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67-72

Alaia había perdido en el último cuarto. Su equipo estaba destrozado, en verdad habían dado todo lo que tenían, cada jugada estaba estudiada y practicada a profundidad y aún así les habían ganado.

La sonrisa de la alfa se había convertido en una mueca de tristeza.

Sus amigos se sentían frustrados, es que Alaia había jugado muchísimo mejor, carajo, era innegable, en verdad era buena y perdió, tanto Adam como Tania se veían destrozados, se habían metido demasiado en el partido.

Lea, ella no tenía idea de deportes, no le gustaban y nunca lo habían hecho, pero había estado todo el tiempo que Alaia jugó sin poder despegar los ojos de ese baile con el balón en mano, ver sus sonrisas y frustraciones, nunca imaginó que un deporte pudiera ser tan entretenido.

— ¡Alaia! — Adam esperó a que dejara de hablar con su entrenador y con otras personas en el campo, tal vez alguien lograra sacarle la tristeza pero nada. — Ven acá.

Alaia acató, con la mirada en el suelo hasta que entre toda la nube de olores del lugar se percató del de Lea.

Se miraron a los ojos durante un buen rato, eran lo único que podían ver, lo demás, la gente, las personas, nada de eso no existían, todo el universo eran ellas y solo ellas, porque los demás eran irrelevantes, porque lo único que querían era abrazarse, porque se deseaban, porque eran perfectas.

— Bueno, al menos volvió a sonreír. — Se burló Tania.

Es que la sonrisa tonta de Alaia había tomado el control de su rostro, tenía a Lea con ella, sentía que era todopoderosa, no importaba que hubiera perdido, no importaba nada malo, ya tenía lo que más quería en la vida.

— Hola.

— Hola.

Era la primera vez que se saludaban en realidad, todas las cartas, todas las llamadas siempre empezaron sin un saludo (Porque contar esa primera carta era de pena)

— Siento que hayas perdido. — Lea era otra persona, no tenía miedo, estaba tan cómoda con Alaia.

— Hice lo mejor que pude.

— ¿Eso no lo hace más triste?

— Lo que es triste es que no me hayas podido ver ganar.

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Decidieron que un restaurante era un mejor lugar para charlar que estando todos separados, así que con los dos autos, el de Adam y el de Alaia llegaron. Ni la alfa ni la omega se atrevieron a ir en el mismo auto, se morirían, como mínimo Alaia chocaba.

En la cena se sentaron separadas, cada quien en su esquina, claro, de no ser porque sus amigos, que tenían a todas sus neuronas despiertas las juntaron a la fuerza para que por lo menos pudieran charlar. Claro que sus corazones estaban por explotar de la emoción, ambas podrían volar si se lo proponían en ese momento, de cualquier manera trataban de mantener la calma para parecer personas normales y no asustar a la otra.

— Pensé que me daría más miedo estar contigo. — Fue un comentario de corazón, ella en verdad pensó que al ser una alfa le tendría miedo sin importar que fuera su mate, pero hasta ahora no sentía nada, nada malo claro está.

— Me encanta saber eso. — Con toda la delicadeza Alaia se atrevió a tomar la mano de Lea, y así lo hizo, ambas sintieron que sus cuerpos quemaban, era tan único que jamás se separarían.

— Mierda Alaia, jugaste genial, no me creo que hayan perdido, no lo merecían. — Sergio quería unirlas a la conversación, que fuera una verdadera cena de amigos y no una dónde todos los chismosos se quedarán simplemente observando a la pareja que ni cuenta de ello se daba.

— En realidad lo que me fastidia no es perder. — Aclaró. — El equipo ganador tenía la oportunidad de presentarse con un reclutador en ese mismo momento, sé que todavía estoy a tiempo de que alguno me encuentre, pero esto sólo lo retrasa más. (Su reloj para poder llegar a jugar profesionalmente alguna vez corría muy rápido)

— Pero si eres muy buena, te lo juro, seguro que pronto te descubren. — Tania se había vuelto la mayor fan de Alaia durante ese partido.

Lea se plasmó, era cierto, para Alaia eso era lo que le importaba, su oportunidad, era tan importante para ella que incluso se tuvieron que distanciar unos días, no podía imaginar que era lo que en verdad estaba sintiendo. Apretó su mano un poco, quería mostrarle que la apoyaba, que estaba para ella sin importar que.

— Pero cuéntanos un poco ¿Cómo te interesó el basquetball? — Comentó Adam. — Seguro que fue tu papá, puedo sentir como eso fue algo a lo que te llevó un alfa.

— No creo, las actividades cuando eres pequeño son más bien una cosa de mamás. — Corrigió Karla.

— Bueno... — Alaia dejó salir una risilla incómoda. — En realidad mis dos madres son omegas, soy adoptada.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora