Capítulo 3: Revés

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En ocasiones, cuando las migas eran abundantes, Zein las distribuía por el suelo de la celda. No podía crear los rostros y paisajes que deseara, pero, al menos, sentía que todavía era capaz de generar belleza.

Ese día, le bastó con originar una cadena montañosa, con su respectiva profundidad y juego de sombras. Al cabo de un minuto, el hambre ganó a la contemplación artística.

ZEIN: A merendar.

Zein barrió las migas con la mano y se las llevó a la boca.

ZEIN: Suficiente energía.

Zein caminó hasta la zona en la que descansaba su pelota de tenis. La agarró y la observó al detalle.

ZEIN: A entrenar.

Zein empleó la mano a modo de raqueta. Y a las paredes, como rival. En los momentos en los que necesitaba más desahogo, empleaba un revés de derecha, sin importarle el escozor ocasionado en los nudillos.

Después de cada entrenamiento, Zein se descamisaba y dejaba el uniforme en la pila en remojo. Reunía, además, agua entre las manos y se salpicaba el cuerpo para refrescarse. Y, al final, corría un par de metros para ganar frescor con el escaso aire que ingresaba en la celda.

Para secar el uniforme, simplemente, lo dejaba extendido sobre el retrete cerrado.

Y, cómo no, el tejido lavanda le alejó del presente y le mostró el pasado.

De nuevo, Aurora volvió a estar ausente en el patio junto al grupo. Esta vez, Zein llevó un bocadillo de mantequilla con azúcar.

LYRA: Si quieres mortadela, come, eh.

ZEIN: Hay que variar.

Zein se terminó el bocadillo y se puso en pie.

ZEIN: Quería deciros algo...

CAL: ¿Bueno o malo?

ZEIN: Bueno, bueno.

Zein subía y bajaba las piernas para calmar el nerviosismo.

ZEIN: Es la primera vez que llego a una final. Juego este sábado.

CAL: ¿En serio?

ZEIN: Y me gustaría que vinierais todos.

Los seis amigos asintieron.

ZEIN: Es a las diez. En Monteolivete.

LYRA: Un momento.

Lyra sacó el móvil y revisó la agenda.

LYRA: Puedo. ¿Y tardarás mucho?

ZEIN: Espero ganar rápido.

Zein se dio la vuelta.

ZEIN: Voy a avisar a Aurora.

Al llegar a la estancia literaria y pictórica, Zein la encontró vacía. Ni siquiera había indicios de la presencia reciente de Aurora, como silla torcida o libros medio metidos en el estante.

ZEIN: Vaya...

Zein volvió a pararse frente a la pantalla pictórica. Sonrió al descubrir que su dibujo se había guardado. Se animó a añadir más trazos, pero todavía no encontraba el impulso de añadir las coletas y el flequillo.

Los baños del patio no invitaban a la larga estancia debido a las paredes grises mate y al olor constante a lejía. Aurora, en soledad, se situaba frente al espejo de los grifos y jaboneras táctiles. A pesar de haber bebido agua, seguía sintiendo el mal sabor de boca.

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