue lo que hizo mal aquel día, que fue lo que pudo haber cambiado.

— Cuando terminó no me dijo bonita, no podía recordar la palabra... pero estoy bastante segura de que dijo que era majestuosa, me pareció extraño, no es un adjetivo usado en... bueno, me dijo que me extrañaría, Te voy a extrañar mucho Lea, en verdad que te tuve ahora no sé cómo viviré sin ti. Estoy segura que dijo eso.

— ¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Qué no entiende que esos detalles son importantes? — No fue la oficial quien le dijo eso, fue su compañero, un alfa que sin muchas más presentaciones ya había dejado a relucir lo estúpido que era con un comentario.

Claudia casi le arranca la cabeza en ese instante de no ser por Delia que la había detenido, y no por menos faltas de asesinar a ese oficial a golpes, solo porque guardó un poco de sentido común y tal vez agredir a un oficial no era la mejor idea que podían tener. Todos en esa sala querían golpear al alfa imbécil, su compañera incluida, todos excepto Lea, ella se paralizó, ya estaba lo bastante asustada por la presencia de un alfa extraño frente a ella, aterrada a decir verdad para demás sumar el más que imprudente comentario, esas palabras que la golpearon tan fuerte, era su culpa, ya lo sabía, lo que le había sucedido era su culpa.

— Le pediré que salga de mi casa en este momento. — Gruñó Claudia. — Agradezca que estoy siendo amable. — El indignado alfa intentó retar a la dueña de la casa hasta que su compañera también le pidió que se retirara.

— Disculpala en verdad Lea, al menos intenta olvidarlo, es tan idiota como una roca, pero no es una mala persona. — La oficial no sabía hasta qué punto eso era verdad, aún así debía mantener un trato cordial con todos. — Pero volviendo a lo que te pregunté ¿Eso es todo lo que recuerdas?

— Intentó romper mi vestido, quería un trozo de tela pero antes de lograrlo se fue.

— Eso nos será muy útil, te agradezco el tiempo.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora