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Era una inutil, había intentado sentirse mejor, salir adelante, recuperar su vida y solo al hacerlo se dio cuenta de que no podía, que eso era imposible, que volver a ser ella no era una opción.

Seguía siendo débil, seguía teniendo miedo, es que por favor, si Adam en algún momento siquiera hubiera tenido la intención de hacerle algo ella no hubiera tenido las fuerzas para defenderse, era patética.

Estaba harta de tener miedo pero caminar por la calle era aterrador ¿Cómo se le había ocurrido salir sola de noche aquella vez? ¿Qué no había aprendido de las historias que contaban las demás personas?

Entendió entonces que no valía la pena, ella no valía la pena ¿Para qué seguir viviendo? Solo le estaba causando problemas a sus padres, a sus amigos, sería mejor si tan solo desapareciera. Si muriera.

Si tan solo hubiera podido ver la cara de su madre cuando la encontró en los brazos de Silvio. Como pudieron esas tres personas se movilizaron para 1. Llevar a Lea al hospital cuanto antes. 2. Llamar al madre de Lea, que esa Alfa daba su propia vida con tal de salvar la de su hija, que si, que si, una mujer muy grandota y tosca, pero en realidad era muy frágil y perder a su hija no cabía ni siquiera en sus ideas.

Después de una transfusión de sangre, suturas y mucho pero que mucho llanto Lea llegó con una nueva psicóloga, una que el hospital le había asignado para saber porque acababa de hacer eso. Psiquiatría y medicamentos, 15 días en una clínica anti-suicidios y una vez más a su casa.

— ¿Estás bien? ¿Quieres que te traiga algo?

— Estoy bien mamá, te lo juro, no haré nada, solo... déjame sola un rato.

— Si, Si, lo siento, solo. — La alfa se detuvo en el marco de la puerta decidiendo entre salir o quedarse un momento más, aún podía ver a su pequeña aprendiendo a caminar, en su primer día de secundaria y lo peor, podía verla en el hospital aterrorizada de que cualquier alfa, incluyendo, se le acercara. — Sabes lo mucho que te quiero Lea, no puedo perderte, ni a tí ni a tu madre, por favor, sea lo que sea que estés sintiendo puedes decirmelo, y ya sé que soy tosca algunas veces, pero eso no significa que no me importe o no te escuche.

Lea no le respondió, solo la miró a los ojos antes de recostarse en su cama a dormir, con las pastillas que tomaba tenía sueño la mayor parte del tiempo.

¿Qué debía de hacer ahora?

Ya no quería acabar con su vida, al menos no en ese momento ¿Eso estaba bien? Prefería solo apagar la cabeza y dormir todavía más.

Por suerte ya no soñaba, otro bonito efecto de todas esas pastillas que estaba tomando, o por lo menos no estaba soñando con ese escenario que la hacía vomitar, recordar las feromonas de ese alfa, tan grande, tan agresivo, no, no, no, ahora sus sueños eran colores, formas e ideas sin ningún órden específico.

Esta vez fue aún más extraño de lo normal, un aroma que la ataba como una cuerda se colaba en ese mundo de evasión, esa cuerda que no solo no era aterradora, no llegaba siquiera a molesta, se trataba de un aroma de lo más agradable.

Despertó tiempo después, y fue tiempo porque ni siquiera estaba segura cuanto fue, su única referencia es que ahora no había luz en la calle, era de noche. Tomó su celular pues hasta ese momento ni siquiera lo había revisado, estaba lleno de mensajes de Adam, Karla Silvio y Tania, solo ellos se habían enterado de su intento de suicidio y era mejor así, menos preguntas y menos problemas

"Te extrañamos" "No nos espantes de esa manera" "Recuperate" "Queremos verte, por favor responde" "¿Cómo estás?"

Fue como un deja vu, uno muy vivido y reciente, que esos mensajes ya los había recibido antes.

Su mamá le había contado cómo habían sucedido las cosas ese día después de que perdiera el conocimiento por lo que sabía que Silvio y Karla eran quienes la habían encontrado. Ella no quería eso, quería que todo fuera en silencio, que nadie se diera cuenta jamás porque hacía menos daño si no existía.

"Lea ¿Te molesta si paso a tu casa por mi mochila? La dejé ahí y necesito mi computadora"

Con mucho esfuerzo levantó la cabeza para buscar la mencionada mochila, ya se la daría a su madre para que en cuando Silvio fuese a su casa se la entregaran sin tener que ver a nadie. Se levantó de la cama, tomó la mochila y entonces esa cuerda la volvió a envolver incluso más fuerte que en su sueño.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora