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El yeso ya estaba pintado como el guante de Ironman, eso significaba una cosa y solo una cosa, estaba más aburrida que el primer día. Iba al gimnasio todos los días porque si no regresar al entrenamiento sería un tormento. Después de eso nada, estaba tirada en el sillón todo el tiempo, leía, estudiaba un poco solo para distraerse y luego volver a pensar en Lea.

— ¿Ya casi llega la cena?

Habían pedido una pizza, era domingo, ninguno había salido, seguían en pijama esos dos haraganes, se lo merecían solo por existir.

— El repartidor dice 15 minutos.

— Bueno, puedo esperar.

Trataban de escoger una película, algo que no requiriera demasiado de sus cerebros, algo simple y divertido que los entretuviera hasta que fuera hora de ir a dormir.

El timbre de la casa sonó, Alaia saltó como resorte del sillón para recibir esa deliciosa pizza, tomar el primer pedazo y volverse a recostar.

— ¡Eso no es justo, prometiste que el pedazo más grande sería mío! — Reclamó Silvio, la alfa siempre le hacía lo mismo, le quitaba la rebanada más grande pese a ser la que más comía de los dos. — Oh, lo siento mucho, pensé que... pasen, pasen, no se queden ahí.

Alaia estaba paralizada porque el rostro de la omega que tenía enfrente era idéntico al de Lea y la alfa que estaba a su lado tenía impregnadas las feromonas de su omega. Silvio les ofreció un lugar para sentarse y un vaso de agua, todo al mismo tiempo que se intentaba arreglar para que no pareciera que no se había levantado de la cama en todo el día.

— Disculpen que los molestemos, no era nuestra intención. — Comentó la madre de Lea. — Pero teníamos que hablar con ustedes, contigo. — Señaló a Alaia con la mirada, a esa alfa que etapa paralizada analizando toda la situación, eran ya muchos estímulos que le estaban quemando la cabeza.

— ¿Conmigo? — Alcanzó a pronunciar.

— Te llamas Alaia, así que si, contigo. — La voz de la alfa que Lea tenía por mamá daba miedo, tanto que Silvio bajó la mirada pese a no sentirse atacado, en cambio Alaia no cambió su actitud, incluso sin mucho esfuerzo logró mantener la mirada, por lo regular no le daban miedo otros alfas y esa alfa que tenía enfrente no sería la excepción.

La omega golpeó el brazo de la bruta que tenía por esposa para hacerla callar.

— Lo siento, algunas veces puede ser muy torpe.

— ¿Pasó algo con Lea? — Interrumpió Silvio, es que era mucho muy extraño que esas dos estuvieran en su departamento, se preocupaba por su amiga.

Los instintos de Alaia volaron por pensar que existía la posibilidad de que Lea estuviera mal, no podía permitirlo de nuevo. El solo recordar a Silvio bañado en su sangre casi le da un infarto.

— No, para nada, ella está muy bien, Tania y Karla se quedaron con ella, pero nosotras teníamos que hablar con Alaia.

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— No nos presentamos bien, siento eso. — Alaia transformó su actitud por completo, ahora era tan atenta y sonriente como siempre. — Soy Alaia Larrea, la nueva compañera de Silvio.

— Lo siento mucho Alaia, nosotras fuimos las irrespetuosas, yo soy Delia. — La omega hizo una pausa para que su esposa se presentara, no tardó ni dos segundos en notar que no lo haría así que suspiró molesta y continuó. — Y esta tosca que tengo a mi lado es Claudia.

— Mucho gusto, ahora lo que en verdad me interesaría es saber que las trae aquí.

Delia rebuscó en su bolsa un momento para buscar esa carta que tanto le había costado trabajo escribir y que claro que le daba mucha vergüenza saber que la habían leído las madres de su omega.

— Tu se la escribiste a nuestra Lea ¿Por qué?

— Yo. — Sin escapatoria, Alaia buscó a Silvio intentando pedir ayuda, él era el único que sabía de esa segunda carta y también sabía el porqué. Silvio también estaba paralizado, ¿Debía responder aquello?

— No sé cómo la conoces... o si la conoces en realidad, por eso te lo pregunto ¿Por qué se la escribiste?

— Si la conozco, o al menos, bueno un día que se reunieron aquí, yo llegué temprano y.

— La espantaste, estoy segura. — Esa fue Claudia.

— Si, cuando entré a mi casa la vi llorando en el sillón y me acerqué a preguntarle si estaba bien ¡Pero les juro que yo no sabía nada! — Respondió muy asustada. — Solo quería saber si estaba bien.

— ¿Pero por qué le escribiste? — Repitió la omega.

— Porque es mi mate. — Lo dijo tan confiada que asombró a la pareja. — Y no me quiero rendir, no todavía... y sé todo, me lo contaron por lo que no pienso molestarla de ninguna manera o volver a asustarla jamás.

— Su mate. — Rio la omega. — No puede ser cierto.

— No voy a volver a escribirle, se los juro, no quería molestar.

— No, no, no, para nada, no vine a pedirte eso. — Claudia bufó, no le parecía en lo absoluto aunque la omega estaba más entusiasmada. — Me gustaría que le sigas escribiendo.

— ¿Qué?

— Alaia, hace meses no veía a mi pequeña con una sonrisa en el rostro como esa.

El pecho de la alfa revoloteó como mariposa en primavera, carajo, que su respiración se había acelerado, acababa de convertir a la alfa en una niña en navidad.

— ¿Lo dice en serio?

— No tengo dudas, su actitud era otra, y estoy segura que ella no diría lo mismo puesto que la encontré en su basura, pero era claro que algo había pasado. — Oh, el que le dijeran que había encontrado la carta en la basura había apagado un poco su espíritu.

El timbre de la casa volvió a sonar, anunciando esta vez sí, la pizza que tanto habían esperado los jóvenes, pero ahora parecía de lo más irrelevante.

— No creo que tengamos suficiente para invitarlas a comer, lo siento mucho. — Comentó Silvio.

— Nosotras iremos por más comida y pagaremos todo, por venir sin avisar, una disculpa. — Las palabras de Claudia le dio a entender a Alaia que ella y su esposa irían por más comida así que pensó que tendría unos minutos para arreglar el departamento lo más posible sin que realmente pareciera que acababa de hacerlo, pero cuando la alfa le tomó el hombro para arrastrarla fuera de la casa sintió su alma escapar.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora