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El entrenamiento había terminado y por alguna razón esa noche Alaia decidió no ir a cenar con su equipo, solo quería una noche tranquila para relajar la mano, que pese a estar curada seguía doliendo al moverla, ya se lo había advertido el doctor.

Acostada en su cama, desarreglada mientras escuchaba música y hacía los movimientos de rehabilitación, escuchó que la llamaban por teléfono, en ese momento estaba desconectada, tal vez le estaban llevando algún paquete de lo que había comprado por internet. Cuando tomó el teléfono y se dió cuenta de que era una videollamada del teléfono de Lea lanzó el celular al suelo. (Cabe recalcar que tenía el celular de Lea porque se lo había rogado a Silvio, prometió que jamás la llamaría, solo con tenerlo como un contacto la hacía muy feliz así que después de varios días de súplica lo había conseguido.)

¿¡Videollamada!? No, no, no, que su corazón no iba a poder con eso, imposible, si ya creía que escuchando su voz le daría un pequeño infarto ahora no tenía idea de que reacción podría causar ver a su omega.

Sin levantar el teléfono del suelo corrió a peinarse, algo rápido pero prefería no parecer salida de un tornado, también se cambió la ropa de ejercicio por una camisa negra que usaba cada vez que pensaba en algo formal pero casual. De un estirón alcanzó el aparato que no dejaba de sonar, lo plantó en su escritorio y contestó.

— Pensé que no responderías. — Las mejillas, por el amor de todos los dioses, las mejillas de Lea estaban sonrojadas tan preciosas, claro que sabía que era por la vergüenza que le daba pero aún así destruyeron al resto de capacidades cerebrales. — ¿Te molesto?

Lea quería que la situación fuera de lo más casual, como si se tratara de una carta más, Alaia no pensaba igual, después de haberse perdido en sus mejillas en lo que ella sintió, fueron años, analizó su rostro completo, estaba grabandose para siempre cada detalle de la omega, cada que cerrara los ojos sería ella, sus sueños, su vida entera podría resumirse en la felicidad que estaba sintiendo solo por tener esa imagen de Lea.

— ¿Hola? ¿Alaia? — La alfa no se movía, no reaccionaba para nada así que Lea también se dio su tiempo para observar a Alaia, sabía que estaba influenciada por sus instintos y esas cosas de los mates, de cualquier manera estaba segura de que Alaia era la alfa más hermosa que hubiera visto jamás, maldijo a sus instintos por no poder siquiera resistirse un poco solo para quedarse clavada en esos labios, las mejillas, el pómulo con una cicatriz prominente que le robaba el aire. En los ojos azules de Alaia.

Ambas se quedaron observando la belleza de la otra por al menos 2 minutos, no tenían nada que decir, en realidad podrían no haber dicho absolutamente nada en toda la llamada y seguro que la recordarían como un momento perfecto.

— Tienes mojada la cara. — Anunció la omega apenas y pudo salir del trance.

— Yo... es que me lavé la cara antes de responder. — Se enfrió la cara en realidad, una sutileza. — Quería verme bien para ti.

— ¿A los alfas les interesa eso?

— A mi si, quiero decir, estás tan hermosa con ese vestido como para que a mi no me interese, bueno no quiero decir que... me refiero a que seguro también eres hermosa sin el vestido, ¡NO! no es eso a lo que me refiero, estoy segura que te ves bien con cualquier ropa. — Lea soltó una carcajada como pocas, Alaia era muy tonta, tan tierna, es que estaba tratando de cuidar sus palabras. — Solo quería decir que en verdad te ves muy bien, lo siento.

— Tú también te ves muy bien, aunque eres un poco más fea de lo que recordaba. — Bromeó.

— ¿Qué dices mujer? Yo soy como una estatua de diosa griega ¿No te lo parece? — Si, era un sí rotundo.

— Sueña con ello.

Claudia lloró una vez más al escuchar la risa de su hija, esta vez estaría segura con Alaia a su lado.

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— ¿Cuánto tiempo hablaron?

— No lo sé Karla. — Tres horas y media, y habían terminado solo porque Lea se quedó dormida, incluso así Alaia la vio dormir unos minutos imaginando lo que debería ser alguna vez despertar así.

— No me creo que en realidad le llamaste.

— Deja de reirte.

— Oye, no me estoy riendo, solo me interesa saber, lo digo muy enserio, pensaba que ya nunca. — Hizo una pausa porque no sabía si era correcto lo que estaba por decir. — Lea, pensé que nunca podrías recuperar tu vida, Lea, mereces ser feliz, si ella te hace feliz entonces es perfecto.

— Quiero recuperar mi vida, no sabes cuanto y creo que Alaia va a ser importante.

— No tienes una idea de lo que me alegra escucharte decir eso. — El momento sentimental ya había pasado, a molestar de nuevo. — ¿Y no acordaron otra llamada?

— ¡Basta Karla! — Si, esa misma noche volverían a hablar.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora