Cuando Alaia nació sus padres decidieron hacer el estudio de segundo género, solo porque los padres del omega habían accedido a pagarlo, a decir verdad es que esas cosas no eran nada baratas.
Omega, en grande y al principio de la hoja solo por debajo de su propio nombre, eso la arruinó, un error en una máquina, o tal vez la de algún doctor o químico, de quien fuera, esa simple palabra había dañado todo.
Dos años de desgracias, de una pequeña bebe maltratada que nada le debía al mundo. Alaia no recuerda nada de ello, sin embargo recuerda el miedo que le daba pensar en sus padres, también recuerda ciertas actitudes, cosas que a la larga descubrió que hacía por miedo, como tomar comida de la cocina, la ansiedad que eso le generaba era descomunal para una niña que solo esta tomando un jugo del refrigerador, pero para la bebé de dos años, DOS AÑOS hacer eso podía significar que la encerraran en la habitación a oscuras, o que la golpearan, o ambas.
Padres tan jóvenes y estúpidos, una combinación difícil si se le suma que además eran drogadictos. De no ser porque una vecina denunció el maltrato jamás podría haber escapado de este.
Pero a pesar de los muchos años que habían pasado, a pesar de todo estaba olvidado y superado, las imágenes en el reporte policial eran de terror.
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— ¿Puedo abrazarte? — Seguían ahí, en silencio acostadas en la cama, tratando de alguna manera pasar rápido el tiempo u olvidar todos sus problemas, o ambas tal vez.
— Está bien.
Ya habían dormido juntas, y claro que en el sentido más puro de la palabra porque Lea no estaba nada pero nada lista para dar otro paso, pero se sentía diferente, podía ser el olor de la habitación en dónde predominaban las feromonas de la familia de la alfa, o la lejanía de su hogar, tal vez los problemas del día, querían encontrar cada motivo por el cual estaban incómodas llegando siempre a la conclusión de que era un conjunto de factores.
Con delicadeza Alaia envolvió la cintura de su amada, las pieles quemando solo por estar juntas era una sensación tan nueva como encantadora.
— No sé por qué te preocupas tanto. — Alaia comenzó a susurrar, casi podía sentir que incluso sin hablar Lea podría entenderla. — Yo debería agradecerte a ti.
— Estás loca. — Bromeó. — Eres el sueño de cualquier omega.
— Tan solo no me conoces lo suficiente.
Estaba aterrada por revelarle algo que en definitiva la perjudicaba, no mentiría, no a ella, ya estaba tan perdidamente enamorada que, por lo menos así Lea tendría la oportunidad de dejarla antes de enredarse más, que la dejara y viviera una vida feliz, pero por más decidida que estuviera, po más que se repetía que las cosas estarían bien no podía soltar sus brazos, permanecerá de esa manera hasta terminar de contarle todo.
— ¿Me dirás que es lo que hiciste entonces?
— ¿Me odiarás si te lo digo? — En definitiva la odiaría, es que en la cabeza de la alfa no había otra respuesta válida a su pregunta.
— Quiero que me lo digas.
Para este punto Lea comenzaba a tener un miedo real, no como tal de Alaia, de lo que fuera que hubiese hecho ¿Y si también había abusado de otro omega? En definitiva jamás estaría con alguien que hubiese lastimado a alguien de la manera en que la lastimaron a ella.
— Es que... no estoy muy segura de cómo debo decírtelo. — Sus cuerpos se juntaron con más fuerza para tomar valor, aunque al mismo tiempo solo hizo que darle más miedo a Lea. — Yo, cuando era más pequeña casi mato a golpes a alguien.
Sus pulmones, corazón y de paso alma entera se fueron de regalo con su frase, ahora su cuerpo se trataba de un cascarón vacío esperando respuesta para, con un milagro poder rellenarse una vez más.
— ¿Matar?
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A dos meses de ingresar al sistema ni una sola familia había plantado pié en el orfanato. La pequeña "omeguita" pasaba todo el día sentada en su cama jugando con un peluche que había logrado conservar única y exclusivamente para ella.
Los cuidadores estaban aterrados por el futuro de Alaia, una omega en el sistema solo tenía dos salidas según su experiencia, prostitución o drogas y abusos, que para el caso tampoco es como que fueran muy diferentes, a lo más, cambiaba el órden en el que sucedían las cosas.
Nadia fue la primera en verla ahí sentada sobre su cama estando completamente sola, preguntó a los cuidadores y todas las respuestas fueron las mismas "pobre pequeña, que Dios la bendiga" Eso fue lo que detonó algo en ella, no permitiría que una omega sufriera, que nadie lo hiciera si tenía que ser más exacta, pero la exposición de una omega a ese mundo podía ser todavía peor. Malena estuvo de acuerdo tan pronto como vió los ojos de Alaia llenos de vida porque por primera vez en todo ese tiempo alguien en verdad le ponía atención.
— ¿Cómo te llamas mi vida?
— Alaia.
— Yo soy. — Nadia quería presentarse apropiadamente aunque fuera una niña pequeña, que el ser pequeña no significaba que era tonta.
— Tu eres como una mamá.
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Después de la tormenta (Omegaverse Gl)
Romance- ¿Cómo se puede escapar del abismo? ¿Por qué todos dicen que el mundo es bello? - Porque lo es ¿Salimos de esto juntas? Paso a paso lo van a lograr, juntas. La siguiente lectura contiene temas maduros que pueden no ser adecuados para todos por fav...