Capítulo 5: El mundo no es bonito

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Zein comía en la celda un bocadillo compacto de mortadela. Además, a su lado en el colchón, descansaba una botella de agua medio helada. El hambre le incitaba a devorar, pero la poca cordura que le quedaba le detenía y le obligaba a racionar.

ZEIN: Tendría que desconfiar, pero...

Zein sintió un pinchazo en el estómago. No por el bocadillo, sino por sentir un chirrido suave en una de las paredes. De inmediato, se puso en pie y dirigió la vista a todas partes.

Un rectángulo torcido en 30 grados empezaba a sobresalir de la pared frontal. Zein, asustado e impactado, dio un paso atrás y Tom aire.

El rectángulo se corrió como si se tratara de una compuerta. Tras él, había una docena de finos escalones plegables.

ZEIN: ¡Eh!

Zein se pegó a la pared. Por el primer escalón, aparecieron unas botas blancas rematadas con dorado. Al instante, un pantalón cargo de color crema. Por último, una chaqueta ceniza con bolsillos por doquier. En el lado del corazón, se inscribía en dorado siguiente nombre: Centro Especial Restaurativo.

ZEIN: ¡Eh!

El rostro de aquel vigilante era de lo más corriente: piel blanca morena, barba de dos días, ojos marrones y cabello negro corto lacio. Sin embargo, a Zein le costaba descifrar aquellas facciones.

ZEIN: ¡Eh!

RAIMUNDO: ¿Qué ocurre?

Raimundo bajó los escalones y se aproximó a Zein.

RAIMUNDO: Soy Raimundo. He sido tu vigilante la mayoría de veces en estos diez años.

ZEIN: No te acerques.

Raimundo se detuvo.

RAIMUNDO: Ha sido interesante poder estudiarte. Es increíble cómo el arte y el deporte aún pueden soportar cualquier adversidad.

Zein trató de mirar de nuevo el rostro de Raimundo. Fue poco a poco, con su debido procesamiento.

RAIMUNDO: He venido a decirte algo muy importante.

Zein se sentó en el borde del colchón.

RAIMUNDO: Vas a salir en nada.

Como el rostro, a Zein también le costó procesar el anunciamiento de Raimundo.

RAIMUNDO: Solo faltan unas pequeñas preparaciones. Y, entonces, serás libre.

Zein seguía impasible.

RAIMUNDO: Pero a tu suerte.

Raimundo se paseaba delante de Zein.

RAIMUNDO: Estás desactivado del sistema de objetivos a capturar. No seas tonto y comienza una vida normal. Sencillita. Todo lo posible.

Raimundo esperaba la contestación de Zein. Ante el silencio, decidió encaminarse hacia los escalones.

RAIMUNDO: Mañana vendré con una sorpresa. Buenas noches.

Raimundo sorteó los escalones. Estos se plegaron. La puerta saliente se encajonó en la pared. Las luces se atenuaron. Zein se extendió en el colchón. Todo quedó a oscuras. En silencio. Era la primera vez en tantos años que volvía a sentirse como un niño repleto de pesadillas en la madrugada. Pero no rememoró. Simplemente, quería descansar y vaciar la mente.

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