Capítulo 35: Donde todo cambió

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Zein ya vestía su camisa amarilla y sus pantalones blancos tras un día de pijama. Mahdi merendaba en el comedor un vaso de leche con un trocito de turrón de Alicante. En el sofá, Hanina ponía los ojos en blanco.

ZEIN: Mamá.

Zein tocó la pierna de Hanina. Los iris volvieron a su lugar.

ZEIN: Ya me voy.

HANINA: Ojalá tengas suerte. ¿Cenarás aquí?

ZEIN: No lo sé, pero no vendré muy tarde.

HANINA: Ten mucho cuidado.

Zein se orientó hacia Mahdi.

ZEIN: Adiós.

MAHDI: Buena suerte.

Zein marchó de casa, rumbo a más calles más al norte de los Jardines de Lidian. Su paso a veces era ansioso, tanto, que su mente se contagiaba por ello. Y volvía a ralentizar el camino.

La Espiral se hacía visible desde cualquier manzana cercana. Su entrada constaba de una base rectangular transparente, con soportales. Desde fuera, se lograba ver el hall de la planta cero, el cual era beige y tan reluciente que competía con las luces del techo. Gente iba y venía, aunque con más orden que en las calles.

Zein no sabía ni hacia dónde mirar ni hacia dónde ir. El hall conectaba con las demás plantas a través de rampas en forma de espiral y de un ascensor cápsula. Por el momento, siguió en la planta baja. A frente, en un pasillo inclinado y curvado igual de amplio que el hall, se situaban negocios de poca profundidad, como pequeñas pastelerías, consultorías o quioscos.

ZEIN: Por algún sitio tendré que empezar.

Sin darse cuenta, Zein había acabado en la primera planta, ya que había tomado una desviación que también actuaba como rampa. En ese estrato, los negocios ya eran más amplios, como restaurantes, tiendas de ropa o supermercados.

ZEIN: O preguntar.

Zein se acercó a un hombre que descansaba en uno de los sofás desplegados en el pasillo.

ZEIN: Hola, buenas tardes. ¿Por casualidad no sabrás dónde está la zona de las habitaciones?

HOMBRE: Eso está mucho más arriba. Casi al tope.

ZEIN: Muchas gracias.

Zein sorteaba los pisos a través de las rampas sutiles. Para saciar su curiosidad, también asomaba la cabeza por las plantas. La segunda estaba dedicada a la moda en general. La tercera, a actividades deportivas y lúdicas como pádel, billares o partidas de ajedrez holográficas. La cuarta disponía de una gran piscina, cerrada ahorra para el público, tanto el recinto como el césped y chiringuitos de alrededor. La quinta planta ya se mostraba más sombría. Era aquella dedicada a la zona de vestuarios y espacios de relax de los empleados de La Espiral. Por el momento, nadie había allí.

Sexta, séptima y octava planta eran lugares de exposición de películas y de salas para futuras conferencias o exposiciones. Había, además, una pequeña zona que albergaba un bar discreto y silencioso.

Y, al fin, Zein llegó a la novena planta, con las piernas al borde del temblor. En el centro, había un mostrador de recepción, a los costados del gran pasillo sombrío, se localizaban cientos de habitaciones, con sus respectivos números. Las puertas se mimetizaban con la pared debido al color beige.

ZEIN: Joder, aquí no hay nadie atendiendo...

Zein oyó cómo una puerta se abría a la izquierda. Sin dudarlo, se giró. Para su sorpresa, aquel pelo mitad degradado, mitad revuelto rosado apagado le sonaba.

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