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Observó unos buenos minutos todas las cosas de la mochila de Silvio esparcidas por el suelo de la habitación, no se atrevía a tocar nada pese a que sabía que algo ahí dentro la llamaba, ese algo que era un sobre rojo, sin una sola mancha o doblez, sellado con una estampa de un perrito que claramente se notaba era lo único que tenía a la mano la persona que la había escrito.

No quería tomarla, era mejor solo devolver toda la mochila y olvidar que aquello había sucedido, no quería un alfa, se negaba a ello.

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Despegó la estampa con cuidado de no romperla, es que el perrito ese era muy lindo, tanto que la guardó en una de sus libretas antes incluso de leer lo verdaderamente importante.

"No sé si saludar sea lo más apropiado para una carta de disculpa"

La primera frase le sacó una sonrisa, no entendía porque, pero vaya que sonrisa tenía en el rostro.

"Pero supongo que un hola jamás está de más... Hola.

Soy Alaia, estoy más que segura que mi nombre no debe sonarte en lo absoluto así que sería mejor presentarme como la alfa que te asustó en la casa de Silvio"

En ese momento recordó a la grandota cayendo al suelo como un gran árbol al ser talado, que ni siquiera le dio tiempo de meter las manos, estaba muy ocupada en su propio susto por el grito que había pegado.

" Y si bien me disculpo por eso que estoy segura no fue para nada agradable, por lo que en realidad me disculpo aquí es otra cosa, una por la cual me imagino, al igual que Silvio, podrías enojarte. Ellos me contaron que fué lo que te sucedió."

Esa inocente sonrisa que tenía se desplomó. Su temor a los alfas no era solo un capricho y que ahora, una alfa desconocida para ella, supiera lo que le había sucedido significaba que era vulnerable ante los ojos de alguien más, alguien que no era su familia o amigos con quienes se permitía sentir un poco más, no, aquí se trataba de alguien, que de quererlo, no tendría más que usar un poco de su fuerza para obligarla a hacer cualquier cosa.

"Jamás fue mi intención, lo juro, y ahora me arrepiento mucho de haberme entrometido"

No, no era verdad, seguro que esa alfa estaba gozando, ahora podía utilizarla al fin y al cabo era una alfa.

"Me dio curiosidad y me enteré de cosas de las que no debía. Si vas a enojarte con alguien por favor que sea conmigo, lo repito, ellos no hicieron nada malo, yo fuí una necia y se rindieron, pero si de verdad quieres dejar de hablarle a alguien que sea a mi, aunque en realidad nunca hayamos hablado, es que lo último que quiero es que te alejes más de los que quieres, yo solo soy un peón al que puedes eliminar, ellos no."

Claro que estaba enojada, bastante con esos dos estúpidos que no sabían cerrar la boca, no podía llegar a enojarse con la alfa pues no la conocía en realidad, aunque en definitiva sus palabras le ablandaron el corazón pues ya no tenía tantas ganas de sacar de su vida al par de idiotas que tenía por amigos.

"No puedo siquiera imaginarme que es lo que debes de estar sintiendo y lo último en lo que deberías pensar es que una completa desconocida conozca un momento como ese, que estoy segura tú tampoco quisieras poder recordar, por eso quiero hacer lo menos complicado esto y desaparecer de tu vida para siempre, a menos de que tú quieras otra cosa por su puesto, pero eso lo dejo por completo en tus manos, de esta manera tú harás lo que te haga sentir más cómoda y yo tendré que aceptar tu decisión."

La alfa le estaba dando su lugar, por primera vez en meses alguien le estaba dando su lugar dejándola elegir completamente a ella, sin sobreproteger ni nada parecido, una decisión de adulto, que como adulta podía tomar pese a lo mal que se estaba sintiendo.

"Te pido una disculpa una vez más y en caso de que tenga algo que decirme, ya sea un insulto o un simple gracias puedes decírselo a Silvio para que me pase el mensaje, o mandarme el mensaje a mi número directamente. Sin importar lo que decidas espero que en algún momento puedas perdonarme"

Lea cerró la carta a sus dobleces originales, la mantuvo en sus manos un rato y cuándo se había decidido en guardarla para tener el número de la alfa para un futuro, por lo que fuera, se encontró a sí misma rompiendola y tirándola a la basura para no volver a saber nada de Alaia, así las cosas estarían mejor.

Ni siquiera se había dado cuenta que ese "lazo" de sus sueños era mucho más que un sueño.

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— ¡Alaia Carajo! Te necesito en el juego. — Su entrenador por lo regular siempre la felicitaba, es que cuando entraba a la cancha toda su atención se iba al balón, era solo que ese día estaba pensando en otra cosa. — Sabes algo, ve a sentarte, saldrá alguien más, necesitas descansar.

La alfa acató apenada, ella no era así, en ningún otro de sus partidos había perdido la concentración de esa manera, incluso ya conociendo a Lea, era solo que ese día las cosas no funcionaban bien en su cabeza porque cada movimiento que hacía estaba acompañado de el rostro de la omega.

Después de la tormenta (Omegaverse Gl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora