Capítulo 30: Selene

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Zein controlaba el carrito de la compra por los pasillos del supermercado Yuka.   Por el momento, se detuvo frente al estante de los pescados congelados.

ZEIN: No me apetece mucho, pero...

Zein abrió el arcón, sacó un trozo de salmón y lo introdujo en el carrito.

ZEIN: Habrá que cuidarse.

Al doblar la esquina, Zein vio en el siguiente pasillo a Becca. También iba cargada con el carro, hasta el punto de que sujetaba entre los brazos un par de botellas de agua.

ZEIN: ¿Te ayudo?

BECCA: No, tranquilo.

ZEIN: ¿Cómo va?

BECCA: Estoy teniendo noches más calmadas.

ZEIN: Yo voy de trabajo en trabajo. No me quejo, de momento.

BECCA: Vamos a pagar, que se me escurren.

Ya en la calle, Becca sujetaba aparte una bolsa con las botellas de agua. Zein ralentizaba el ritmo de él y del carrito para estar a la par.

BECCA: ¿Qué tal con el DieC?¿Navegas mucho?

ZEIN: No creo que sea buena idea.

BECCA: Ya. Hay gente que está un poco absorbida.

ZEIN: Normal.

BECCA: ¿Vas ahora a algún lado?

ZEIN: Voy a visitar a una amiga. Dejaré la compra y me iré a verla. A ver si está en su casa.

BECCA: Yo voy a ordenar la casa. Ya nos veremos, Zein. ¡Adiós!

Zein y Becca bifurcaron caminos.

12:00. Pese a rozar el fin de año, el sol brillaba en el cielo despejado. Por ello, las chaquetas de la poca gente que paseaba cerca del Centro permanecían colgadas de los brazos. Zein tan solo se abanicaba con las manos.

ZEIN: Donde el FNAC era.

Zein pasó cerca de la Estació del Nord.  Al frente, vio un resaltado edificio cristalino de color negro. Cruzó la acera y se dirigió a los timbres.

ZEIN: Romano... Romano... Romano... Espera. ¿No se lo cambió? O eso me sonab... Ah, aquí está.

Zein pulsó el timbre. Tras diez segundos de silencio, oyó cómo el telefonillo se descolgada.

ZEIN: Hola, buenas. ¿Está Selene?

La puerta acristalada de la calle se abrió. Zein, sin dudarlo, se adentró. Frente a él, tenía unas escaleras reclinadas de granito.

ZEIN: Solo es un segundo piso.

Al llegar al rellano, Zein se encontró a oscuras. Pero desde la puerta de la izquierda emergía una luz blanca casi azulada.

ZEIN: ¿Hola?

Zein se encaminó hacia la puerta. Desde ahí, se visualizaba parte de un comedor de parquet y paredes negras.

ZEIN: ¿Hay alg...?

Al traspasar la puerta, Zein sintió un abrazo desde el costado. Era contundente a la par que asfixiante.

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