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— ¡Amiga! No sabes lo mucho que me alegra que estés aquí. — El beta era de lo más honesto, quería lanzarse a darle un abrazo, pero se controló muy bien porque lo primero era su amiga, no lo que él quisiera en ese momento.

— Hola, perdón por no verte antes, es solo que.

— No tienes porque explicarme absolutamente nada, cuando te sientas lista será, lo importante es que estás aquí.

Tania y Karla ya estaban ahí, no querían provocar una situación de estrés dejando sola a su amiga con un hombre, y no es que no confiaran en Silvio, para nada, ese chico era un pan de Dios, era solo que no sabían qué esperar de la reacción de Lea.

Por eso cuando la omega pudo percibir un cuarto aroma, uno diferente al de sus amigos comenzó a asustarse pues, podía poner las manos al fuego, se trataba de un alfa.

— Eh, ustedes, ¿Ustedes también pueden oler... eso?

Silvio era beta por lo que entendió de inmediato que la pregunta no era para él, pero supuso a lo que se refería Lea, así que con una mirada cómplice a Tania y Karla se decidieron a calmar el naciente miedo de su amiga.

— Son las feromonas de una alfa, si. — Aseguró Karla. — Pero no está aquí, no llegará hasta las 10 de la noche, ella es la nueva roomie de Silvio.

— No sabía si decírtelo antes, solo no quería llenarte la cabeza de cosas tan banales.

Eso era justo lo que Lea quería, que le llenaran la cabeza de lo que fuera que le diera un momento de tranquilidad entre todos sus pensamientos, quería olvidar lo que le había pasado.

— Está bien, si no está no tengo problemas, es solo que, mierda, mis instintos están jodidos, es que la presencia de casi cualquier alfa me aterra, no lo puedo evitar. — Lo había hablado con su psicólogo y este le había dicho que se trataba de una reacción normal, algo que debía trabajar y con el tiempo superaría, pero de momento ni siquiera tenía intenciones de tratar. — Quiero decir, intento dejarlo atrás, pensar que no sucedió y continuar como si nada pasara, solo no es posible, cuando hay un alfa cerca no puedo resistirlo, tengo ganas de llorar y correr... por eso no puedo ver a Adam, aunque sé que no fue él, estoy más que segura de eso, tan solo no puedo.

— Oye, está bien, él entenderá, y será cuando estés lista, todos lo entenderán.

— En verdad los extraño. — Y era honesto, extrañaba la vida que le habían arrebatado, sus clases, sus amigos, solo no tenía la fuerza de continuar.

Nadie supo qué responderle a eso, les rompió el corazón como pocas cosas logran hacerlo.

— ¿Y si hacemos algo de comer? Lo preparamos como siempre, desde cero. — Los cuatro eran un desastre para eso, nada les salía bien y aún así les parecía de lo más divertido.

— Si, por favor, hagamos algo. — Chillo Tania que quería levantarse de una vez por todas o mataría al bastardo que había lastimado a su amiga.

Se decidieron por pizza, desde cero, que ni siquiera tenían todos los ingredientes por lo que Silvio y Karla salieron a comprar lo que faltaba, harina, queso, y unas cuantas cosas más.

— ¿Sabes? Sé que no estamos haciendo nada y, bueno, el día no ha sido el más divertido pero en verdad me la estoy pasando bien.

— Me alegra mucho saberlo, en serio, no sabes cuanto.

Tania se levantó al baño, que morir por una vejiga estallada no era su sueño en realidad y llevaba aguantando desde el momento en que Lea había aceptado a encontrarlos para comer.

Ese momento de soledad de Lea, en el sofá, cómoda y esperando lo mejor del día por primera vez en meses la hizo querer llorar, tan miserable por sufrir todo el tiempo, tan miserable por no poder para de sentirse mal.

— Oye ¿Estás bien?

Rápidamente levantó el rostro al escuchar esa voz extraña, saltó hacia atrás y soltó un chillido tan agudo que no solo asustó a Tania, también a la alfa que tenía en frente que salió volando directo a la mesita de centro de su sala, tropezar con ella,  después rodar por el suelo y terminar retrocediendo aún más, es que ese chillido era claro, era el terror puro en un omega hacia un alfa, ese chillido que solo nace cuando un omega se siente en verdadero peligro y busca protección a toda costa de alguien más.

— ¿¡Qué pasa Lea!? — Ni siquiera tuvieron que responder para que supiera lo que estaba pasando, con Alaia tirada en el suelo y Lea casi escalando la pared para esconderse pudo entender lo que estaba pasando.

— ¡Vete! ¡Se supone que llegarías a las 10 de la noche! — Gritó para sacarla del departamento, que la chica era buena pero en definitiva, EN DEFINITIVA, no debía estar ahí.

— Pero es mi casa.

— ¡QUÉ TE LARGUES!

Como cachorro regañado Alaia salió del departamento y se sentó en las escaleras del edificio esperando que la dejaran entrar o que por lo menos le explicaran que acababa de suceder, porque en definitiva la reacción de esa omega casi le saca el corazón de un susto.

No tenía sentido ¿Ella la había asustado? Pero por favor, la gente decía que era muy amigable así que ¿Qué había hecho mal? Entristeció porque con su tonta personalidad que asemejaba a un rayo de sol no podía concebir la idea de haber aterrorizado a una omega a ese nivel.

Ella no era mala, se lo repetía constantemente para creerlo, sin importar cuandas veces se lo dijera la gente, se preocupaba por lo demás y jamás lastimaría a nadie, si, había tenido muchos problemas que terminaban en peleas, pero eso había quedado años atrás, no importaba, ya no era así, ¿Por qué la había espantado tanto? ¿Por qué había espantado tanto a esa omega de ojos tan lindos?

Recargó su cabeza en el barandal reflexionando que acababa de pasar, conteniendo su instinto que le gritaba desesperado que entrara al departamento a asegurarse de que todo estuviera bien, claro que sabía que era por el efecto del propio chillido de la omega, en realidad para eso era, para llamar la atención de los demás, y en los alfas, despertar un instinto de protección tan fuerte que no podían ignorar, claro que con la entrada a su casa completamente vetada no había mucho que hacer.

El olor de esas feromonas tan deliciosas se quedó bien grabado en su nariz, burbujeando para obtener un poco más.

Sabía que encontrar a su destinada era, entre muchas comillas, sencillo y es que solo se trataba de una simple interacción hormonal de dos sujetos con una compatibilidad alta, y toda esa palabrería para decir que, si eran compatibles se haría un lazo que los uniría de por vida, y aunque no todos tuvieran uno, estaba segura que acaba de encontrar a la suya.

¿Por qué la había espantado tanto?

— Mierda ¿Qué haces aquí? — Silvio se veía sin dudas preocupado, o más bien una mezcla de preocupación y miedo. — Me dijiste que llegarías a las 10, las malditas 10 Alaia.

— Lo siento. — El beta estaba con su amiga Karla, la había conocido un mes atrás, un poco más un poco menos. Ambos tenían bolsas del supermercado, al parecer el camino por harina y queso se había convertido en una despensa para pasar una buena tarde. — Cancelaron mi entrenamiento así que cambiamos la cena del equipo para otro día.

— Carajo ¿No podías llamar antes?

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora