Capítulo 9: Verano con Aurora

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Zein pasó toda la mañana y el mediodía en un banco de madera, al borde del astillamiento. Había llegado al fin al núcleo de población de Valencia, pero todavía no había atestiguado ni un solo rostro. En aquel parque cementoso, carente de hierba y envuelto de bloques blancos sin vecindarios, respiraba, sin más, tomando conciencia de que en sus bolsillos solo había una lavanda reseca y un dibujo de cuatro trazos.

La tarde trajo un clima cálido y pegajoso. Zein se levantó, tanto por necesidad de sombras mayores como por la mera curiosidad. Encaró la acera y prosiguió la marcha por aquella zona del sur de Valencia.

Dos manzanas después, Zein oyó voces humanas. Provenían de un bloque blanco de edificios con piscina. Alrededor, todas las viviendas habían perdido la pintura de la fachada y los cristales.

Zein, cauto, se acercó a la valla horizontal de acero que separaba calle de piscina. Tanto las zonas de césped artificial como las hamacas y el agua permanecían cubiertos por un plástico sólido transparente, excepto en la zona del techo.

ZEIN: Al menos, la gente se lo pasa bien.

Zein se percató de que alrededor de la piscina solo había mujeres. Concretamente, cinco. Todas llevaban bikini, menos una.

ZEIN: Joder...

Zein apartó la mirada. Pero pronto la volvió a desviar.

ZEIN: No. Piensa un poco.

Zein se quedó quieto frente a la valla.

ZEIN: Joder, ¿qué pensar?

La mujer del bikini verde descubrió la presencia de Zein tras la valla. Salió del agua, se puso una camiseta blanca y abandonó la zona plastificada.

ZEIN: Joder...

Zein aceleró el paso para marchar. Pero, al frente, viniendo desde la derecha, apareció la mujer. Pese a tener el cabello almendra rojizo mojado, se le intuía volumen. Sus ojos eran cristalinos. Cambiando de posición, se percibían multicolor, como un caleidoscopio. Su piel era blanca cálida, tirando a gris.

AMARANTA: ¡Eh!¡Eso no está bien!

La expresión de Amaranta era airada, pero Zein no percibía la voz con tanto odio como esperaría.

ZEIN: Lo... lo siento. Es que creía que una de tus amigas era una conocida mía.

Amaranta cruzó los brazos con fuerza, torció medio lado de la boca y movió los iris 360 grados al frente.

AMARANTA: Esa excusa la utilizáis mucho.

ZEIN: No... Lo digo en serio. De verdad.

Amaranta inspeccionó con la mirada a Zein.

AMARANTA: A cero. Intuyo que te han sacado del CER hace nada.

Un peso se asentó en el estómago de Zein.

AMARANTA: Camina. Y que no te vuelva a ver.

Amaranta abrió la puerta y traspasó la valla. Zein prosiguió el camino, cabizbajo, confuso, intrigado de hasta el aire que respiraba.

Los edificios de ladrillo visto se agolpaban en las calles venideras. Por las aceras, no había ningún coche aparcado. Si acaso, patines eléctricos tirados, con un candado digital en las ruedas.

Un conjunto de viviendas bajas coloridas ponía el tono desenfadado a la monotonía urbana. Las persianas estaban bajadas. Las flores de las macetas externas, muertas. Zein pasó primero delante de la fachada roja. Luego, por la amarilla.

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