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Silvio entró a la habitación de Alaia sin tocar primero, era una regla básica de su departamento y la ignoró olímpicamente, es que no solo era eso, ya eran más de las 11 de la noche, a esa hora la alfa estaba por su tercer sueño.

Como podrán imaginarse Alaia saltó tan asustada como un bebé, era alfa, esa clase de impresiones estando en la seguridad de su casa le ponían los pelos de punta.

— ¿¡Qué te pasa!? No vuelvas a hacer eso, me vas a matar de un susto.

— El día de hoy me complace anunciarte que después de una larga jornada de arduo trabajo tu cometido obtuvo un resultado. — El beta estaba actuando como un viejo burgués forzando cada una de sus palabras y movimientos.

— ¿Me dirás que es lo que quieres o seguirás jugando?

— Mi trabajo aquí no es más que el de un simple mensajero. — Anunció dejando un pequeño sobre blanco sobre el escritorio de Alaia.

Sus pupilas se volvieron las de un gato emocionado, se levantó tan rápido como su cuerpo le permitió, se estrelló contra la silla del escritorio, dejaría un bonito moretón, ¿Qué importaba? Las manos le temblaban al sostener el sobre, era como si se tratase de la carta más importante que recibiría en la vida, corrección, si se trataba de la carta más importante que había recibido, una que guardaría en su corazón por siempre

"Tú eres la alfa que no deja de molestarme con sus cartas, no entiendo por qué"

Y Alaia tampoco, ¿Cómo era siquiera posible que no la reconociera cómo mate? Podía entender el que le tuviera miedo y no quisiera tenerla cerca, muy diferente era que la omega no supiera el motivo de las cartas. O tal vez solo estaba molestando, ya no sabía nada, su cerebro maquinaba a mil por hora y apenas le daba espacio para buscar una buena razón lógica.

"Me pediste que te respondiera y aquí me tienes, escribiendo otra carta porque no sé como más contactarte, no quise preguntarle a Silvio, me dio pena. Supongo que de cualquier manera tu prefieres esto ¿No? por algo te esmeras tanto en tus cartas hechas a mano."

Así la contactara por señales de humo Alaia sería la más feliz del mundo.

"En realidad no sé qué es lo que esperas de esta carta, tengo pocas cosas que contar que en realidad valgan la pena hacerlo"

Cada detalle de su vida valía la pena para la alfa, cada singular momento de tristeza y felicidad sería escuchado atentamente por ella sin dudarlo, en verdad le interesaba.

"Por cierto, me enteré que te rompiste la mano, me contaron mis amigos, espero te recuperes pronto."

Alaia acercó cuidadosamente la carta a su nariz para saber si como ella, Lea también había dejado feromonas en el papel, no encontró nada, de cualquier manera no se desanimó, ya era mucho con que le hubiera contestado, a decir verdad pensaba que no tendría respuesta en mucho tiempo pero apenas había tardado dos días. En definitiva era más de lo que se imaginó podía pedir.

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Había esquivado hábilmente la última frase de la carta de Alaia en su contestación, no quería darle falsas esperanzas a la alfa, ella no estaba lista para siquiera pensarla como una amiga.

Claro que era consciente de que eran mates, lo entendió minutos después de haberse calmado el día que la conoció, ese aroma no se borraría de su cabeza jamás, incluso cuando ni siquiera podía recordar bien su rostro, de cualquier manera eso no disminuía ni un poquillo el terror que le generaba siquiera pensar en que una alfa la viera de esa manera. Por lo que en realidad si estaba agradecida era de esa amabilidad de Alaia, en ningún momento había intentado ir a buscarla pese a que con facilidad hubiera podido obtener su dirección, tampoco le estaba exigiendo nada, mierda, que sentía escalofríos al pensar que otros alfas al enterarse que ella era su mate la hubieran tomado sin preguntarle si estaba bien con ello, total, que al ser mates tampoco podría hacer nada al respecto, conocía tantos de esos casos que le temblaban las piernas, pero no, Alaia no, hasta ahora se estaba comportando tan perfecto que eso fue lo que le dio la motivación a escribirle una respuesta.

En el fondo quería conocerla, pese a que aún no fuera el momento indicado estaba segura que pronto por lo menos podría salir con ella. En verdad lo deseaba.

Terminó de debrayar, acomodó su sudadera y se preparó para salir con sus padres, cenaría con todos sus amigos en la casa de Adam, seguía con miedo pero el psicólogo se lo había recomendado, dijo que con la medicación y el tratamiento debería ser suficiente y claro que después de muchas tareas para trabajar en su miedo la siguiente fue reunirse en una reunión con gente, trató de decir que no un par de veces, incluso trató de convencer al psicólogo de que no debía ir a lo que solo le respondió que al final era su decisión, aunque interactuar con más gente podía ser de gran ayuda.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora