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Los cuatro amigos se quedaron callados, acababan de meter la pata. A pesar de todo Alaia no parecía incómoda, no le interesaba a decir verdad, eran reacciones que había recibido toda su vida, estaba acostumbrada, además que claro que sabía que lo hacían desde una buena intención.

Todos cambiaron el tema como si lo que acabara de suceder fuese un sueño, cada quien en su conversación ignorando a la alfa.

— ¿Es verdad? — Preguntó Lea bien bajito, era la única que tenía más curiosidad que vergüenza por esa pregunta.

— ¿Que soy adoptada? Si, ¿Por qué mentiría con algo como eso?

— No lo sé, me parece raro que, ya sabes, es extraño que den en adopción a una alfa.

— Ya, si es extraño, el problema es que en los primeros estudios que me hicieron hubo algún error y pensaron que era omega, así que padres retrógrados y drogadictos no podían aceptar eso.

— Que estúpidos, tú eres una persona asombrosa.

— Eso es gracias a mis madres, estoy segura de ello. — La alfa pensó mucho si soltar la siguiente frase pues podía ser invasiva para Lea, qué más daba, estaba tan feliz, más importante aún, la veía a ella tan feliz que sabía no importaría. — Ojalá pronto las conozcas.

— Sería un placer.

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Alaia pagó toda la cena, dijo que le habían dado un gran regalo estando con ella así que era lo mínimo que podía hacer. Todo estaba de maravilla hasta que Alaia se intentó despedir de Lea.

— No sabes lo feliz que me hizo verte. — No iba a dormir toda la noche pensando en ello.

— Yo también tenía muchas ganas de verte. — Otra que no dormiría.

— Lea, te importaría si... ¿Te puedo dar un abrazo?

Lea aceptó sin pensárselo mucho, que también quería sentirla cerca, pero cuando el metro ochenta y cinco de Alaia se aproximó a ella inevitablemente retrocedió, fue meramente instintivo, el miedo la dominó por completo sin darle tiempo a pensar, razonar que se trataba de Alaia, esa grandota que hacía una y mil boberías por el teléfono para hacerla reír. No importó, Lea terminó escondida tras el hombro de Karla que quedó atrapada en esa situación incómoda.

— ¡Lo siento! No fue mi intención asustarte, creo que todavía no estás lista para esto, está bien, será a tu tiempo ¿Qué te parece? Lo siento mucho en verdad. — Era un pequeño cachorro regañado, asustada de molestar en lo más mínimo a Lea.

La omega dio la media vuelta y sin decir nada se fue.

La había cagado, lo sabía, no debía atreverse a tanto ¿Cómo se le ocurría? Se sintió tan cómoda que olvidó por completo lo que debía estar sintiendo Lea en ese momento. Estampó la cabeza en el volante de su auto, ya llevaba 20 minutos sola y fuera de su departamento sin tener el valor de salir, solo se castigaba por ello.

Lea, que ya en su casa, se sentía menos que basura por tratar mal a Alaia se recostó en las piernas de su mamá para hablar con ella.

— Debí dejar que me abrazara.

— Amor, sabes que no fue intencional, tú cuerpo reaccionó, estoy segura de que ella lo entiende.

— Me alejé de mi mate, me odia.

— No te odia, eso es imposible, lo sabes, lo puedes sentir.

— Voy a llamarle, quiero hacerlo. — Anunció, tenía que darle una explicación.

Corrió a su habitación para hacer la llamada, volver a verla aunque fuera en llamada seguro le alegraría el día.

Alaia estaba por salir del auto cuando su teléfono sonó, no supo que hacer, tropezó, se golpeó la cabeza con el marco de la puerta y volvió a entrar al auto para contestar.

— Lea, lo siento, salí por unas cosas. — Mentira.

— Perdón, no quería molestarte.

— Sabe saque no lo haces, en realidad, quería volver a disculparme, no debí.

— No, no digas nada, yo quiero abrazarte. — El pecho de Alaia se infló de alegría, ¡No la había hecho enojar! nada estaba mal. — Y tampoco quiero que me odies si no puedo hacerlo tan pronto o si no puedo comportarme como los demás.

— Te lo juro, creo que soy de las pocas personas que te pueden decir esto siendo tan honesta como me es posible, primero tienes que sentirte bien contigo misma, luego piensa en mí, yo estaré bien te comportes como las demás o no, en realidad no me interesa en lo absoluto porque yo te quiero, lo importante es que tú estés bien con eso.

— Eres encantadora ¿Te lo habían dicho?

— Tengo que irme, mi mamá me está llamando, no me gustaría dejarla esperando ¿Está bien? Te hablaré mañana, te propondré algo.

— Claro, contesta, ya hablaremos mañana, te quiero. — Lea colgó antes de que Alaia sufriera un paro cardiaco ¡LE ACABABA DE DECIR QUE LA QUERÍA! 

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora